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EN CORTO

Carlos Manuel Álvarez: “Solo pertenezco a la tribu de mi infancia”

El escritor y periodista cubano se somete al carrusel de preguntas de este diario

Jorge Morla
Carlos Manuel Álvarez.
Carlos Manuel Álvarez.

Carlos Manuel Álvarez está sobrecogido. Nieva en Madrid por primera vez (tal vez última) en 2018 y, además, amenaza con cuajar. Es la primera vez que el escritor cubano (Cárdenas, 1989) ve nevar. Entre el sonido de las tazas de café de la cafetería del Hotel de Las Letras, en plena Gran Vía, promociona La Tribu. Retratos de Cuba, una recopilación de crónicas que dibuja la isla caribeña en el periodo del deshielo, entre 2014 y 2016, y que ahora publica Sexto Piso, editorial con la que también, en otoño, debutará en la novela con Los caídos.

De pequeño quería ser…

Beisbolista. 

¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?

“Desobedece”. Intento seguirlo al pie de la letra.

¿Algún sitio que le inspira?

Mi habitación en la casa de mi abuela materna. Escribir ahí cuando era inédito y nadie leía lo que hacía.

¿A qué edad empieza a escribir en ese cuarto?

En la adolescencia empecé a malgastar horas en la madrugada ahí, de manera más regular. Aquello no fue a ningún sitio, pero siempre digo que la montaña de inéditos lo sostiene a uno. Como un cementerio de huesos, que forman andamios.

“Soy pesimista con el futuro de Cuba. No lo veo. Está hipotecado”

¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?

Me quedé atrapado en la residencia universitaria en la que vivíamos en La Habana. Me gustaría quedarme con quien me quedé atrapado entonces, con mis colegas. Nos quedábamos atrapados con mucha frecuencia, la verdad...

¿Cuándo fue la última vez que lloró?

Hace dos o tres semanas. Leyendo Rimbaud el hijo, de Pierre Michon.

¿Cuál ha sido el mejor regalo que ha recibido?

Un avión de pilas que no tenía pilas y que yo tenía que pasear con la mano en pleno Período Especial.

¿Qué significa ser escritor?

Lo estoy averiguando. Es algo mucho más aburrido de lo que parece. Yo lo asocio sobre todo con la soledad. Ese es su núcleo central. Y creo que no hay mucho de divertido en la vida de un escritor. Por eso hay que inventarse otra.

¿Dónde acaba el periodista y empieza el escritor? O viceversa.

Bueno, el periodista tiene el oído volteado hacia fuera. El escritor, hacia dentro.

¿Para qué sirven los premios?

Para lo que están destinados. Prensa, visibilidad... Algunos creen que es la literatura, pero no tiene absolutamente nada que ver. No son el fin de nada.

¿Dónde está la literatura en Cuba?

[Ríe]. Ojalá que desperdigada, donde uno menos la pueda esperar.

¿A qué tribu pertenece usted?

Solo he pertenecido a una tribu, ahora extinta. Una que se perdió hace tres o cuatro años: la de mi primera juventud.

Es un buen debate ahora, ¿no? Hasta dónde llega la juventud.

Bueno, tú me dirás, y quizá todos dirán, que soy muy joven. Pero lo cierto es que me siento viejo desde hace varios años [sonríe].

¿Dónde no querría vivir jamás?

Eso cambia. Por ejemplo, hace un tiempo hubiera dicho que en Miami. Hoy no te lo diría.

“El periodista tiene el oído hacia afuera. El escritor, hacia adentro”

¿Tiene algún sueño recurrente?

Ninguno.

¿Cuál es su olor preferido?

Mi olor favorito es el olor del pelo de mi madre.

¿Qué siente cuando ve su foto en los diarios?

Me pregunto: ¿ese soy yo? Y la respuesta es que no [ríe]. No me reconozco.

¿Qué le diría a Raúl Castro de tenerlo delante?

Volviendo a la pregunta de quedarme atrapado, le diría que deje en paz el ascensor. Que no necesitamos ascensorista. Que ya movemos el ascensor nosotros solos.

¿Cómo ve el futuro de Cuba?

No lo veo, está hipotecado. Soy pesimista en ese aspecto. La única manera de salir de esto ya es salir mal.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Redactor de EL PAÍS que desde 2014 ha pasado por Babelia, Cultura o Internacional. Es experto en cultura digital y divulgador en radios, charlas y exposiciones. Licenciado en Periodismo por la Complutense y Máster de EL PAÍS. En 2023 publica ‘El siglo de los videojuegos’, y en 2024 recibe el premio Conetic por su labor como divulgador tecnológico.

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