Amalric, mejor director: “El cine es más fuerte que las ratas”
Pedro Pinho, Giraldillo de Oro del Festival de Sevilla, y otros directores defienden la filmografía europea y pugnan por competir con producciones independientes
“El cine es más fuerte que las ratas. Se adapta, siempre encuentra formas nuevas. Es mentira que haya muerto”. Con este optimismo ha llegado el actor y director Mathieu Amalric al Festival de Cine de Sevilla, donde ha presentado Bárbara, una película que tiene como hilo conductor la música y la vida de una mítica cantante francesa judía que sufrió la represión fascista y abusos de su padre. Él y Pedro Pinho, Giraldillo de Oro de esta edición, defienden junto a otros directores la filmografía europea y la producción independiente.
Amalric está eufórico porque ha conseguido convertir su película en un éxito comercial en Francia. En Cannes la ha vendido a 15 países. Ahora se ha llevado el premio al mejor director en el festival hispalense. Eso le lleva a pensar que el cine europeo está vivo, que “no era mejor antes”.
Defiende la faceta más comercial del cine porque sostiene que es lo que permite hacer otro tipo de películas y porque las nuevas tecnologías reducen los costes. “Hay que reflexionar, pero soy muy optimista”, asegura.
David Gutiérrez Camps, que ha presentado Sotobosque, una película sobre un inmigrante mauritano en Gerona, es menos optimista: “El cine europeo juega en desventaja y el español, más”. Comparte con Amalric que es más fácil hacer cine, pero cree que esta circunstancia ha creado un ecosistema perverso. “Hay muchas películas para pocas salas y espectadores. Aún no se ha encontrado un modelo”, lamenta.
Pedro Pinho debuta en el festival con Una fábrica de nada, una película sobre la crisis en Portugal. Reconoce las dificultades para llegar al diverso público europeo y luchar frente a la “agresiva política comercial de Estados Unidos”. “Hay trabajo por hacer”, asegura.
Las modas y los éxitos en los festivales hacen resurgir espejismos, como los que han hecho llevar a espectadores a las salas a ver películas turcas o rumanas, pero la realidad del sistema de distribución termina imponerse.
Pinho, que transita ahora la senda que abrieron algunos de sus compatriotas, como Pedro Costa o César Montero, ha recurrido a la crisis económica para llegar al público. Es un tema común que permite la identificación del espectador de cualquier país, pero lo expone con libertad formal, con recursos experimentales. Sin embargo, admite que falta estrategia.
Gutiérrez Camps también ha utilizado un tema común en Europa, la inmigración, y destaca que el público que la ve disfruta. Se ha propuesto poner al espectador en el lugar del inmigrante y mostrarle la realidad desde el otro lado de la barrera. El director catalán se resiste a “agarrar banderas”, pero finalmente admite: “Sí, hacemos cine europeo”.
Mortalidad prematura
Pero esa vocación se enfrenta a una realidad preocupante. “La vida de una película es cada vez más corta. La mayoría dura en sala una semana”. Quien lo dice sabe de lo que habla. Es Loles Fanlo, responsable de la productora Noucinemart, especializada en la promoción y difusión de obras contemporáneas y creadora de D’A, el certamen internacional de cine de autor de Barcelona. Especialistas de este arte han analizado en Sevilla las causas y las posibilidades de acabar con esta espiral del silencio para la producción alternativa.
La región salvaje, de Amat Escalante, llegó de Venecia con el León de Plata al mejor director y pasó con éxito por Sitges y San Sebastián. Duró un mes en siete salas. “Las películas tienen que tener vida después de los festivales”, afirma el director del encuentro de cine europeo que se celebra en Sevilla, José Luis Cienfuegos.
Las producciones independientes se enfrentan a un mundo diseñado en su contra. Los exhibidores quieren apostar sobre seguro. “Piden grandes nombres y promoción, pero no dejan espacio ni tiempo”, resume Fanlo. A eso hay que añadir la normativa que tienen que sortear para mantener los títulos en circulación o el pago .
Los productores critican el Virtual Print Fee, la tasa que pagan para la exhibición digital, que encarece el producto, a veces por encima de los ingresos por taquilla, limita las salas de exhibición y beneficia a las grandes empresas, que son las que pueden asumir el sobrecoste.
A estas condiciones adversas se une la falta de interés de las salas por formas menos convencionales de narrar y la escasa formación del público ante las nuevas formas de expresión. “Hay que tomar medidas”, afirma Cienfuegos, quien pugna por implicar a los medios de comunicación, apela a los responsables educativos y clama por una nueva estrategia.
Babelia
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