“En mi mesita de noche siempre hay libros de Borges”

Tras unos inicios azarosos, en los que hasta llegó a ganarse la vida como músico en el metro de París, Pablo Montoya (Barrancabermeja, Colombia,1963) es probablemente el mejor escritor colombiano del momento. Responde al término de una reciente y muy interesante charla impartida en el Hay Festival de Segovia.

¿Cuál sería su tipo de lector preferido?

Alguien parecido a mí. Yo, en realidad, escribo para mí. No pienso en un lector en particular, pero quienes se acercan a mis libros son gente sensible a lo que yo soy sensible. Gente a la que le gusta el arte, la historia, el refinamiento de la escritura, la escritura que te hace pensar…

¿Qué libros tiene siempre en su mesilla de noche?

Los de [Jorge Luis] Borges. Es un escritor que me acompaña siempre. También los ensayos de Michel de Montaigne. Y de [León] Tolstói.

¿Cuál es su rutina diaria para escribir?

Necesito el silencio, más aún en una ciudad tan ruidosa como Medellín. A la hora de corregir sí pongo música.

¿Qué música?

Como fui músico, he pasado por muchos periodos: rock, salsa, latin-jazz, folclore latinoamericano… Pero ahora estoy muy concentrado en la música clásica. Últimamente me acompaña una mezcla de [Enrique] Granados y [Claude] Debussy para piano.

¿A qué personaje literario se parece?

Uno que me marcó mucho fue Esteban, de la novela de Alejo Carpentier El siglo de las luces. Él cree mucho en el valor de las revoluciones y, cuando hace todo eso, se pega una decepción impresionante, se vuelve un ser prevenido y empieza a cuestionarlo todo.

¿Cuál es su principal influencia literaria?

En mi primer periodo, el propio Carpentier. En el segundo, Borges y Cortázar. Y después, escritores franceses como Albert Camus o Julien Gracq. Pero depende: justo ahora, que estoy escribiendo una novela larga, quizá sea el Thomas Mann de La montaña mágica.

¿Qué es más importante: la lectura o la relectura?

La relectura; es fundamental. La lectura es el momento del enamoramiento. Pero hay muchas lecturas que no pasan a relectura. Ese filtro es importante.

¿Qué significa para usted ser escritor?

Un escritor es la conciencia de la sociedad. Eso no quiere decir que tenga escribir siempre de conciencia social, pero es alguien diferente, rebelde, un ser al margen.

¿Qué libro le regalaría a un niño?

El Principito y una versión adaptada de Don Quijote de la Mancha.

¿Y cuál le gustaría haber escrito?

El siglo de las luces (Alejo Carpentier), Memorias de Adriano (Marguerite Yourcenar) y La muerte de Iván Ilich (León Tolstói).

Si pudiera tener una pintura, ¿cuál sería?

Una de El Bosco, de Johannes Vermeer o de Georges de La Tour.

¿En qué lugar se siente especialmente inspirado?

En París. Es una ciudad que siempre me despierta la creatividad. En Latinoamérica, me quedo con Montevideo. Es una ciudad extrañamente encantadora: pequeña y llena de inmigrantes.

¿Y en cuál no viviría?

En ciudades donde el subdesarrollo y la precariedad están presentes en todo momento: en las grandes urbes africanas y en algunas latinoamericanas. Eso me toca mucho. Soy solidario con ese tipo de poblaciones, pero no podría vivir allí.

¿Qué cambiaría de Ud. mismo?

La hiponcondría. La he reducido mucho, pero sigo siendo un enfermo imaginario. Es una especie de incomodidad con el mundo.