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El final trágico del ‘Charlie Hebdo’ español

Con una tirada de 500.000 ejemplares, 'La Traca' triunfó con una sátira sangrante y anticlerical

Ignacio Zafra
Exposición de la Traca, en el edificio de La Nau de la Universitat de València.
Exposición de la Traca, en el edificio de La Nau de la Universitat de València.MÒNICA TORRES
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Fue un fenómeno editorial que llegó a protagonizar tiradas de hasta 500.000 ejemplares en la España de los primeros años treinta del siglo XX. La revista La Traca fue satírica hasta lo sangrante, política, anticlerical y tuvo una vertiente erótica que, sin llegar a plasmar sexo explícito, fue la que más problemas legales le acarreó en sus 54 años de historia, llena de interrupciones. Su editor, Vicent Miguel Carceller, y uno de sus dibujantes, Carlos Gómez, fueron fusilados en 1940.

Una exposición en la Universitat de València recupera desde este miércoles la memoria de la publicación, que fue suprimida por el régimen franquista. El vicerrector de Cultura, el sociólogo Antonio Ariño, traza un paralelismo entre el final trágico de La Traca y el ataque yihadista que sufrió en 2015 la revista francesa Charlie Hebdo: el fundamentalismo y el fascismo no aceptan la sátira, que Ariño reivindica como una forma de libertad de expresión.

Ilustración del catálogo de 'La Traca, la transgresión como norma', procedente de la colección de Rafael Solaz.
Ilustración del catálogo de 'La Traca, la transgresión como norma', procedente de la colección de Rafael Solaz.

La Traca nació en Valencia en 1884 y se publicó por última vez en 1938 después de haberse convertido, presa de su época, en un medio de propaganda del bando republicano en el contexto de la Guerra Civil Española. Durante buena parte de esos años estuvo, sin embargo, prohibida.

"Fue denunciada insistentemente a lo largo de su existencia, no tanto por la sátira política que realizaba sino más bien por los dibujos y el contenido sexual que pudiera sugerir", señalan sus comisarios, los profesores Antonio Laguna y Francesc Andreu Martínez.

El anticlericalismo también le acarreó constantes problemas. "En sus números, el retrato tipo del cura es más parecido al de un cerdo que al de una persona, mientras que el de la monja aparecerá siempre insinuante y repleta de curvas", escriben Laguna y Martínez en el catálogo de la exposición.

Las viñetas "pecaminosas", según la descripción que la Fiscalía hizo en 1913, implicaron sanciones que oscilaban entre 25 y 125 pesetas —0,15 y 0,75 euros—. Entre otros periodos, La Traca estuvo prohibida bajo la dictadura de Primo de Rivera.

Para pagar las multas hacía falta vender muchos ejemplares de la revista, que costaba cinco céntimos de peseta. El formidable éxito de la publicación hizo posible no solo la supervivencia de La Traca, sino que Carceller se hiciera millonario, según contó él mismo en un reportaje a doble página publicado en la revista.

Ilustración del catálogo de 'La Traca, la transgresión como norma', procedente de la colección de Rafael Solaz.
Ilustración del catálogo de 'La Traca, la transgresión como norma', procedente de la colección de Rafael Solaz.

El editor colaboró profesionalmente con Vicente Blasco Ibáñez, autor de best sellers mundiales de la época. La línea política de La Traca se inscribió inicialmente en el republicanismo blasquista, si bien en los años treinta Carceller se unió a Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña.

La revista se publicó hasta los años treinta en valenciano. Un valenciano anterior a la normalización y por tanto carente de las reglas elementales que hoy rigen la lengua. "La forma de conectar con la sociedad era hablar como ella, así que está escrita como el habla y mezclada con castellanismos", afirma Martínez.

A partir de su reaparición en 1931, tras la proclamación de la II República, se escribió en castellano y se vendió en la mayor parte de las ciudades españolas. Laguna y Martínez indican que la mayor reserva de ejemplares se guarda en la hemeroteca de Madrid. Y sus viñetas y artículos fueron citados en diversas ocasiones en el Congreso de los Diputados por parlamentarios de circunscripciones de distintos lugares de España. La revista también llegó a abrir una delegación en Buenos Aires.

Después de la Guerra Civil, el régimen desmanteló la editorial y destruyó sistemáticamente los ejemplares. Muchos lectores también hicieron desaparecer los suyos por miedo a que los descubrieran con ellos. Durante la contienda, entre muchos otros dibujos satíricos, la revista dibujó a Franco en la cama con un soldado marroquí.

Parte de los fondos, explican los comisarios, solo se han conservado en el Archivo Militar y en el Archivo General de la Guerra Civil, en Salamanca, por haber sido usados en el proceso contra Carceller, en el primer caso, y en el que se siguió más tarde contra la familia del editor.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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