Aquellos maravillosos años de Ricardo Piglia
La segunda entrega de los diarios del escritor es uno de los lanzamientos más esperados de la rentrée literaria. Babelia adelanta partes del libro, que se publicará en septiembre
Tengo, a causa de mi deformación como historiador, una sensibilidad especial para las fechas y la progresión ordenada del tiempo. La gran incógnita, la pregunta que me acompaña estas semanas dedicadas a transcribir mis cuadernos, a dictar mis diarios y pasarlos, como se dice, en limpio, fue ver en qué momento la vida personal se cruzó o fue interceptada por la política, por ejemplo, en estos siete años a los que estoy dedicado ahora, exclusivamente interesado en saber cómo había vivido yo, entre 1968 y 1975, mi pobre vida de joven aspirante a, digamos, escritor (…). Y ahora, al leer los diarios de esos siete años, la pregunta que me ha surgido, casi como una idea fija que no me deja pensar en otra cosa, es qué es personal y qué es histórico en la vida de un individuo cualquiera. [Extraído del prólogo].
DIARIO 1968
Domingo 3 [de marzo]
Pocos contactos, incluso con la irrealidad (en estos días). (…)
“Porque el que puede actuar, actúa. Y el que no puede y sufre profundamente por no poder actuar, ése escribe”. W. Faulkner.
Lunes 25 [de marzo]
Nací el 24 de noviembre de 1941, he buscado en los diarios las noticias de ese día. Busqué en la Biblioteca Nacional todo lo que pude encontrar. La guerra ocupaba todo el espacio informativo. Eran las seis de la mañana y, según mi padre, estaba lloviendo.
Jueves [19 de septiembre]
Releyendo el diario de Pavese recupero la vieja manía de autoconstrucción de la vida (como obra de arte) con sus oficios (de vivir, de escribir, de pensar), con sus técnicas y sus reglas. (…)
Pienso que lo mejor que he escrito en estos cuadernos ha sido el resultado de la espontaneidad y la improvisación (en sentido musical), nunca sé sobre qué voy a escribir, y a veces esa incertidumbre se convierte en estilo.
DIARIO 1969
Domingo 5 [de enero]
Tampoco me gustan los estilos afectados que circulan en la narrativa de mi generación: todos escriben con la voz de otro (sobre todo con la de Borges, Onetti y Cortázar); por mi lado, a pesar de todo, una voz propia que no será necesariamente la mía, es decir, la que uso en la vida. Escribir con la sinceridad de un sujeto al que no conozco y que sólo aparece —o se asoma— cuando escribo. Llámalo H, como se dice ahora habitualmente en Buenos Aires cuando uno no puede dar precisiones sobre un tema.
Jueves 16 [de enero]
Ayer a la tarde vino Manuel Puig, crispado, confundido, buscando “gustar”, caer bien y someter sus libros a esa prueba imposible de constatar. Siempre habrá alguien a quien no le gustará lo que él escribe y eso le obsesiona. (…) Me cuenta el plan de Jorge Álvarez de lanzar Boquitas pintadas como un folletín y su propósito de escribir una novela policial sobre el mundo del arte y de la crítica cultural, a los que ve como asesinos que matan al artista sensible y contracultura.
Más tarde me encuentro con Héctor Schmucler, recién llegado de Francia, con ganas de poner en marcha una revista (modelo: La Quinzaine); está deslumbrado por Cortázar, a quien ha frecuentado en París, y fascinado por las novedades que circulan, básicamente la oleada del estructuralismo (onda Barthes + la revista Tel Quel).
“Sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido”, Borges. Usaré esta cita como epígrafe de mi próximo libro.
Viernes [28 de marzo]
Lo mejor es mi conversación con [Rodolfo] Walsh sobre Borges y mi posterior e inesperado encuentro con el mismo Borges al bajar del ómnibus cerca de Retiro. Lo veo pasar y lo nombro, él se detiene un momento y sonríe hacia mí.
DIARIO 1970
Miércoles 13 [de mayo]
Como siempre, me refugio en los libros, me saco de encima los problemas (este mes, el alquiler, el futuro económico) y entro en unos recintos amurallados donde experimento los modos de mi propia locura: leer desde las cinco de la tarde a las dos de la mañana, luego desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde, el mismo libro imposible —el Finnegans Wake—, que retomo a las cinco de la tarde para seguir hasta las diez de la noche con interrupciones molestas como respirar, tomar aire, cambiar de posición, de tal modo que habiendo leído treinta paginas en dos días, comprendiendo una media de treinta líneas por hora, hay un momento en que tengo que salir a la calle, recorrer librerías, buscando otro volumen detrás del cual esconderme para matar la desidia o la desesperación. (…)
“El golpe militar está en marcha. Sensación de viejas catástrofes, primer pensamiento: ‘Me quedo a vivir en París”
Respiración artificial. Una novela del puro presente, porque ese es mi tiempo natural y ese es el tiempo de este diario, no recordar, no pensar, dejar venir el futuro. Esa es la lógica de este cuaderno donde anoto en función del momento presente sin narración. (…)
Como antes con los cuentos y antes con los libros que había leído, y antes con los músicos de jazz, y antes con los jugadores de fútbol, y antes con las series de historietas, hago listas. Listas de compras, listas de cosas por hacer, listas de amigos a los que ver, listas de amigas a las que llamar, listas de ciudades que no conozco, listas de capítulos de la novela que voy a escribir. Las listas siempre me han tranquilizado, como si al anotarlas me olvidara del mundo y, en algunos casos, como si anotar fuera ya hacer lo que imagino o prometo, contento entonces, como si la novela cuyos capítulos he anotado ya estuviera escrita.
DIARIO 1971
Lunes 29 [de junio]
Se murió Marechal (¿el viernes?), alcanzó a terminar su novela. Según David [Viñas], no había nadie. ¿Y cuando muera yo?
Lunes [3 de agosto]
La lectura de los semanarios deja ver una coherencia, esquemática, preparada para el consumo de la cultura. También ellos sintetizan en tres o cuatro ítems o nombres lo que llaman el “presente”, lo actual, lo que emerge en medio de la fugacidad de la circulación cultural.
Lunes [31 de agosto]
Yo escribo estos cuadernos porque confío en que alguna vez tendrá sentido pasarlos a máquina y hacerlos publicar, porque yo habré justificado con mi obra la lectura de estos apuntes diarios y personales.
7.30. Me levanto.
8.00. En La Paz leo los diarios y escribo en este cuaderno
9.00. Trabajo en la novela.
14.00. Almuerzo.
16.00. [Editorial] Tiempo Contemporáneo. [La revista] Los libros. Luna, trabajos.
20.00. Vuelvo a casa, lecturas varias.
23.00. Ceno en Claudio.
24.00. Me voy a dormir.
DIARIO 1972
Lunes [17 de enero]
Todo se desencadena de pronto. El viernes, operación rastrillo del Ejército en el edificio. No entran en mi departamento. “Buscan a una pareja joven” en el cuarto o quinto piso. Una semana después, el viernes 14, aparecen seis tipos de Coordinación Federal, ametralladora en mano, en la entrada, despiertan al portero, preguntan por mí y por un tal Bordaberry; enterado de esto empieza el caos, levanto todos los papeles, el departamento en desorden, hago tres viajes, saco algo de ropa, la novela, la máquina de escribir, los cuadernos, dejo todo en la casa de Tristana, la amiga de Julia.
Tengo que mudarme, la biblioteca, la ropa, los muebles. Traslado valijas, tratando de no ver los libros que abandono. Junto ropa, papeles, salgo y entro varias veces, busco un taxi, tranquilo frente a los hechos consumados. Después de la night, la casa de Tristana, las conversaciones.
Martes 18 [de enero]
Veo a los abogados, versiones opuestas sobre el futuro (¿mudarme o volver?), los dos coinciden en que es preferible borrarme hasta fin de mes.
Vuelvo a trabajar en los bares como cuando recién llegué a la ciudad. Desolador mi biblioteca, por no poder seguir con mi novela.
“Nadie ha estado nunca tan solo como el enamorado que se despide para siempre de la mujer con la que ha vivido cinco años”
Miércoles 9 [de febrero]
Julia ha comenzado también ella a separarse de mí. Se sostiene como puede en medio de este caos absurdo.
Jueves 10 [de febrero]
Bien, anoche final con Julia. La encuentro en Galerna, caminamos hasta El Toboso, cenamos y nos despedimos como si no nos conociéramos.
Nadie ha estado nunca tan solo como el enamorado que se despide para siempre de la mujer con la que ha vivido cinco años.
DIARIO 1974
Lunes [1 de julio]
Empecemos con la muerte de Perón. El lunes después de las versiones, los relatos, las mejorías. Esa melancolía mientras agonizaba, al menos mientras nacía el relato de su muerte, del que me mantuve ajeno hasta después de las cuatro de la tarde, cuando salí de casa y empecé a inquietarme por la colas frente a los negocios (pensé: “Tengo aceite”, pensé: “Se viene las colas, como en Chile”), por la librería Galerna cerrada. En el bar me entero de la muerte del Rey Lear: asombro general por mi desconocimiento de la noticia que había conmovido a todo el mundo. “¿Dónde estabas vos?”, etcétera. Para peor, me entero por Saúl Sosnowsky, un volado despolitizado que vive en Estados Unidos y a quien veo para darle un capítulo de mi ensayo sobre [Roberto] Arlt para su revista Hispamérica. La ciudad quieta. Gente amontonada en el Congreso, al anochecer, esperando para empezar la cola y ver al muerto.
Visito a David [Viñas], furioso por el telegrama del PCR [siglas de Partido Comunista Revolucionario] con condolencias a Isabelita [Perón].
DIARIO 1975
Jueves 18 [de diciembre]
En el reportaje en El Cronista, he hablado por primera vez de este diario en público, digamos así. Ahora que lo he dado a conocer, sería bueno que empezara por fin a escribirlo bien.
Bajo a comprar algo para comer; en el negocio, clima de euforia. Se levantó la Aeronáutica, el golpe militar está en marcha. Sensación de viejas catástrofes, primer pensamiento: “Me quedo a vivir en París”.
Viernes 19 [de diciembre]
La crisis se estabiliza. Los aviadores hacen conocer sus programas fascistas. Videla mantiene al Ejército como árbitro de la situación.
Sentado en el bar de Corrientes casi Rodríguez Peña, leo mis propias palabras, mi articulo sobre Brecht reproducido en Colombia. Hago tiempo para volver a casa.
Los diarios de Emilio Renzi. Los años felices. Ricardo Piglia. Anagrama. Barcelona, 14 de septiembre de 2016. 424 páginas. 21,90 euros.
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