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La historia colombiana como tragedia griega

La novela póstuma de Carlos Fuentes sobre el guerrillero Carlos Pizarro se presenta en Madrid

Javier Rodríguez Marcos
Carlos Fuentes retratado en su casa de Ciudad Mexico en 2009. A la derecha al fondo, Silvia Lemus.
Carlos Fuentes retratado en su casa de Ciudad Mexico en 2009. A la derecha al fondo, Silvia Lemus.Daniel Mordzinski

El 26 de abril de 1990 un sicario adolescente asesinó en un avión a Carlos Pizarro, de 38 años, candidato a la presidencia del Gobierno de Colombia y antiguo líder del M-19, el movimiento guerrillero que semanas antes había entregado las armas. Ese día Carlos Fuentes (1928-2012) se preguntó si un mexicano como él tendría derecho a contar la vida de un muchacho, enfermo crónico pero bien parecido –Comandante Papito le decían-, que un día se sintió impulsado a la lucha clandestina como el Aquiles de Homero se sintió arrastrado a la guerra de Troya. Fuentes se pasó dos décadas obsesionado con Pizarro pero murió sin revisar el manuscrito del libro que le había dedicado: Aquiles o El guerrillero y el asesino. Ha sido el crítico peruano Julio Ortega el encargado de fijar la versión final de una obra que el autor de Terra nostra “empezó como crónica pero terminó como novela” y que Alfaguara y Fondo de Cultura Económica acaban de coeditar.

Durante años la pregunta fue qué estaría escribiendo Fuentes sobre aquel universitario con “ojos de santo fallido, de tirano que no quiere serlo”, hijo de un almirante “empobrecido por la honradez” y de una maestra liberal que había optado por la vía violenta. Con la novela en la calle, la pregunta empezó a ser cómo sería recibido en la patria de su protagonista un libro que habla de Colombia como de “un país sin Estado” en el que los conservadores y los liberales se alternaban tradicionalmente en el poder porque la única diferencia entre ellos era la hora a la que iban a misa y en el que, en palabras de Ortega “la paz solo era parte del negocio de la guerra”. Para dar respuesta a la segunda pregunta, Silvia Lemus, viuda de Fuentes, recordó ayer en la librería Juan Rulfo de Madrid el éxito que supuso la reciente presentación de Aquiles en Bogotá, a la que asistieron tanto María José, hija menor de Pizarro, como el expresidente Belisario Betancur, durante cuyo mandato se desmovilizó el M-19. La propia Lemus señaló que solo el azar ha hecho que la novela póstuma de su marido llegue a las librerías cuando los acuerdos entre el Gobierno y las FARC son el tema del momento en Colombia.

En el acto de Madrid, entretanto, participaron el propio Julio Ortega y Hernando Valencia Villa, jurista colombiano especializado en derechos humanos. El primero habla en su prólogo del Aquiles de Fuentes como del “documento desfundacional de nuestras repúblicas” y de la historia de Pizarro como de “una parábola extrema de sacrificio y muerte, en la que se pierde la guerra para ganar la paz”. Ayer, además, apuntó que el origen de todas las naciones y el origen de la novela como género tienen algo en común: un asesinato entre hermanos, empezando por Caín y Abel. Según Ortega, Carlos Fuentes trató, sin justificarlos, de “recuperar a los carlos pizarros de Latinoamérica por sus vidas y no por sus muertes”. ¿Cómo? Dando cuenta del horror para “convocar nuestra piedad”.

Desde el Aquiles de la Ilíada, abundó Valencia, ese paso de la cólera a la compasión supone el origen de nuestra moral, el tránsito de la épica a la ética, “de la tragedia a la política”. En eso está Colombia ahora, apuntó el jurista, no buscando un régimen político sino una cultura política, una cultura que no pase por “devorarnos” sino por “litigar”. “Los colombianos”, dijo, “no tenemos los genes torcidos, pero la violencia ha arraigado en el país como procedimiento para presentar un proyecto o para defender unos intereses”. La democracia, dijo también, es justo lo contrario.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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