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La sonrisa de piedra verde de Teotihuacán

Los arqueólogos mexicanos estudian la osamenta de 1.600 años de una probable mujer maya que migró a la ciudad de los dioses

Luis Pablo Beauregard
Detalle del cráneo de La mujer de Tlailotacan, de 1.600 años, hallado en las excavaciones de Teotihuacán
Detalle del cráneo de La mujer de Tlailotacan, de 1.600 años, hallado en las excavaciones de TeotihuacánINAH

Hace más de 1.600 años una mujer caminaba por las avenidas de la majestuosa Teotihuacán, la ciudad prehispánica ubicada en el centro de México. No era una persona cualquiera. Su cabeza alargada dejaba claro que no había nacido allí y que probablemente habría llegado de tierras lejanas del sur. El misterio se acrecentaba cuando la mujer sonreía y dejaba ver en su dentadura adornos de metal y una prótesis de piedra verde. El hallazgo en 2014 y posterior estudio de la osamenta de este personaje de entre 35 y 40 años han aportado a los arqueólogos mexicanos nuevas claves para descifrar el rompecabezas teotihuacano y así generar nueva información sobre una de las más fascinantes sociedades mesoamericanas.

Los especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han bautizado al personaje como La mujer de Tlailotacan, en referencia al barrio donde fue enterrada junto a una ofrenda compuesta por 19 vasijas provenientes de Oaxaca y de la región occidental de México. “Es un caso excepcional, probablemente fue una persona de la élite”, explica Verónica Ortega, subdirectora del sitio arqueológico. Los expertos creen que los regalos sugieren que la mujer tenía vínculos importantes con otras partes de Mesoamérica y que su función social abarcó también la política.

Los arqueólogos están a la espera del resultado de los análisis realizados por científicos de la Universidad Nacional. La prueba de ADN brindará más información sobre la filiación genética del personaje y su lugar de nacimiento podría ser determinado por una prueba de isótopos de oxígeno. Sin embargo, hay pistas que sugieren que La mujer de Tlailotacan podría haber llegado del sur. “Los rasgos y modificaciones que se le hicieron a esta mujer no corresponden a Teotihuacán”, afirma Ortega. Uno de los más notorios es su cráneo alargado, una deformación hecha probablemente en su nacimiento con tablillas colocadas en la frente y en la zona occipital de la cabeza para moldear los huesos. La técnica era utilizada por los mayas.

Esqueleto de la mujer de Tlailotacan, de 1.600 años, hallado en las excavaciones de Teotihuacán
Esqueleto de la mujer de Tlailotacan, de 1.600 años, hallado en las excavaciones de TeotihuacánINAH

Los incisivos centrales también están horadados y lucen dos incrustaciones de pririta, un mineral metálico. “Se tuvo que hacer un taladrado en el esmalte, una técnica reportada en la región de Petén [hoy Guatemala] y Belice”, explicó el antropólogo físico Jorge Archer. El equipo investigador está tratando de determinar el tratamiento que se le dio a la pririta pues está bien conservada a pesar de tener una tendencia a oxidarse rápidamente. “Parece que tuvo esa incrustación por más de cuatro años con un tratamiento muy exitoso porque no le generó problemas bucales”, agrega Ortega. Lo mismo sucede con la gran piedra verde que tiene en el sitio de los incisivos inferiores, que muestra desgaste y uso, por lo que acumuló restos de sarro.

Perfil cráneo encontrado en Teotihuacán
Perfil cráneo encontrado en TeotihuacánINAH

La presencia de esta extranjera, que tuvo que recorrer al menos 1.100 kilómetros para llegar a Teotihuacán, ha brindado nuevos elementos a las teorías de varios estudiosos de la ciudad sagrada. El personaje de élite fue hallado en lo que hoy se conoce como el Barrio oaxaqueño, una zona de 800 metros cuadrados dentro de los 20 kilómetros cuadrados que conforman el sitio arqueológico. La zona fue nombrada porque se habían asentado allí muchos comerciantes de Monte Albán (hoy Oaxaca), una ciudad zapoteca a 600 kilómetros que tenía un fuerte vínculo con la urbe.

Además del barrio de los oaxaqueños, también había una zona de veracruzanos al este y dos de emigrantes llegados del Golfo. Al oeste, un pequeño enclave de michoacanos. Linda Manzanilla, investigadora emérita de la UNAM, ha escrito que en la ciudad no hay tumbas reales ni residencias de gobernantes únicos. Esto ha llevado a suponer que el carácter multiétnico de Teotihuacán favoreció “un gobierno colectivo” formado por sacerdotes que eran cabezas de clanes y representantes de los distritos de la ciudad. Esta característica podría encerrar también el fin de esta urbe atípica. “Estos grupos fueron ganando poder y se enfrentaron entre ellos mismos, lo que llevó al colapso de la sociedad”, asegura Ortega.

El misterio teotihuacano

En México hay una carencia de fuentes históricas que hablen de los acontecimientos de Teotihuacán, que antecede a Tenochtitlán por un milenio. El sitio ha sido poco explorado a pesar de ser una de las ciudades más grandes del mundo antiguo, pues llegó a tener 120.000 habitantes. Los arqueólogos solo han hecho excavaciones en cinco kilómetros cuadrados, una cuarta parte de la extensión de la ciudad de los dioses. Una de las grandes dudas es cómo se pudo consolidar un gobierno local donde el poder se repartía entre grupos de orígenes distintos de Mesoamérica.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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