_
_
_
_

Luis Giménez Cacho, el patrón de una fábrica socialista en el exilio mexicano

El Colegio de México publica las memorias de la familia Giménez Cacho, artistas y empresarios, en el 75 aniversario del exilio español

David Marcial Pérez
Los hermanos Giménez Cacho durante el homenaje a la familia en el Ateneo Español
Los hermanos Giménez Cacho durante el homenaje a la familia en el Ateneo EspañolSaul Ruiz

Se conocieron en 1938, en plena Guerra Civil. Eran un par de críos madrileños, alegres y despreocupados, que actuaban en La Barraca, la compañía de teatro popular que había fundado de García Lorca antes de ser asesinado por los militares. Él le puso las manos en la cintura para ayudarle a probarse un vestido y a partir de ahí ya nunca dejaron de saltar juntos. De Madrid a Nueva York. De Madrid a México, donde Luis Giménez Cacho y Julia García Casado se asentarían con su familia, sus amistades, sus negocios y sus aficiones engarzadas en los nuevos mundos abiertos por el exilio republicano en el país que más generosamente les acogió.

Hijos y amigos de la familia presentaron este jueves en el Ateneo Español las memorias de Luis Giménez Cacho, Dos Vidas, publicadas por el Colegio de México en una iniciativa que pretende visibilizar la riqueza del exilio español más allá de los nombres de primera fila. El menor de los seis hijos y popular actor Daniel Giménez Cacho fue desgranando durante el acto algunos de los fragmentos escritos por su padre. “Ganaron los franquistas y empezó lo peor. A veces íbamos al cine y al final de la película sonaba el himno falangista. Había que levantarse con la mano en alto o te arriesgabas a que te tachasen de rojo. Todo le hacía sentirse a uno relegado y perseguido”. Así era la vida en el Madrid de 1939 para una familia republicana.

Terminados sus estudios, la pareja buscaría pronto la manera de salir de esa asfixiante España de derrota, purgas y cárceles. Él consiguió una beca para continuar sus estudios de ingeniería en Nueva York. Para que les dejaran marcharse juntos tuvieron que casarse. Era 1947 y los dos jóvenes criados en la posguerra alucinaban al hacer la compra en los grandes supermercados de la opulenta Gran Manzana.

 En una mezcla de sueño maoísta y cristiano de base, su fábrica debía ser propiedad de los trabajadores

La oportunidad de abrir un negocio en el mundo el acero les llevó a México. Pero Giménez Cacho quiso ser un patrón revolucionario-institucional. En una mezcla de sueño maoísta y cristiano de base, su fábrica debía ser propiedad de los trabajadores. Arturo Alcalde, un sindicalista que participó en el proyecto, recordó durante el acto cómo fue la oferta del ingeniero republicano: “Yo estaba dando clase de derecho laboral a unos trabajadores en una parroquia del Estado de México cuando se me acercó y me dijo: “¿Quieres participar en empresa socialista?”.

La experiencia duró cinco años, en los que el sindicalista recuerda que durante las asambleas los accionistas-trabajadores estaban más preocupados por organizar las vacaciones que por pensar maneras de innovar y ser más productivos. “Fue una reflexión sobre la dificultad de generar relaciones de confianza en el marco de los procesos de producción. No fue fácil y el final supuso para Luis algo de decepción con la clase obrera”. Ya en los setenta, las siguientes empresas fueron más clásicas y permitieron a la familia prosperar económicamente y sacar tiempo para viajar y dedicarse a sus aficiones.

La escritora y académica Margo Glantz, amiga de la familia, subrayó en todo caso la figura de Julia García Casado antes de las épocas más desahogadas. “Quiero recordar la generosidad y sacrificio de Julia durante los años en Nueva York. Era ella la que trabajaba limpiando casas, de oficinista, de modista, mientras Luis se quedaba en casa leyendo”.

Ya en México y bajo el apellido de casada, Julia Giménez Cacho se convertiría en una notable pintora. Discípula de Elvira Gascón, sus retratos femeninos -que recuerdan al Matisse más primitivo- cuelgan durante este mes de las paredes del Ateneo Español. Glantz definió la obra de su amiga como una desnudez peluda. “Viendo sus cuadros me impresiona mucho que pintara esas mujeres desnudas que mantienen su vello púbico. Ahora que vivimos en los tiempos del rasurado”.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_