La fiebre nómada del mago Pedro Salinas
Un documental aborda en el Congreso del Español en Puerto Rico el éxodo del poeta fundamental en la generación del 27 y su huella en América
Nació en el Madrid de La Latina en 1891, fue profesor en la Sorbona, se casó en Argel… Desde el palacio de la Magdalena, en Santander, rigió el rumbo de la primera universidad internacional, hija de la Institución Libre de Enseñanza, germen de la actual Menéndez Pelayo. Tuvo que salir al exilio. Escogió América, a lo largo y a lo ancho. No comprendió el creciente lego apabullante en construcción de Nueva York, compendio de una tenebrosa modernidad que le desconcertaba. Murió en Boston pero quiso que lo enterraran en San Juan de Puerto Rico. Su deseo fue descansar en una tierra aislada pero cálida, donde se hablara español.
La fiebre nómada de Pedro Salinas, pilar de la generación del 27, mago, apasionado erudito del amor conjugado en pronombres y arquitecto de la trilogía poética fundamental de su siglo iniciada con La voz a ti debida, queda reflejada en un documental que han realizado Luis y Pablo Revenga: Pedro Salinas. “Fue el gran poeta de su generación, para mí”, asegura el primero. “Es quien deja todo más claro en mi afán por disfrutar y aprender leyendo. Tenía razón Cortázar, y lo demuestra en su antología, publicada en Alianza: su razón de amor, la manera en que nos cuenta como es vivir y ser vivido, se une al inmenso conocimiento poético que le convirtió en todo un maestro”.
Curioso políglota. Traductor e impulsor de Marcel Proust —su versión española de En busca del tiempo perdido es canónica—, se peleó duro con el inglés hasta dominarlo casi como lengua materna para sus clases en Wellesley College y Baltimore. “Quedó harto de ser un hombre privado de su lengua, pero también le dolía, como decía él, hablar en inglés estropeando el inglés”, afirma Luis Revenga.
“Fue el gran poeta de su generación”, asegura uno de los directores del filme
“La defensa del lenguaje fue un tema que le apasionaba, la consecuencia de sentirse un transterrado. Lo asociaba todo con el idioma: el estudio de los clásicos y sus conexiones con los contemporáneos, en eso coincidía a la perfección con otro compañero de generación, Jorge Guillén, su gran amigo”, agrega.
Ambos vivieron años fructíferos y felices en Puerto Rico, un país acogedor y hondamente humano, donde ambos disfrutaron con intensidad y reposa todavía su cuerpo. También es el lugar donde se trasladó otro referente poético mayor, faro de ambos: Juan Ramón Jiménez. “Su relación daría para otro documental, pero por el momento nos hemos limitado a reflejar su complicidad y sentido del humor”. Una tierra idónea para rendirles homenaje con la proyección del filme el próximo día 17 en la Universidad de San Juan, dentro de las actividades paralelas al Congreso Internacional de la Lengua, que se inaugura en Puerto Rico dos días antes.
Nació en Madrid, dio clases en París, se casó en Argel y se exilió a EE UU
En la película se aborda su pulsión nómada y amorosa. Las ciudades que visitó y en las que vivió. También su historia oculta con Katherine Whitmore, a la que conoció en la Residencia de Estudiantes —“para él, un semillero de amistades”, asegura Revenga—, que provocó una crisis en su matrimonio con Margarita Bonmati Botella y un desesperado intento de suicidio por parte de ésta
Opiniones cercanas
Describen a Salinas en el documental amigos, lo sostienen imágenes vivas, alegres y de época. Destacan intervenciones cercanas de personajes queridos por él, ya desaparecidos: “Don Julián Marías, Rafael Lapesa, Francisco Ayala, Isabel García Lorca... Testimonios que obtuve con motivo del montaje de la exposición que hicimos en la Biblioteca Nacional para el centenario de su nacimiento. No fueron prácticamente utilizadas a la sazón. Pero, de hecho, Rafael Lapesa, habla ya entonces de Katherine Whitmore. Y ese tema, por aquella época, era intocable”.
Todo brotó tras la publicación del epistolario entre ambos reunido en Tusquets por Enric Bou, que vio la luz en 2002. Pero no ha impedido que Revenga rendir el documental a Solita y Jaime Salinas, los hijos del poeta. “Era una deuda. Por fin he podido dedicárselo a su memoria”.
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