El éxodo que sigue inspirando al cine cubano
Nuevos largometrajes siguen adentrándose en la crisis de los balseros
Los sueños de casi 4.000 cubanos se encuentran encallados en Centroamérica desde hace semanas. Su salida en masa de la isla ha provocado que varios países de la región les cierren sus fronteras y no puedan seguir atravesando el continente para llegar a Estados Unidos. Su historia “puede acabar en tragedia”, advierte el director de cine cubano Armando Capó. Igual que terminaron las de muchos de aquellos balseros que en los años noventa se echaron al mar. La emigración de finales del siglo pasado ha inspirado Agosto, la nueva película de este cineasta que, en alguna ocasión, también soñó con partir.
“Cuba es un país asediado por la migración. Pero, desde 1959 para acá, ha estado marcada por el contexto político. No es posible un tratamiento del tema que pase solamente por las familias y lo económico. El conflicto entre el Estado cubano y Estados Unidos tiene como principal víctima la familia”, señala Capó.
El cineasta (Guibara, Cuba, 1979) ha dirigido documentales como La marea, La certeza o Nos quedamos y ha sido galardonado en festivales como Documenta Madrid o el Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de la Habana. Con Agosto recuerda que la historia de Cuba de los últimos 50 años nunca ha dejado de estar ligada a la inmigración.
Cuba es un país asediado por la migración
De hecho, hoy en Costa Rica se atrincheran 4.000 historias de desgarro y fractura. “Uno no escapa sin dejar huella, sin afectar a otros”, advierte. El dolor que provoca toda historia de inmigración quedará retratada en esta cinta. Una película en la que Capó aprovecha las sensaciones que le generó de niño aquella historia de los balseros para relatar el drama que provoca dejar la tierra atrás.
Cuba es un país asediado por la migración Armando Capó
“Agosto me sirve para hacer una especie de exorcismo. Me ayuda a liberar recuerdos y sensaciones […] En ella se habla del contexto a través de los ojos de un niño. Se habla del dolor que la decisión de marcharse provoca en la familia y de cómo el mundo en el que vive este adolescente se va desvaneciendo y transformando”.
El film, que busca recaudar a través de crowdfunding 20.000 euros (21.800 dólares), aún no ha comenzado a rodarse. Con él, Capó trasladará a la gran pantalla aquellas imágenes que lo han acompañado desde 1994. Saca a la luz “el dolor profundo” que guardaba dentro y aquel miedo que invadía a sus amigos cada mañana ante la posibilidad de que su padre se hubiese marchado de noche en una de esas improvisadas embarcaciones.
Días que marcaron la infancia
Ese destierro voluntario también impregnó de recuerdos a la niña de nueves años que era Claudia Muñiz cuando en la isla se produjo la crisis de los balseros. Esta actriz y guionista ha participado en películas como Siete días en La Habana o Los dioses rotos de Ernesto Daranas. Estudió en el Instituto Superior de Arte cubano y hace unos meses emigró a Estados Unidos. Recuerda que en los años noventa todo era gris y, tanto “el desasosiego de quien se quería ir, como el desconsuelo del que se quedaba”, se adueñaban del ambiente.
“Aquello fue muy fuerte para mi. Tanto, que de esas memorias salió el guion en el que más he estado trabajando últimamente: La ciudad de las mujeres altas. La trama, escrita desde esa memoria agrisada de la que hablaba, tiene lugar en ese verano en el que sucedió todo. El verano del maleconazo, en el que se produjo la declaración de Fidel Castro [que permitía que los balseros se echasen al mar]”, relata Muñiz.
'La ciudad de las mujeres altas' tiene lugar en ese verano en el que sucedió todo Claudia Muñiz
La migración forma parte del día a día de Cuba, “tanto es así que ya no es noticia”. Y es precisamente esa cotidianidad la que le gustaría a Muñiz que impregnase el cine en las historias de quienes parten en busca de un futuro mejor.
“El tema se ha tratado de forma muy superficial o, desde el otro extremo, con absoluta solemnidad. Eso no conecta con nadie, lo hace poco creíble, porque está escrito en mayúsculas y la gente siente que está recibiendo un memorandum”.
Confía Muñiz en que cineastas de su generación como Armando Capó consigan trasladar una visión más real de las historias de migración. Historias como la suya que, aunque fue el amor lo que le ha impulsado a vivir en Estados Unidos, también viene acompañada del sentimiento de fractura que implica abandonar la tierra.
“Sigo extrañando el malecón con una botella de ron y los amigos. Aunque sé que la mayoría ya no están allá, no puedo imaginar ese paisaje sin ellos”.
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