40 palabras desvanecidas
Pequeño diccionario de términos cuyo uso han ido arrinconando los españoles durante los últimos 40 años
Ninguna palabra muere. Pero algunas se desvanacen, por las modas o por la desaparición de los objetos que nombran. Pasan de ocupar un lugar habitual en el vocabulario de todos a refugiarse en el de sólo algunos, y quizás ya muy espaciadas. La relación que aquí se ofrece no es científica, sino solamente intuitiva; y por tanto discutible. Algunos lectores descubrirán en ella vocablos desconocidos, y otros se reencontrarán con muchos recuerdos.
He aquí 40 palabras que los españoles hemos ido arrinconando en los últimos 40 años.
(Los términos y los comentarios se ciñen al español de España).
A
aviador. La persona “que gobierna un aparato de aviación, especialmente si está provista de licencia para ello”. Pero nadie dice ahora: “El aviador nos avisó de que retrasaba el despegue”.
anorak. “Prenda impermeable con capucha”. Ha ido dejando paso a “chubasquero” y a “plumas”. Tiene origen esquimal, y tal vez por eso se fue enfriando su uso.
ambigú. Del francés ambigu. El bar de un cine o un teatro. Se usó desde principios del siglo XX. Ahora decimos “vamos al bar en el descanso”, pero a nuestros abuelos les pareció más elegante “ambigú”.
B
baby-sitter. La persona que cuida niños por horas dio un salto desde el inglés al español, como buen “canguro”. Y ésta fue una buena alternativa del genio del idioma, siempre lento pero eficaz.
búnker, el. Palabra de aquel lenguaje bélico que luego se pacificaría durante la Transición. Pero sus repuestos no resultaron menos precisos: “la caverna”, “la ultraderecha”, “los fachas”.
borceguí. Aunque sobrevive en América, nadie dice en España “borceguí” desde que falleció el gran narrador Matías Prats (padre). Ahora unos se atan las botas y otros se las ponen.
C
cabás. “Ande vas con el cabás” se decía cuando alguien se las daba de sobrado. Del francés cabas, nombraba la cartera en forma de caja que llevaban los escolares. Quizá con un plumier dentro.
carroza. Se le arrojaba esta palabra a un viejo que pretendía parecer joven. Aquella actitud que antes mereció tal insulto se promueve ahora desde la publicidad.
carca. Cruce de la abreviación de “carcamal” (persona decrépita) con “carcunda” (el de actitudes retrógradas). El carca era feliz en su propia carcasa (pieza rígida que protege lo que contiene).
cochera. Lugar donde se dejaban los coches, generalmente anejo a la casa. Algunos autos se siguen guardando en el mismo sitio, pero éste se llama “parking”, “aparcamiento” o “plaza de garaje”.
conjuntero. Los miembros de un grupo musical se conocían como “conjunteros”. “Toco en un conjunto”, se decía. Conjuntaran o no conjuntaran.
comediscos. Un tipo de tocadiscos portátil con una ranura por la cual se introducía el vinilo para que sonase la música. El aparato se comía sólo el disco. Ahora lo engullido es la industria entera.
D
dandi. Llegó al Diccionario en 1927 desde el inglés dandy pero como término despectivo (petimetre, lechuguino y pisaverde). Más tarde pasó a significar “elegante”, y así se acuñó ya en 1983.
E
elepé. De las siglas LP (long play o larga duración). Eran los discos grandes de vinilo, para diferenciarlos de los pequeños. El del discóbolo de Mirón, por ejemplo, era un elepé.
F
fielato. La caseta donde se cobraban los aranceles por el trasiego de productos o ganado entre municipios. Quedan en pie algunas, pero de aquellos tributos más vale no hablar, por no dar ideas.
filmina. De film (película). El fotograma que se proyectaba sobre una pantalla. Después, “diapositivas” o “transparencias”. Ahora les dicen slides y power point.Vamos mejorando.
G
garrotillo. Metáfora del “garrote vil” porque esta enfermedad bloqueaba la garganta y producía así la muerte. La denominación popular fue desplazada por la más culta: “difteria”.
gua. Juego de canicas que tenía por fin introducir la propia en un hoyito y golpear las de los otros competidores para alejarlas del agujero. Algo parecido al golf, pero más violento.
guripa. De origen caló, designaba al que mantenía el orden. Luego llegarían “los grises” y “los maderos”, por el color de sus uniformes. El color de los golpes no cambió: morado siempre.
gachí. Femenino del caló “gachó” (hombre), se refería más bien a las mujeres espectaculares. “Salir con una gachí” se presentaba siempre como un plan para dar envidia. (“¡Menuda gachí!”).
H
hi-fi. Abreviación de high fidelity o gran fidelidad (mal traducido como “alta fidelidad”). Una especie de homo antecessor del término wi-fi. No tiene nada que ver, pero se le parece.
L
lañar. “¡Lañaaadooorr…! ¡Se arreglan sartenes, palanganaaas!”. Y se arreglaban con lañas, unas grapas que recomponían lo agrietado. El verbo podría tener una segunda vida como metáfora.
lavativa. La forma popular de llamar al enema o clister. Para aplicar las lavativas, había que jeringarse un poquito.
lechería. Ya no compramos leche en las lecherías, y pronto no se comprará el pan en las panaderías. Bueno, tampoco se compró nunca la lavanda en las lavanderías.
M
magnetófono. Aparato para la grabación electromagnética en una cinta. Le sucedieron los casetes y radiocasetes. Pero todos esos términos quedaron borrados por la “grabadora”. Paradójicamente.
matiné. Del francés matinée. Función matinal de un espectáculo de cine, circo... (y también la que se ofrecía a primera hora de la tarde). Sigue habiendo sesiones matinales, que ya rara vez se llaman matiné.
N
niqui. Parece proceder del personaje Nicky de la película Llamar a cualquier puerta (1949), como ocurrió con “rebeca” (Hitchcok, 1940). Cede terreno a “polo”, aunque con este nombre la prenda nos salga más cara.
O
ocal. Nada que ver con Okal (“Okal es un producto superior”, “Okal alivia el dolor”). Se llamaba así a un pimentón usado para conservar la carne.
P
pardiez. Interjección que servía para no mentar a Dios en vano (“¡pardiez!” en vez de “¡por Dios!”). Sigue viva en la literatura clásica, pero ya nadie la dice si se pilla un dedo con la puerta.
penene. De PNN (profesor no numerario). La clase baja de la docencia universitaria; muy reivindicativa. Cuando los “no numerarios” fueron “numerarios”, nadie les llamó “los PN”.
pickup. Procedía del nombre en inglés de la aguja que hacía sonar el tocadiscos. Pick-up arm significa “brazo alzado”, y de ahí la metáfora con el mecanismo. Pero fue a la baja.
pololos. Pantalones bombachos que usaban las mujeres para hacer gimnasia. Ya sólo perviven en los trajes regionales españoles, debajo de la enagua. Jamás se han visto en un gym.
S
sostén. Por alguna razón, esta palabra ha salido derrotada en España ante “sujetador”. Cada vez tiene menos gente que la sostenga.
slip. Se introdujo esta palabra en la publicidad como eufemismo de “calzoncillo”. Casi siempre se trataba de un calzoncillo ajustado. Hoy en día, “calzoncillo” recupera terreno. Con holgura.
T
tecnicolor. Del inglés technicolor. Se aplicaba a las películas en color para distinguirlas de las de blanco y negro. Seguro que “en tecnicolor” les parecían mejores que “en color” a secas.
tomavistas. El precedente de la cámara de vídeo. Grababa en formato cine. Tomaba vistas y lo que se pusiera por delante.
trenca. Abrigo con capucha. Quizás se nombró así por la semejanza de sus botones alargados y abrochados en presillas con los palos atravesados de las colmenas (trencas también). Ahora esa prenda se suele llamar simplemente "abrigo"
U
ultramarinos. Tiendas que vendían productos traídos de ultramar. Después, cualquier tienda de comestibles. Hoy casi todas han sido arrasadas por los supermercados y los híper.
V
vocalista. El cantante de un conjunto. Pese a ser el músico vocal, se le exigía más como consonante.
Y
yeyé. Por la canción She loves you, yeah, yeah, yeah, de los Beatles. Después llegaron La chica yeyé (de Conchita Velasco) y el Madrid Yeyé (que ganó la sexta). Sí, sí, aún en blanco y negro.
BIBLIOGRAFÍA
Muñoz, Elvira. Diccionario de palabras olvidadas o de uso poco frecuente. Editorial Paraninfo, 1993.
García Mouton, Pilar; y Grijelmo, Álex. Palabras moribundas. Taurus, 2006.
Babelia
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