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Fresán: “Lloro cada vez que vuelvo a ver el final de ‘Qué bello es vivir”

El escritor y periodista argentino responde al carrusel de preguntas de este diario

El escritor argentino Rodrigo Fresán en Barcelona, en 2010.
El escritor argentino Rodrigo Fresán en Barcelona, en 2010.M. SAENZ

Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) es periodista desde 1984, cuando empezó a publicar en medios de Europa y Latinoamérica, y ha sido escritor “desde antes de saber leer y escribir”. Ha prologado, traducido y editado obras de autores como Roberto Bolaño, uno de sus mejores amigos, John Cheever y Carson McCullers. Vive desde 1999 en Barcelona y ha publicado una decena de novelas, ensayos y crónicas.

¿Qué significa ser un escritor?

Significa no ser tantas cosas pero, al mismo tiempo, la posibilidad de serlas todas.

¿Qué libro le hubiese gustado haber escrito?

Tantos… Moby-Dick, El sueño de los héroes, Cumbres borrascosas, En busca del tiempo perdido, El gran Gatsby, Una casa para siempre, Falconer, Cosas transparentes, Estrella distante, Los infinitos, La vida breve, Matadero-Cinco... Pero el trabajo de haberlos escrito me habría privado del puro placer de leerlos como lector deslumbrado, ¿no? Así que mejor dejemos las cosas como están.

¿Cuál fue el último libro que le hizo reír a carcajadas?

Algunas partes de La Zona de Interés de Martin Amis, un libro, también, tristísimo. Pero fueron de esas carcajadas heladas. Carcajadas modelo Yo-No-Me-Puedo-Estar-Riendo-A-Carcajadas-De-Esto; pero aún así…

¿A qué personaje literario se asemeja?

Alguna vez quise parecerme al Martin Eden de Jack London o al T. S. Garp de John Irving, escritores ambos de final trágico, pero luego de grandes vidas. Ahora, creo, me parezco cada vez más al Billy Pilgrim de Kurt Vonnegut: suelo sentirme en varios sitios/tiempos simultáneamente y me gusta pensar (o desear) que mis libros se parecen/parezcan cada vez más a los que escriben los tralfalmadorianos: “la profundidad de muchos momentos maravillosos contemplados todos al mismo tiempo”.

¿Qué libro le cambió la vida?

Me niego a elegir uno. No sería justo para con mi vida.

¿Qué libro regalaría a un niño para introducirlo en la literatura?

Superadas los obvios preliminares y alcanzados los nueve-diez años, si es niño, Drácula. Si es niña, Cumbres borrascosas. Y que luego se los intercambien. Y si me demandan los padres, mi alegato en los tribunales será inolvidable y emotivo y digno de James Stewart en una de esas películas de Frank Capra.

Puedo beber mucho, pero siempre mantengo el tipo y la verticalidad

¿Cuándo fue la última vez que lloró?

Lloro cada vez que vuelvo a ver el final de Qué bello es vivir, con la escena de Casablanca en la que cantan “La Marsellesa” en Rick’s, o con el discurso de despedida del Mr. Chips de Peter O’Toole. No fallan jamás. Así que sólo es cuestión de averiguar cuándo fue la última vez que las pasaron en TCM.

Si pudiera tener un superpoder, ¿cuál sería?

El superpoder de tener todos los superpoderes. Y ser conocido en esta y en otras dimensiones como Victorinoxman.

¿Cómo fue su primera borrachera?

La estoy esperando aún. Puedo beber mucho, pero siempre mantengo el tipo y la verticalidad y la buena dicción y el correcto fraseo. Tal vez esto sea un superpoder…

¿Con quién le gustaría sentarse en una fiesta?

Con Bob Dylan. Pero que Bob Dylan me hable, se entiende. Que me hable mucho y con esa voz. Y que no esté borracho; que no me vomite casi encima, como a su amigo John Lennon en ese paseo en auto por Londres.

¿Qué le reprochan sus amigos?

Me parece que les cansa un poco cierto hiperkinetismo mío, muy zapping-google, que vienen padeciendo desde mucho antes de que existiesen los controles remotos de tv o los buscadores en la Red. Ya no es tan grave, pienso. Tal vez, ahora que lo pienso, les moleste un poco el nunca haberme visto borracho.

¿Quién sería su lector perfecto?

Alguien como yo, pero un poco más inteligente. Lo mismo que uno quiere que sean sus amigos.

¿Cuál es su rutina para escribir?

Mi rutina pasa por un infructuoso proceso de ya varias décadas a la hora de intentar, y no conseguir, hacerme una rutina para escribir.

¿Qué snack come mientras trabaja?

No como, bebo: Coca-Cola. Mucha. Demasiada.

¿Shakespeare o Cervantes?

Miguel de Shakespeare. O, ahora que lo pienso mejor, William Cervantes. Ahora en serio: Cervantes en la forma y Shakespeare en el fondo.

¿Messi o Cristiano Ronaldo?

Si quiero enervarme y gritarle cosas al televisor, Cristiano Ronaldo cada vez que se lamenta por no haber hecho un gol en una jugada que no era ni remotamente de gol; o por la manera en que lo festeja cuando consigue meterlo, generalmente, de penal; o por esas cosas raras que hace cuando recoge un premio. Si quiero sentirme muy intrigado y preguntarme qué es lo que acaba de suceder y cómo fue que sucedió y cómo es posible que haya sucedido algo así, Messi.

¿Dónde no querría vivir?

En ningún lugar donde las mujeres —por razones decididamente irracionales— sean asesinadas, maltratadas, marginadas o consideradas seres inferiores como si esto fuese lo más normal del mundo.

¿Cuál es su lugar favorito en el mundo?

New York. Y en New York, la librería The Strand. Pero cualquier lugar donde estén mi hijo y su madre es un súbito y creíble paraíso. Estuve con uno y con otra en The Strand, pero hasta ahora nunca con los dos juntos. Un/otro motivo más para seguir de este lado.

¿Qué le diría a la presidenta Kirchner?

No creo que los escritores tengan nada para decirle a los políticos del mismo modo que estoy seguro de que los políticos no tienen nada que decirle a los escritores. Mejor así.

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