Rulfo y la muerte del tren
Un libro recoge las fotos del escritor sobre los estertores del mundo ferroviario en el interior de la ciudad de México
Juan Rulfo tenía un don para contar la muerte. Su novela cumbre, Pedro Páramo, trataba de un pueblo de muertos en el que un caudillo rural, encarnación de los poderes tradicionales del campo, terminaba desmoronándose “como si fuera un montón de piedras”. Con la cámara de fotos, que dominaba con una calidad profesional, retrató el final del mundo ferroviario en el interior de México DF, allá por mediados del siglo XX, cuando el crecimiento de la ciudad había engullido las infraestructuras del tren de mercancías.
En los ferrocarriles, un libro editado por RM con la Fundación Rulfo y la UNAM, recoge las imágenes que tomó el escritor mexicano en 1956 durante el rodaje del documental Terminal del Valle de México, una cinta de propaganda gubernamental dirigida por su amigo Roberto Gavaldón. El objetivo del filme era mostrar el anquilosamiento de los servicios antiguos, dentro de la ciudad, en contraste con la modernidad fulgurante de las instalaciones que se construyeron a las afueras de la capital.
Detalles del Rulfo fotógrafo
-La Fundación Juan Rulfo conserva cerca de 7.000 negativos de imágenes tomadas por el escritor.
-La época más fecunda de Rulfo como fotógrafo empezó en su tierra natal (Jalisco) cuando era adolescente, antes de iniciarse como escritor, y se extendió hasta los años sesenta.
-El autor practicó sobre todo fotografía de paisaje, de arquitectura y retrato.
-Rulfo pasó años de apuros económicos antes de ser un genio ilustre. En una carta de 1950, con 33 años, le decía a su esposa que tenía dudas de que un diario le llegasen a comprar un artículo con fotos suyas: “(…) la cosa es que lo acepten y me lo paguen. Si no me lo pagan bien no les doy ninguno más. Así estoy ahora, en ese plan muy mercantilista”.
-El fotógrafo Walter Reuter dejó este recuerdo de un recorrido de trabajo que hizo con él: “Viajé con Juan Rulfo por la sierra de Oaxaca. Él llevaba su cámara, era bueno…, casi no hablaba”.
-Rulfo, consumado literato, no ponía título ni nombre a sus fotografías.
No hay papeles que precisen si hubo un contrato o un cometido definido, pero en teoría el papel de Rulfo era el de asesor artístico. Lo que es seguro es que el autor, que por entonces tenía 39 años, había publicado un año antes Pedro Páramo y llevaba dos décadas enganchado a la fotografía, aprovechó la ocasión para hacer un reportaje único sobre el cruce entre pasado y futuro de un medio de transporte que habría de languidecer hasta quedar sepultado bajo el triunfo del coche. “Cualquiera que fuesen las circunstancias en que realizó las fotos, no hay duda de que responden a una iniciativa suya. No parece haber, en muchas de ellas, un propósito documental sino esencialmente artístico”, dice en la introducción Víctor Jiménez, director de la Fundación.
El libro tiene 64 imágenes. Las cinco primeras las había hecho un año antes, en 1955, durante otro trabajo de Gavaldón, el rodaje de la película sobre la Revolución mexicana La Escondida, protagonizada por la diva María Félix. El resto de imágenes pertenece al momento de Terminal del Valle de México, cuyo oneroso despliegue de medios no se sabe en qué resultó –se desconoce si se estrenó; lo único que queda es una copia con voz pero que solo se ve en color rojo y se corta antes de llegar al final– pero que a Rulfo le dio posibilidades inimaginables para disparar su Rolleiflex 6x6.
Algunas imágenes son aéreas, así que las debió de tomar desde un helicóptero o una avioneta; en otras se ve que se ha subido a los furgones de carga; en otras está acostado sobre los raíles… En un mismo reportaje, de semanas de duración, Rulfo ensayó imágenes puramente estéticas (como composiciones geométricas de raíles o contrastes intensos entre zonas de sombras oscuras y fulgores de la luz solar del altiplano mexicano), imágenes sobre el desarrollismo (una toma de varias secuencias de una glorieta en que se aprecia el caos entrecruzado de personas, el tranvía y el tren de carga que aún atravesaba la urbe) e imágenes humanistas de crítica social (madres cargando cubetas en el tanque de agua de una locomotora de vapor o casuchas de familias miserables que vivían en los bordes de la línea ferroviaria, unas chabolas que recuerdan a las filmadas seis años antes por Luis Buñuel para la película Los olvidados y que formaban parte de lo que en la terminología urbanística de entonces, en la capital, se conocía formalmente como la Herradura de tugurios).
Buena parte de las fotos de Rulfo son del área de Nonoalco-Tlateloco, donde había un denso nudo ferroviario y que en este proceso de reconversión urbana fue ocupada por uno de los proyectos más monumentales de la Modernidad arquitectónica mexicana, el conjunto habitacional Nonoalco-Tlatelolco, inaugurado en 1964 y diseñado por Mario Pani para albergar 15.000 viviendas en tres macromanzanas. En 1968, la Plaza de las Tres Culturas, uno de los espacios clave del conjunto, fue testigo de la histórica Matanza de Tlatelólco, en la que una protesta estudiantil fue aplastada por las autoridades con una lluvia de balazos que dejó, según cálculos extraoficiales, cerca de 300 muertos. Pero entonces, el tren de carga, aquel símbolo del atraso, ya se había ido del centro del México moderno, aunque su mundo había quedado grabado en la lente de Rulfo.
Babelia
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