Creadores que ruedan sobre creadores
El holandés Anton Corbijn estrena ‘Life’, sobre James Dean
Había mucho morbo por ver cómo había filmado el holandés Anton Corbijn, el emperador de los fotógrafos de rock y cineasta ya asentado con cuatro filmes, la vida de otro fotógrafo, Dennis Stock, el autor de la imagen icónica de James Dean paseando por la neoyorquina Times Square. El primero, Control, también indagaba en el alma de un artista, el músico Ian Curtis, de Joy Division, alguien muy cercano al corazón de Corbijn. Ahora, Corbijn parece incluso estar hablando de sí mismo con Life, porque durante lustros su trabajo fue muy parecido al de Stock, un joven retratista de 26 años que conoce en una fiesta de Nicholas Ray en el angelino Chateau Marmont a un actor de 24 años llamado James Dean. Stock descubre rápidamente que Dean esconde algo interesante que él quiere plasmar con su cámara. Otra cosa es que el actor quiera.
Así que Corbijn –quien por cierto aparece en un cameo como, obviamente, fotógrafo- entra en este juego emocional del gato y el ratón. Dean acaba de estrenar Al este del edén y está esperando a que Pier Angeli acepte su propuesta de matrimonio y que a Warner le contrate para Rebelde sin causa. En esos meses, Stock le persigue, va de Los Ángeles a Nueva York, y finalmente le acompaña a la granja de Indiana en la que vivió su infancia. Corbijn disfruta del minucioso espectáculo visual, de la delicia musical de aquellos tiempos, de la recreación precisa y lujosa de la época, un momento en que Hollywood ve llegar a los nuevos actores del Actors Studio.
“Sus comienzos fueron rebeldes en aquella época, pero amaba a su familia y era un buen tipo. Representó ese movimiento increíble que se dio en los años 50 con el nacimiento del rock y los clubes de jazz”, ha comentado Corbijn en Berlín, donde la película se proyecta dentro de la sección Berlinale Special. Corbijn habla del Dean como mito –fue la primera estrella ‘de rock’ hollywoodiense- pero quiere acercarse a su fragilidad. Y lo logra gracias al trabajo de Dane DeHaan, que aborda con todos los matices posibles a un intérprete famoso mundialmente pese a haber filmado solo tres películas en cine como protagonista. Robert Pattinson interpreta a Stock, y tampoco se queda atrás.
Pero si hay alguien que debería saber cómo es acercarse poco a poco para retratar el alma de una estrella es Corbijn (a quien por cierto no le gusta que le retraten), y precisamente ese no es el fuerte de la película. Como paquete fílmico es impecable, pero su corazón a veces parece helado.
En el concurso de esta mañana quien sí ha cosechado aplausos ha sido el veterano cineasta inglés Peter Greenaway, que ha participado con Eisenstein in Guanajuato, las desventuras del mítico director soviético en 1931 en esa ciudad mexicana donde planea rodar su película Que viva México. Hasta allí llegó Serguéi Eisenstein rebotado desde Hollywood, financiado por el novelista Upton Sinclair y con miedo a volver a su patria. Por mucho que fuera el gran ilustrador de la revolución de octubre, en los dirigentes soviéticos pesaba más su judaísmo, su homosexualidad y su rebeldía.
Greenaway ha disfrutado de alabanzas y aplausos en la rueda de prensa. En su película no renuncia a su estilo recargado, pero lo rebaja en pos de contar esos dos meses alocados del soviético. “La primera vez que supe de sus aventuras fue como estudiante en Londres. Se nos olvida que Eisenstein con 25 años creó el nuevo lenguaje cinematográfico y solo tres películas. Así que ha estado en mi vida desde siempre. Ahora que todo el mundo dice que el cine se está muriendo era importante celebrar a uno de sus creadores”. El cineasta repartió estopa verbal a un periodista ruso, y disfrutó hablando de su manera de filmar. “El cine es puro artificio. Disfrutemos de ello. Provengo de un país conocido por su escuela realista. Pero, ¿qué cojones es el realismo? Es cine, luego es falso”.
Por la pantalla –en bastantes momentos partida en tres planos- pasa Eisenstein como un creador hedonista, un hombre lleno de miedos, alguien que se siente cómodo con la relación especial que tiene la cultura mexicana con la muerte, un cineasta que con solo tres películas –La huelga, El acorazado Potemkin y Octubre- marcó el devenir del cine en el siglo XX. “Los kilómetros de película que rodó en México fueron montados por Sinclair, así que no cuentan como obra suya”, recuerda Greenaway. Después vendrían otros títulos, pero el mundo le recuerda por sus inicios. Y Greenaway se dolió que esas obras y que el cine actual dentro de diez años “solo podrán verse en pantallas grandes en filmotecas y festivales. Aun así, no caigamos en la nostalgia”. Lo decía alguien que parece aún repleto de vida. “Por supuesto. Lo siguiente siempre es emocionante”.
Babelia
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