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Reportaje:

Medio siglo de un mito airado

Un documental y dos libros desvelan las claves de James Dean, el actor que se convirtió en leyenda en tres películas

Elsa Fernández-Santos

Con tan sólo tres películas en su filmografía (Al este del Edén, Rebelde sin causa y Gigante), James Dean es el icono por excelencia del joven airado, inadaptado y confundido. Pelo revuelto, párpados hinchados, ojos miopes (fundamentales para ese aire distante y retraído), cigarrillo en los labios y gesto de desamparo. En definitiva, una actitud tan cool como desarmante. François Truffaut lo definió como un héroe baudelaireano con tal poder de seducción, añadía el director francés, que podría matar a su padre y a su madre cada noche en la pantalla y siempre se ganaría la aprobación del público.

Muerto el 30 de septiembre de 1955 en una carretera de Paso Robles (California), el mito James Dean nació a la misma velocidad que se estrellaba la vida de un joven actor de 24 años que sólo pudo saborear el inicio de su fama. Dean conducía a 150 kilómetros por hora su nuevo coche deportivo, un Porsche 550 Spider plateado que quedó reducido a chatarra (una morbosa réplica recorrerá estos meses Estados Unidos para recordar a la estrella y su fatal destino). Los estudios le habían prohibido participar en carreras durante el rodaje de su último filme, Gigante. El equipo se despidió el 22 de septiembre y ocho días después el actor ya estaba inscrito para participar en una pista de velocidad de Salinas a la que nunca llegó.

Brando: "Creo que habría sido un gran actor. Pero murió y el mito le sepultó"

Las conmemoraciones por el 50º aniversario de la muerte de Dean se iniciaron hace unos días en Marion (Indiana, EE UU), donde nació en 1931. La primera cita fue, sin embargo, un desastre. Se esperaban 150.000 visitantes y sólo acudieron 6.000. Y las pérdidas, según informó la compañía Rocco Productions, empresa encargada de organizar y promocionar el homenaje, alcanzan el millón de euros. Un concurso de imitadores, otro de carreras de coches o la proyección de sus tres únicas películas en un gigantesco autocine digital no fueron suficientes reclamos. El documental de Jim Sheridan James Dean: forever young y dos nuevos libros -la biografía James Dean, de George Perry, y James Dean fifty years ago, libro del fotógrafo de Magnum Dennis Stock- parecen aportaciones más interesantes para descifrar las claves de una figura que se convirtió en modelo (tan atractivo como autodestructivo) de la juventud occidental.

James Byron Dean se quedó huérfano de madre a los nueve años. Criado por sus tíos Marcos y Hortensia, no volvió a ver a su padre hasta los 18 años. Entonces, ya quería ser actor. En 1952, ingresó en el famoso Actor's Studio de Nueva York. Manhattan lo transformaría. Conoció su lado más sórdido (la crónica negra asegura que Dean se vio obligado a prostituirse para sobrevivir) y su lado más transgresor: el joven actor frecuentó los ambientes beat, se empapó de la rabiosa generación que nacía.

Al llegar a Hollywood (Elia Kazan lo descubrió en un teatro de Broadway y lo contrató para Al este del Edén), los columnistas se cebaron con su look "mugriento". La viperina Hedda Hopper sugirió que le devolvieran a su lugar de origen, y Maurice Zolotov (otro columnista de cotilleos) le tachó, directamente, de guarro que "olía mal".

En apenas un año, Dean rodó sus tres únicas películas. Al este del Edén se estrenó en 1955 y fue la única de las tres que el actor vio terminada. Pero fue la segunda de ellas, Rebelde sin causa, de Nicholas Ray, la que mejor representó el dolor adolescente de Dean. Junto a él, otros dos actores-víctimas, Sal Mineo y Natalie Wood.

James Dean empezó pronto a padecer insomnio y sus cambios de humor se hacían notar. Pasaba del abatimiento absoluto a la euforia total. Le gustaban las camisetas, los vaqueros y las botas de motero. Se presentaba así vestido a las fiestas de gala. Le gustaba llamar permanentemente la atención. Idolatraba la muerte. En una ocasión le preguntaron qué era lo que más respetaba. No lo dudó: "Es fácil. La muerte. Es la única cosa que respeto. Es la única verdad inevitable, innegable. Todo lo demás se puede cuestionar, pero la muerte es verdadera. En ella reside la única nobleza y la única esperanza".

Adorado por jóvenes de todo el mundo, su homosexualidad fue un asunto tabú durante muchos años. Su relación más conocida fue con la actriz italiana Pier Angeli (él la llamaba Miss Pizza), aunque también se habló de una posible relación con Ursula Andress, según los rumores amañados por los estudios para encubrir su orientación sexual. De sus amantes masculinos sólo se conocen los nombres de Jack Simmons (al que conoció en un bar de Hollywood) y Rogers Brackett, un director de televisión que le protegió al llegar a la ciudad del cine. La leyenda negra cuenta que en la víspera de su muerte Dean había asistido a una fiesta gay en Malibú y que allí tuvo una pelea con un ex amante que le acusó en público de salir con mujeres sólo para complacer a los estudios.

La realidad era que Dean (un promiscuo compulsivo que se acostaba indistintamente con hombres y mujeres) cada vez sentía menos interés por el sexo convencional. Cuenta Kenneth Anger en Hollywood Babylonia que Dean era bien conocido en los locales sadomasoquistas, donde le habían colgado el apodo de Cenicero Humano. "El perito que examinó el cadáver de Jimmy después de su accidente señaló que tenía una constelación de cicatrices en el torso", escribe Anger al referirse a las quemaduras de cigarrillos y heridas de botas que al parecer tenía por todo el cuerpo.

Sólo tres rodajes fueron suficientes para que Dean arrastrase una fama de actor insoportable. Elia Kazan dijo de él: "Dirigir a James Dean era como dirigir a la perra Lassie. Unas veces tenías que aterrorizarle, otras halagarle, darle golpecitos cariñosos en la espalda o pegarle una patada en el trasero, según lo que quisieras obtener de él. Era instintivo y estúpido a la vez". Kazan añadió: "Tenía la peculiaridad de que, captado en plano general, resultaba mucho más expresivo que en los primeros planos". Se refería el director a lo que el crítico de The New York Times, que se encargó de analizar Al este del Edén, tachó de insoportables "contorsiones, pucheros y tics". "Un despliegue de ineptitud", añadía.

Andy Warhol dijo que James Dean representó el alma maltratada y hermosa de nuestros tiempos. Y Marlon Brando, el hombre al que Dean veneró e imitó, añade en Las canciones que mi madre me enseñó, su autobiografía: "Dean dejó de imitarme. Seguía teniendo inseguridades, pero acabó siendo dueño de sí mismo. Estuvo fantástico en Gigante y el público se identificó con su dolor, lo convirtieron en héroe de culto. Creo que habría sido un gran actor. Pero murió y el mito lo sepultó".

James Dean, en una imagen de <i>Rebelde sin causa</i>
James Dean, en una imagen de Rebelde sin causa

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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