Los mayas reviven en París
El Museo del Quai Branly revela la riqueza de la civilización mesoamericana
Durante cerca de treinta siglos ocuparon la península del Yucatán, las montañas de Chiapas y el triángulo formado por Guatemala, Honduras y El Salvador. En la era prehispánica, los mayas se convirtieron en una de las mayores civilizaciones mesoamericanas, antes de que sus majestuosas ciudades terminaran engullidas por la jungla. No fue hasta el siglo XIX cuando se empezaron a redescubrir las impresionantes pirámides de Chichén Itza, Uxmal o Palenque, convertidas hoy en paradas obligatorias de un concurrido circuito turístico.
Esa exuberante cultura revive ahora en París gracias a una nueva exposición. Máscaras de jade, calendarios olmecas, discos esculpidos y tumbas milenarias ocupan desde ayer el Museo del Quai Branly, centro especializado en las civilizaciones antiguas que acogerá Mayas, revelación de un tiempo sin fin hasta el 8 de febrero. A través de 400 obras y objetos prestados por una quincena de instituciones mexicanas, la muestra dibuja una completa panorámica que revisa sus logros arquitectónicos y artísticos, reconstruye su cotidianidad, examina su vinculación con lo sagrado, establece un inventario de sus ritos funerarios y describe su declive y eventual desaparición.
Cuando Hernán Cortés desembarcó en Veracruz, los mayas llevaban cerca de siete siglos protagonizando una lenta pero inexorable extinción, supuestamente provocada por la explosión demográfica y la falta de recursos disponibles tanto en la selva tropical como en la árida llanura calcárea. La conquista española supuso su toque de muerte. Desde 1546, los mayas fueron subyugados y convertidos en mano de obra servil en las haciendas. Dos décadas más tarde, el franciscano Diego de Landa incitó a quemar objetos y libros mayas en autos de fe, ceremonias públicas donde los objetos portadores de herejía desaparecían en la hoguera. La isla de Tayasal, último bastión del antiguo imperio, terminó por caer en 1697.
Pero la propia civilización ya había pronosticado su fin, así como una resurrección inminente. "Los mayas creían en la trascendencia de su cultura, porque estaban convencidos de que el tiempo consistía en una espiral de ciclos que se sucedían. Cuando un ciclo llegaba a su fin, surgía el siguiente y el mundo se regeneraba por sí solo", explica la historiadora Mercedes de la Garza, gran especialista de la cultura maya, exdirectora del Museo Nacional de Antropología de México y comisaria de la muestra que llega ahora a París, expuesta antes en el Palacio Nacional de la capital mexicana.
La comisaria ha escogido ese tiempo inacabado, inscrito en el subtítulo de la muestra, como un factor fundamental para entender la cultura descrita. "El imperio cayó a partir de la conquista, pero la cultura maya pervive", sostiene De la Garza. "Lo hace pese a la influencia española y la posición actual de esos grupos, a menudo relegados socialmente. Su resistencia cultural es considerable. Siguen aferrados a creencias, tradiciones y ritos". La muestra recorre todos los aspectos centrales de esta cultura, desde la vida cotidiana en las ciudades mayas hasta su relación con los dioses y las estrellas, sus hallazgos en matemáticas y su sofisticada escritura, constituida por un complejo sistema que aunaba logogramas y fonogramas, considerado hoy el más avanzado de la América precolombina. Los especialistas han conseguido descifrar ese alfabeto al nivel del 85 % gracias a los esfuerzos de investigación de los últimos tiempos.
El boom antropológico de los cincuenta puso a las civilizaciones antiguas en el punto de mira, pero el proceso se ha acelerado todavía más en las últimas décadas, cuando los propios mexicanos se han acercado a un patrimonio no siempre apreciado y generalmente mal conocido. "Desde hace veinte años, ha habido voluntad política, inversión pública y privada, y un mayor esfuerzo en la exploración arqueológica. Existe una voluntad general por alejarse de las caricaturas y descubrir quiénes fueron en realidad los mayas", apunta De la Garza, quien dice haber querido combatir "los estereotipos y las estupideces". "Los mayas no fueron extraterrestres ni predijeron el fin del mundo", sentencia. En realidad, ese publicitado apocalipsis, que debía haber acontecido con el año 2012, responde a un malentendido sobre su calendario, que contemplaba ciclos de cerca de 20.000 años. Los mayas se habrían referido al final de la era del maíz, pero en ningún caso del mundo a secas.
La muestra también explora la importancia de la naturaleza, considerada una manifestación divina en un universo terrenal enclavado entre cuatro cielos y tres inframundos. En la entrada de la exposición, un frontis de piedra encontrado en Palenque representa un ritual del año 736 en honor al dios de la guerra. El sacrificio era, para los mayas, un rito regenerador de vida. Eran sometidos a él enemigos en el campo de batalla, perdedores en juegos de pelota e incluso niños entregados como ofrenda a los dioses. Otros ritos incitaban a la purificación, la abstinencia sexual y la privación del sueño.
La exposición revisa escritura, vida y arte del imperio a través de 400 piezas
¿Qué parte de esa cultura milenaria sobrevive hoy? En México subsisten treinta lenguas mayas, habladas por unos seis millones y medio de personas, el doble que en los años setenta. En algunas áreas del sureste del país, la proporción se eleva hasta el 30 % de la población. Regiones como Chiapas y Oaxaca asisten a una profunda revalorización cultural de esa herencia, parcialmente impulsada por los movimientos autonomistas. "Por ejemplo, el zapatismo aportó luz a grupos mayas que se encontraban en situación marginal, como tzeltales y tzotziles. Los puso a la vista de los mexicanos, pero también del resto del mundo", apunta De la Garza.
El actual orgullo patrimonial contrarresta siglos de represión, humillación y olvido, aunque sería ingenuo convencerse de una reparación total, a no ser que esta pase exclusivamente por lo pecuniario. En el interior de los sitios mayas, se suele observar a jóvenes adolescentes vendiendo souvenirs con sobreprecio a turistas europeos. Hace diez siglos, esas mismas niñas ocupaban los mismos palacios ante los que esos visitantes -más de 5 millones anuales en el área maya, de Palenque a Tulum- se extasían hoy.
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