Héroes y aventuras de América Latina
El argentino Marcelo Figueras rinde homenaje a los clásicos en 'El rey de los espinos'
No tienen súperpoderes ni disfraces ridículos. A los fusiles cósmicos prefieren los cheques y esconden detrás de un traje su falta de escrúpulos. En fin, que los anodinos villanos de hoy en día nada tienen que ver con los fascinantes malos de los cómics. “No es que el mal no exista, pero su rostro y sus modos son distintos. No hay enemigos carismáticos como Ming el Despiadado o Joker. El único que podía funcionar era Bin Laden, y ya se han encargado de eliminarlo”, cuenta Marcelo Figueras. Así que, a falta de sus némesis, ¿qué harían los héroes en nuestro mundo? Contestar a esa pregunta (y a varias más) le ha costado al escritor y guionista argentino más de 500 páginas, las de su última novela, El rey de los espinos (Suma de Letras).
El libro arranca con la muerte de un autor de cómic. Su departida pone en marcha una trama que bien podría encajar en sus historietas: cuatro héroes de sus tebeos se ven catapultados en el mundo real, donde les esperan dos jóvenes aliados y decenas de aventuras. Un viaje frenético, que condujo a Figueras hasta su pasado. Tras centrar novelas como El muchacho peronista o Kamchatka en la dictadura —“necesité que mis primeros libros metabolizaran la experiencia de vivir en mi país en esos años"—, el autor sintió que ya podía dedicarse a la obra que siempre había tenido en la cabeza.
“Tengo la sensación de que los otros libros son la excepción. Pensé: ‘¿por qué no escribir la historia que quería hacer desde que tenía 4 años?”, relata. Esa historia es El rey de los espinos, mezcla en salsa latinoamericana de la prosa de un escritor aplaudido con los sueños de un niño que hacía volar su fantasía gracias a Salgari, Verne o Melville. “He querido ser escritor desde que tengo uso de razón, siempre fui nerd de la literatura. Mis padres me cuentan que en las fiestas era el niño que desaparecía y lo encontrabas con un libro”, recuerda el autor.
Además del tributo a los autores que tanto amó, Figueras también quería homenajear a Héctor Oesterheld, célebre guionista de cómics argentino, secuestrado por la dictadura y desaparecido en 1977. Y, ya puestos a cumplir deseos, el autor necesitaba realizar otra aspiración: “Adoro los géneros clásicos pero echo en falta relatos de aventura, terror o fantasy que recojan nuestra sensibilidad latina. Tenemos talento y mitología de sobra para hacerlo”.
Tres recomendaciones
Novelista, guionista, aficionado famélico de series, a punto de rodar su propia película, Marcelo Figueras toca a la vez muchos ámbitos culturales. Tantos como para pedirle una recomendación en cada sector.
Cine: Boyhood. Me parece una de las películas mas conmovedoras y uno de los mas perfectos usos del cine como lenguaje visto en mucho tiempo.
Literatura: Dante in love. Es una suerte de mirada biográfica intentando entender al hombre que escribiría la Divina Comedia.
Series: Rectify. Cuenta la historia de un tipo de 36 años que se ha pasado más de la mitad de su vida en el corredor de la muerte por haber asesinado a su novia cuando era adolescente. Gracias a la evolución tecnológica, la prueba principal en su contra se cae. Así que le liberan, vuelve a su pueblo, y la serie tiene este aspecto muy novedoso, muy Terrence Malick, de un tipo que intenta entender ese mundo que no se parece en nada al del que se ausentó.
Para ello, de poco le servirían los héroes habituales. ¿Acaso el Capitán de la a menudo odiada América podría liderar su escuadrón latino? Así, de la tradición Figueras solo se quedó con el marco: un pirata, un viajero del tiempo, un caballero y un vampiro. A partir de ahí, pintó un cuadro totalmente distinto: su bucanero es adicto al opio, el espadachín es árabe y gay y el bebesangre luce origen maya y un físico bastante más deprimente que el de Robert Pattinson. “Mi sensibilidad no puede ser la misma que la de Tolkien [El señor de los anillos] o Martin [Juego de tronos]. Inevitablemente tiene que ver con la empatía por los marginados del mundo, por los que nunca llegarán a reyes de nada y luchan batallas épicas solo por alcanzar algo parecido a la felicidad”, defiende Figueras.
Su discurso sobre el planeta más allá del primer mundo le lleva directo a una cuestión que parece importarle especialmente. La define como “división internacional del trabajo intelectual”. “A los países periféricos se nos permite que tengamos creaciones muy locales u ocasionalmente alguna figura rutilante por el lado del arte más exquisito. Los Estados centrales, de EE UU a Reino Unido, se reservan los grandes relatos que todo el mundo consume, tienen el monopolio del policial, la ciencia-ficción, el fantasy, etc”, añade Figueras. En busca de explicaciones, el autor acude a los medios, tanto económicos como de canales de difusión, con los que estos gigantes cuentan.
Sin embargo, Latinoamérica también sufre el ataque del fuego amigo. “Ha habido un enorme desarrollo de la cooperación económica, salvo para los bienes culturales. A la Argentina no llega lo que hacen en otros sitios de Hispanoamérica ni lo que producimos llega a otros lados. La distribución del cine español en mi país, por ejemplo, es tétrica”, agrega. El autor cree que falta una apuesta por la cultura como marca de la casa, producto rentable a exportar, al estilo del ganado argentino o de la agricultura.
Es eso, según Figueras, lo que necesita el cine de su país, que ya cuenta con “mucho talento y muchísima producción”. A ella, tarde o temprano se añadirá el filme que el propio autor quiere dirigir desde hace tiempo. Se titula Rey y narra la historia de un tipo que sale de la cárcel y al que su exmujer impide ver a su hija. Pesa a que Figueras cuenta en su currículo de guionista con taquillazos como Kamchatka y Peligrosa obsesión, la película está en busca de financiación. Al fin y al cabo, hacer cine hoy en día es otra aventura.
Babelia
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