Mantis juveniles
En la América del concierto ellas son el desconcierto, las adolescentes que se rebelan
En los Estados Unidos de los años cincuenta no todas las chicas se conformaban con ser Betty Draper o Trudy Campbell, pasivas esposas jarrón de Mad men, perfectas tras sus faldas acampanadas, su aparente placidez y su perfección de valla blanca de casa impoluta pintada por Norman Rockwell (que no por Edward Hopper). Y una de ellas debió ser la novelista Joyce Carol Oates: “Los lemas secretos no tenían que ver con la memoria, sino con el pesar y los remordimientos y el sentimiento de culpa y el arrepentimiento y el pecado, cosas que otra gente más débil podía sentir”, escribió en Puro fuego. Gente más débil, quizá como Megan o Trudy, una especie que la escritora registra casi fuera de campo en su novela, adaptada por el francés Laurent Cantet en la dolorosa y deliberadamente ambigua Foxfire, confesiones de una banda de chicas, primera película en inglés del director de La clase.
En la América del concierto ellas son el desconcierto, una panda de (casi) adolescentes que se rebelan como las mujeres que aspiran a ser y que quizá ya son. Contra el poder establecido, cualquiera de ellos, pero sobre todo contra el hombre, representado aquí por una panda de petercampbells con aliento a whisky y constante erección. Eso sí, Cantet, como Oates, huye del esquematismo y retrata a una pandilla de chicas de gran valor, pero, alguna de ellas, a un paso de la demencia, en ese momento en el que el idealismo, la utopía y la revolución se abren paso a dentelladas que no acaban de controlarse y que culminan en fatalidad, al estilo de Criaturas celestiales. Quizá la revolución sea eso.
FOXFIRE, CONFESIONES DE UNA BANDA DE CHICAS
Dirección: Laurent Cantet.
Intérpretes: Raven Adamson, Katie Coseni, Madeleine Bisson, Claire Mazerolle, Payge Moyles.
Género: drama. Francia, 2013.
Duración: 143 minutos.
La banda sonora del grupo canadiense de folk Timber Timbre le otorga una extraña atmósfera, entre la desolación y la esperanza, y, aunque lejos en ambiente de su cine social contemporáneo, la cámara de Cantet (o, mejor, las dos cámaras, porque así se rodaron las secuencias de grupo, lo que evita el convencionalismo del plano-contraplano) no pierde su estilo documental. Concha de Plata a la mejor actriz en San Sebastián para Katie Coseni (¿por qué no Raven Adamson?), Foxfire inspira sensaciones tan complejas que cada uno deberá ser el encargado de sacar conclusiones, allí donde algunos confunden la independencia con el lesbianismo y el heroísmo con el antiheroísmo.
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