Cuando las mujeres olfateaban el sexo de los hombres
Martí Gironell recrea la Prehistoria española en su novela ‘El primer héroe’
Eran tiempos duros los de la Prehistoria, pero también de excitantes novedades. Muchas, a tenor de lo que relata el escritor y periodista Martí Gironell en su nueva novela El primer héroe (Ediciones B). Y es que a lo largo de las páginas, y de las peripecias del protagonista, el ingenioso Ynatsé, se descubre que nuestros antecesores del Neolítico conocían —además de la música, la pintura, la escultura, la escritura, el Más Allá y el amor— la anestesia, la construcción naval, el camuflaje, la equitación, la momificación, las bebidas energizantes, los cigarrillos, la penicilina, el sexo oral, una sustancia precursora de la Viagra y hasta el cepillo de dientes. Pues vaya con la Prehistoria.
“Ha habido siempre una tendencia a deshumanizar y brutalizar la Prehistoria, pero es una visión incorrecta”, señala Gironell (Besalú, Girona, 1971) mientras recorre literalmente el escenario de su novela, un conjunto de cabañas, palafitos y corrales en el borde del lago de Banyoles (Girona). Es el yacimiento de La Draga, donde se está excavando (y se ha reconstruido en un sector) un poblado del Neolítico antiguo de hace unos 7.000 años. El yacimiento, calificado de “la Atapuerca neolítica”, fue descubierto en 1990 y es el único prehistórico de ambiente lacustre de la Península ibérica.
Del interior de una cabaña adornada con un cráneo y unas pieles de conejo aparece el arqueólogo Eudald Carbonell, catedrático de Prehistoria y uno de los codirectores de Atapuerca, que ha asesorado a Gironell en su novela. “Es muy amena, un buen relato de aventuras sin perder el rigor histórico”, establece. “Fui a llamar a su puerta”, apunta por su parte el novelista, “y seguí sus consejos para viajar al Neolítico”.
Para Gironell, lo que nos separa de la gente de La Draga es solo la tecnología. “Hemos avanzado pero quizá no tanto”. Carbonell afirma que “si te sentaras a la mesa con un neolítico te sorprendería lo que te entenderías; la forma de encarar los problemas era la misma”. Conversando con ambos en esta excursión por la Prehistoria sale a colación el nombre de Jean Auel, autora de la saga de El clan del oso cavernario, referencia moderna en cuanto a novelas del género y una buena conocida de Carbonell. “Escribir novela, lo he hablado mucho con ella, no es hacer ciencia. Tienes que evitar caer en el exceso de información y didactismo. Si te conviertes en narrador documental no es lo mismo, la información exhaustiva produce novelas infumables”, subraya el estudioso. “Has de concentrarte en la narración y no emborracharte de documentación", sostiene Gironell.
En el Neolítico ya se conocían la anestesia, los cigarrillos, la construcción naval y el cepillo de dientes
En El primer héroe, el lector sigue las andanzas de Ynatsé, un hombre que se mueve en la transición de las comunidades de cazadores-recolectores a las de campesinos y ganaderos. Sus aventuras le llevan primero a visitar el otro gran yacimiento neolítico catalán, las minas de variscita de Gavà —en el trayecto, a la altura quizá de Barcelona, le atacan unas hienas—, y después a un largo periplo que incluye un círculo de piedra muy al norte inspirado en Stonehenge, las cuevas de la Monaca en Calabria o el actual yacimiento de Catal Hayuk, en Anatolia (Turquía), “ya una smart city entonces, con una población de 8.000 personas”. ¿Todas esas vicisitudes, los viajes, los descubrimientos como la penicilina, son verosímiles? “Hay licencias, porque es una novela, pero no son cosas imposibles”, responde Carbonell.
Además del corajudo protagonista aparecen otros personajes que son típicos de la novela prehistórica desde J. H. Rosny (En busca del fuego) a Auel: el chamán adelantado a su tiempo, la mujer innovadora y rebelde que lucha por mejorar su condición, el jefe sujeto a las costumbres… “Me reconozco deudor de la tradición, pero mis personajes son fruto de mi imaginación”, matiza Gironell, que afirma haber empezado El clan del oso cavernario pero haberlo dejado. Entre las cosas que sorprenden en la novela está que el chamán descubra la interpretación de los sueños con bastante adelanto a Freud o que el protagonista manifieste tendencias agnósticas. “Los humanos empiezan a tener una visión central del hombre en el cosmos ya en el Magdaleniense, hace 14.000 años. El ser humano va tomando centralidad de hecho antes como muestra la tendencia antropomorfizadora de su arte”. Que el novelista reivindique la modernidad de los neolíticos no quiere decir que no haya en el relato actitudes que hoy parezcan superadas —como que las mujeres manifiesten su interés olfateando el sexo a los hombres— y salgan en la novela cosas que te ponen los pelos de punta: cazadores de cabezas caníbales, amazonas homicidas y en la comunidad del lago la violación de las chicas sin pareja es práctica aceptada. “Siempre ha habido gente de todo tipo”, reflexiona Gironell.
El protagonista viaja desde Gavá, Barcelona y Girona a Turquía, pasando por Calabria
El sexo prehistórico presenta en la novela una gran variedad. Los personajes practican la felación, el cunnilingus, el sexo anal y la masturbación, y el protagonista se ejercita con un cuenco de arena en la retención de la eyaculación de una manera que sugiere una avanzadilla del sexo tántrico en el Neolítico. “El sexo humano se sofistica con la observación de la naturaleza”, coinciden ambos. Como en todo lo demás, como en la tecnología, se va aprendiendo. “Hay mucho empirismo”. Carbonell señala que “la felación es prehistórica”, mientras que Gironell pregunta maliciosamente si las dudas sobre el rico repertorio sexual prehistórico no obedecerán a prejuicios: “Siempre creemos que somos mejores”.
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