Misión: reformar España
Una muestra recrea en la BNE la labor renovadora en la ciencia, la política y las artes de la Generación del 14
Hace cien años, José Ortega y Gasset (1883-1955) pronunció en el Teatro de la Comedia en Madrid un discurso, Vieja y nueva política, que se convirtió en el certificado de nacimiento de un movimiento de científicos, escritores, políticos e intelectuales unidos por un afán común —reformar España— que prevaleció sobre sus diferencias. Cuando Ortega invitó a europeizar el país, el mundo se movía a grandes zancadas (movimiento sufragista, apertura del canal de Panamá, nuevas teorías de Einstein y Freud, inauguración de la primera aerolínea regular) aunque faltaban pocos meses para que el inicio de la Gran Guerra frenase en seco la carrera.
La exposición La Generación del 14. Ciencia y modernidad, inaugurada ayer por el príncipe Felipe en la Biblioteca Nacional donde permanecerá hasta el 1 de junio, rescata a todos aquellos que pugnaron por sumarse a la corriente del progreso social, como Ortega y Gasset, Azaña, Marañón, Juan Ramón Jiménez (en 1914 publicó Platero y yo), Madariaga, Sánchez Albornoz, Gómez de la Serna, Pittaluga o Falla. Junto a ellos —y esta fue una de las singularidades de la generación— se codeaban mujeres, que estaban (o lo estarían a la vuelta de los años) en primera línea de la filosofía, la pedagogía, la literatura, el periodismo o la política: María de Maeztu, Victoria Kent, Clara Campoamor, María Goyri, Margarita Nelken, María de la O Lejárraga o Sofía Casanova.
La ciencia, una asignatura pendiente pese a algunas figuras sobresalientes como Ramón y Cajal (Nobel en 1906), se convirtió en troncal. “Ciencia resultó la palabra clave para aquel grupo generacional que, de hecho, fue el primero en la historia de España que no estuvo compuesto por hombres vinculados, únicamente, al mundo de las letras”, escribe en el catálogo el comisario general Antonio López Vega, que ha contado también con el asesoramiento del historiador Juan Pablo Fusi. Son los años de gloria de Leonardo Torres Quevedo, que desarrolló el transbordador del Niágara o una máquina precursora de la calculadora, entre otros inventos. “Ningún ingeniero español ha tenido la repercusión internacional de Torres Quevedo. España vive una edad de plata en la ciencia en el primer tercio del siglo XX, sobre todo gracias a las becas de la Junta de Ampliación de Estudios (1907)”, señala José Manuel Sánchez Ron, el comisario científico de la muestra, organizada por la BNE y Acción Cultural Española (AC/E).
La junta becó a 2.000 científicos para formarse en el exterior, entre ellos 350 médicos, que establecieron conexiones con los talentos de la época y que facilitaron las visitas a España de Albert Einstein, Marie Curie o Paul Valéry. “La junta fue el embrión y fundamento de una nueva medicina que constituyó uno de los enclaves de modernidad”, sostiene López Vega. Se revolucionaron la investigación, de la mano de Cajal, y la asistencia, de la mano de Marañón. Su viaje a Las Hurdes, en 1922, que se enmarcaba en esta visión de la medicina como una obligación pública, “permitió poner en marcha acciones terapéuticas que paliaron el hipotiroidismo congénito y endémico de su población”, precisa el comisario.
Arropada por una colección de obras de artistas coetáneos, como Picasso, Miró, Zuloaga, Gargallo, Gutiérrez Solana o María Blanchard, la muestra explora las relaciones del grupo con América y con los movimientos nacionalistas. “Tienen una idea integradora de España”, subraya López Vega.
En Cataluña arranca el noucentisme (D'Ors fue la principal figura), que impulsó instituciones, como el Institut d'Estudis Catalans, que “pudieran legitimar culturalmente la política”, según Ricardo García Cárcel y Andreu Navarra Ordoño. En Galicia, en opinión de Ramón Villares Paz, se forja el grupo más fértil y compacto de toda su historia cultural contemporánea: la xeración Nós, con figuras como Alfonso R. Castelao, Vicente Risco o Ramón Otero Pedrayo. Jon Juaristi señala que en el País Vasco, marcado por “una fuerte impronta regionalista”, destaca la figura de Ramón de la Sota, que financió la revista Hermes e impulsó la creación de la Sociedad de Estudios Vascos.
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