Sergi Arola: “¿Por qué no precintan los campos de fútbol que deben millonadas?”
El restaurante madrileño del cocinero fue cerrado ayer por deudas con Hacienda “Joan Roca y Eneko Atxa se han ofrecido a venir y cocinar y recaudar fondos”, asegura
La voz de Sergi Arola no suena tan marchosa como siempre. No está para bromas. Se encuentra “en estado de shock”. Ayer, unos funcionarios de Hacienda precintaron la bodega, la coctelería y la mesa de la cocina de su restaurante madrileño, Arola Gastro. Llevaban una carta de pago de 148.000 euros que debía ser satisfecha. No lo fue, y precinto al canto. La jefa de sala de Gastro, Sara Fort, su mujer y “compañera del proyecto vital y profesional”, con la que abrió el local en 2008 vivió, el asunto estupefacta: “No habían avisado”. Él estaba en Francia, donde es director culinario del Hotel París-Ópera. De allí voló a Portugal, a uno de los restaurantes que asesora, y desde allí conversa con este periódico vía telefónica, rabioso y “desolado”. “No sé qué pensar, ni qué decir, ni qué hacer, se te quitan las ganas de hacer nada”, musita, a la espera de que con sus asesores fiscales y los bancos pueda encontrar una solución a la deuda que le reclaman. “A ver cómo evoluciona la cosa”, dice, con el deseo de que el cierre temporal no sea definitivo. El precinto se ha traducido en más pérdidas: “Tuvimos que cancelar 26 reservas para la noche de ayer, y con este panorama vamos a perder al mes unas 600 reservas. Cada día de cierre vamos a perder una media de entre 6.000 y 7.000 euros”.
“Después de tantos años de trabajo durísimo, esto ha sido un golpe fuerte”, dice. Y lo considera un golpe bajo. “Es un escarmiento, no tengo la más mínima duda”, asegura. “Yo no tengo nada que esconder, no tengo casas ni coches, ni dinero en paraísos fiscales… Puedo dar la cara sin miedo a que me la partan”. El hecho de ser un cocinero mediático es, piensa, un motivo de ese escarmiento de cara a la galería social de defraudadores. “¿Por qué no precintan todos los estadios de fútbol cuyos clubes que deben millonadas?”, exclama, y se enciende ante la creencia de que los dueños de un restaurante de lujo viven a todo tren.
“Un restaurante gastronómico es deficitario, se lo puedes preguntar a todos los estrellas Michelin. Los cocineros no somos millonarios”, subraya. Y se queja de que el precinto de los bienes de su restaurante fuera en horario de máxima audiencia. Unos 40 comensales vivieron “el bochorno” en directo. “¿Por qué no fueron a las diez de la mañana, en vez de al mediodía, con las mesas llenas? Si quieres hacer un escarmiento, efectivamente lo haces así, cuando sabes que hay gente y que va a tener una difusión. Este episodio me recuerda a los recaudadores medievales”, dice, y el ver las fotos de su restaurante con las cintas de los precintos le ha dejado muy mal sabor de boca.
“Lo que me ha pasado a mí es una realidad que afecta a miles de pymes españolas. Esta gente está viviendo la misma indefensión y angustia que vivo yo”, afirma. “Los empleados (un equipo de 14) lo están pasando mal, están a la expectativa. Ya eran conscientes de que la situación del negocio era complicada. Pero ahora es más complicada aún”. Dada la crisis económica, los bienes están devaluados y su restaurante, que fue una elevada inversión, “ahora vale la mitad. Vivimos en una minusvalía”.
Los avales que el equipo Arola-Fort necesitarían para saldar la deuda no los tienen en este momento. Sobre la posibilidad de que surja el rescate por parte de algún inversor mantiene dudas y le sale su habitual mordacidad: “Hace muchos años que dejé de creer en los caballeros blancos, en los millonarios que surgen milagrosamente de la nada”. Si los problemas de Arola Gastro no se solucionan, hará lo que no le gustaría tener que hacer: “Si la sociedad no es viable actuaremos como otros empresarios, suspensión de pagos y ya está”.
El cocinero catalán (Barcelona, 1968) asegura haber recibido numerosas llamadas de colegas. “Joan Roca y Eneko Atxa se han ofrecido a venir y cocinar y recaudar fondos”, cuenta, pero ha declinado. También algunos clientes le han sugerido la posibilidad de que se sirvan comidas y ellos llevan el vino o de organizar comidas informales, pero “eso no es elegante. Somos un dos estrellas, no la fonda Pepita”.
Aunque tendrá que viajar a Madrid por el tema de su restaurante, el chef seguirá un periplo por los restaurantes que asesora. De Portugal irá de nuevo a París y luego a Bombay: “En mitad de esta vorágine seguiré trabajando y con la cabeza muy alta”.
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