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Derechos de autor sin fronteras

Un congreso defiende en Madrid el valor de la cultura en un mundo global

Iker Seisdedos
De izquierda a derecha, Sergio Balibrea, Antonio Millan y Kris Dekeyser.
De izquierda a derecha, Sergio Balibrea, Antonio Millan y Kris Dekeyser.

No son frecuentes los consensos en materia de derechos de autor, un mundo en el que hay tantas sogas como casas del ahorcado. Pese a todo, durante el I Congreso Internacional de la Propiedad Intelectual, que ayer reunió a una variopinta representación de agentes de organismos internacionales, secretarios de Estado, enviados ministeriales franceses, creadores, miembros de poderosos grupos editoriales de libros y de asociaciones de diarios, operadoras y gigantes informáticos, se alcanzaron algunos. En el proceloso mundo de la nueva economía global, las industrias creativas están llamadas a desempeñar un papel esencial. La protección de la propiedad intelectual merece una acción internacional conjunta en este mundo virtual en el que las fronteras son también cosa del pasado, pero conviene no olvidar las particularidades económicas y sociales de cada país. Si España (y Europa) verá la luz al final del túnel de la crisis será cuando se conceda a la cultura la importancia que se merece como elemento diferenciador y tabla de salvación. Y eso solo se podrá lograr trabajando por la oferta legal.

Algunas de esas ideas se asentaron en datos ofrecidos por ponentes internacionales en una nómina difícil de reunir y que incluyó representantes de la Comisión Europea, la Organización Mundial del Comercio, la Federación Internacional de la Industria Fonográfica, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, News Corporation o la embajada de Chile. Tras sus intervenciones, a las que siguió un interesante debate entre la industria y YouTube, quedó claro que el mundo de las ideas también produce números: cerca del 5% del PIB de la UE lo aportan las industrias creativas, que generan 6,7 millones de puestos de trabajo.

A la luz de estos datos, la defensa de la mesa moderada por Jorge Rivera, director de Cinco Días, con la presencia de los secretarios de Estado de Cultura e Industria, fue por crear un ecosistema que permita la pervivencia de estas realidades en peligro. El primero, José María Lassalle, advirtió que “los esfuerzos llevados a cabo a nivel nacional perderían su sentido de no existir una defensa coordinada y organizada a nivel global”. “Por eso es necesaria la colaboración de EE UU en la persecución de muchas de las páginas de contenido vulnerador”, explicó. A su lado, Erik Barnett recordó que EE UU dedica 40 millones de euros anuales a la lucha contra la piratería, mientras que el eco francés lo puso Jean-Philippe Mochon, del ministerio de Cultura, con una defensa de la exception culturelle por la que se pelea estos días en Bruselas.

La jornada había empezado con la comparecencia de dos escritores, Lorenzo Silva y Santiago Roncagliolo, lo cual se antojó simbólico; los creadores y sus obras son, después de todo, los cimientos sobre los que se asientan los edificios de las industrias creativas.

Clausuraron el congreso Darío Villanueva, secretario general de la RAE, y José Manuel Gómez Bravo, presidente del Observatorio de Propiedad Intelectual, organizador de la cita junto a la Universidad Rey Juan Carlos y Cinco Días. Prometió un libro blanco del observatorio en torno a las ideas del encuentro, titulado: La propiedad intelectual como eje estratégico de la nueva economía global.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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