Una agradable espina en el corazón
Lucina Gil retrata en Los amores difíciles' una galería de relaciones casi imposibles pero reales El documental se financió a través del 'crowdfuning' Todos los personajes son los auténticos protagonistas de esas historias
Quizás por la falta de ligereza. O, quizás, por ser demasiado alta. El caso es que, a sus 19 años, Lucina Gil no parecía haber nacido exactamente para el ballet clásico. Y su profesora se lo dejó claro, sin apenas tacto: “Distas mucho de ser genial, Lucina”. “Al principio fue un palo. Pero luego fue un alivio porque entendí que no tenía que ser perfecta”, recuerda Gil. Es decir, que cayó, pero se levantó. Y esa moraleja hasta le volvió a ser útil para Los amores difíciles, primer documental de Gil –hoy es actriz y directora- que ha ido de festival en festival, fue preseleccionado para los Goya y ahora busca un hueco entre las salas españolas. Su creadora calcula que lo encontrará pronto, “a lo largo de este año”.
“Es el retrato de varias historias reales de amores imposibles”, resume su criatura Gil. De ahí que, a lo largo de un verano (en la película) y 64 minutos (en la realidad), el espectador sea llevado a conocer una serie de relaciones improbables para un realista y fascinantes para un soñador. En cualquier caso, todas, según la directora y sus protagonistas “merecen la pena ser vividas”.
Entre una niña colgada de un joven mayor que ella, una señora que sigue hablando con un marido que ya no está y una mujer que intenta convencerse de que se merece “una nueva historia de amor bonita”, en la pantalla no queda mucho espacio para la alegría. “No nos preocupaba ni que las relaciones fueran felices ni que tuvieran final alegre. Me interesaba retratarlas con la mayor verdad y ternura posible”, relata Gil.
En efecto, difícilmente Los amores difíciles podría ser más auténtica: las historias son todas reales, y los personajes no son actores, sino los propios protagonistas de esas vidas. De hecho, ellos mismos las propusieron en una ventana online que la directora abrió y donde cualquiera podía enviar sugerencias para la película y proponer personajes. También se podía enviar dinero, según esa práctica llamada crowdfunding, que nació como ocurrencia en tiempos de crisis y hoy es casi tradición de los proyectos menores.
Con esa tormenta de ideas y de dinero, Los amores difíciles recaudó 10.000 euros (más o menos, una quinta parte de un presupuesto completado por la productora y por subvenciones, de la Comunidad de Madrid y del ICAA). Y recibió tantas historias de amor imposible que algunas tuvieron que quedarse fuera. “Había una de una pareja homosexual que me gustaba mucho. Pero uno de los dos murió y no quise forzar las cosas”, rememora Gil. Otros protagonistas, en cambio, se echaron para atrás: “Se nos propuso un señor casado que vivía un triángulo amoroso. Pero luego pensó que era mejor que no le rodáramos”.
Las historias que sí entraron buscan contar aquello que tan bien expresó Antonio Machado en cuatro versos que aparecen en la carátula del DVD de Los amores difíciles: “En el corazón tenía / La espina de una pasión / Logré arrancármela un día / Ya no siento el corazón”. Al fin y al cabo, el florecer de la película también fue repleto de espinas. Entre el nacimiento del guion en 2008 y el punto y final en 2012 hay ocho meses de rodaje, un año de montaje y unos productores que se acabaron cansando y dejaron de correr en medio del maratón. Ese sí fue un amor imposible.
Babelia
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