Tomando el pulso a Edipo
En total, tres Edipos, tres, que certifican el poder evocador y el enorme atractivo del mito a lo largo del tiempo y en contextos muy diferentes
Hay muchos Edipos, pero todos están en el de Sófocles. El gran trágico griego bebe en primer lugar del mito, como antes hicieron los dos grandes poetas fundacionales de la literatura europea, Homero y Hesiodo. Y fue la obra de Sófocles, autor de tres tragedias en torno o acerca de Edipo, la que inspira la larguísima progenie del desgraciado rey de Tebas que, en los últimos dos milenios, ha renovado la huella del personaje y la maldición de los labdácidas en la literatura occidental. Es también en el Edipo rey de Sófocles, “estrenada” en Atenas en torno al 429 AEC, en el que se centra Carlos García Gual para su libro Enigmático Edipo, mito y tragedia (Fondo de Cultura, 15 euros), un volumen en el que, además de disfrutar con su impecable traducción de la pieza, el lector hallará un auténtico vademécum sobre el personaje y su significado, desde sus orígenes arcaicos hasta sus interpretaciones modernas, incluyendo, desde luego, la freudiana. Fue precisamente Sigmund Freud quien comprendió que, más allá del conflicto entre destino y voluntad, o de la devastadora moraleja acerca del castigo (o fracaso) inherente al conocimiento, el mito universal de Edipo sigue conmoviéndonos por la especial naturaleza del material psíquico que en él se nos revela. Sea como fuere, Edipo es, y lo ha sido siempre, un contemporáneo de todos los que, en cada época, se dejan seducir por el relato de su empeño detectivesco en averiguar la verdad (“¿quién soy yo realmente?”) para ser, a la postre, despiadadamente aplastados por ella: ese “más vale no saber” implícito que, sintomáticamente, ya está en las primeras páginas del Génesis formando parte esencial del ADN de nuestra cultura.
El sol se merecía hace tiempo un libro para todo el mundo que explicara sintéticamente todo lo que a él pueda referirse
La trágica historia del parricida que se casó con su madre y se arrancó los ojos para no tener que contemplar el horror de la verdad se nos revela también por partida triple en el Edipo excepcional que acaba de publicar La Oficina, el mismo sello que el pasado año irrumpió en las librerías con su hermosa edición de El Archipiélago. El nuevo volumen, editado y traducido por Helena Cortés Gabaudan y Manuel Enrique Prado, reúne en páginas enfrentadas el texto bilingüe del original sofocleo y el de la correspondiente “retraducción” alemana publicada por Friedrich Hölderlin en 1804, poco tiempo antes de ser ingresado en una institución psiquiátrica. Ambos, a su vez, impecablemente vertidos al castellano, lo que permite comparar sus significativas diferencias. El texto esencial y despojado de Hölderlin fue acerbamente recibido por la opinión contemporánea, incluyendo la de sus amigos de juventud Hegel y Schelling, que creyeron ver en él signos inequívocos de la deriva demente de su autor. Pero, ilustrando lo que Martin Heidegger afirmó en Hölderlin y la esencia de la poesía (1936), el autor de Hiperión logra una vez más en su Edipo esa peculiar instauración del ser mediante la palabra poética que impregna toda la pieza de profundas resonancias filosóficas y literarias. Leídos hoy, juntos y enfrentados, ambos textos —y ese es uno de los méritos de este estupendo experimento editorial—, nos proporcionan otras tantas versiones distintas y complementarias de la tragedia. Por si fuera poco, el libro incluye, en su correspondiente DVD, una última —pero no menos interesante— relectura de la historia en soporte cinematográfico: la que llevó a la pantalla Pier Paolo Pasolini (Edipo Re, 1967) y en la que, liberado de toda limitación escénica y narrativa, el cineasta italiano volvió a recrear la inmortal historia, deslocalizándola en el espacio y en el tiempo, ambientándola en un universo desértico y casi posapocalíptico, y apoyando esa extrañeza espacio-temporal en una banda sonora en la que se integran tanto el Cuarteto de las disonancias de Mozart como los acordes del himno soviético. Una obra maestra del cine europeo en la que destacan por derecho propio las interpretaciones de Silvana Mangano (una Yocasta inolvidable), Franco Citti (un siempre atormentado Edipo) y Julian Beck, que da vida y espesor trágico al adivino Tiresias. En total, tres Edipos, tres, que certifican el poder evocador y el enorme atractivo del mito a lo largo del tiempo y en contextos muy diferentes. El libro (diseñado por Joaquín Gallego), se publica en tapa dura, con ventana troquelada para el DVD, y cuesta 24,80 euros, un precio nada exorbitante para un atractivo (y culto) regalo navideño.
Sol
Fue el primer dios que adoraron los hombres, lo que indica el temprano reconocimiento de su poder por parte de quienes aún no disponían de nombres para designar las cosas de este mundo. A él se hacían sacrificios, por él mataron y murieron muchos hombres y mujeres de este pobre planeta que sin él no habría existido. Hasta el propio J. M. W. Turner, que supo retratarlo como nadie en docenas de deslumbrantes pinturas, proclamó su divinidad (“the sun is God”) justo antes de morir, cuando se supone que uno ya no tiene ganas de engañarse. El sol nació hace 4.600 millones de años y aguantará otro tanto y un poco más antes de convertirse sucesivamente en lo que los astrónomos llaman enana blanca y enana negra y desaparecer después en el vacío infinito. Mientras tanto —y con tal de que la capa de ozono aguante—, el sol, cuya luz tarda ocho minutos y diecinueve segundos en llegar hasta nosotros, nos seguirá proporcionando calor, vida, alimento y energía. Este astro, que ha sido nuestro reloj y nuestro calendario, que nos ha guiado en nuestros descubrimientos e interviene constantemente en nuestro estado de ánimo (al parecer las revoluciones norteamericana, francesa y rusa coincidieron con poderosas erupciones solares), se merecía hace tiempo un libro para todo el mundo que explicara sintéticamente todo lo que a él pueda referirse. Persiguiendo el sol (Turner, 34,90 euros), de Richard Cohen, subtitulado La historia épica del astro que nos da vida, es la mejor, más asequible y completa enciclopedia del astro rey, un libro profusamente ilustrado que resulta difícil dejar de lado cuando se ha empezado a leer, y en el que se contemplan todos los aspectos con él relacionados, desde los meramente científicos, a los mitológicos, simbólicos y literarios (incluyendo unas estupendas páginas sobre las imágenes solares en la Lolita de Nabokov). Si quieren pasárselo bien y, a la vez, iluminarse, no olviden apuntarlo en su lista de desideratas librescas para estas fiestas.
Jardiel
La Biblioteca Castro ha completado su edición de las cuatro novelas de Jardiel Poncela (a cargo de María Pilar Celma) con Novelas II (50 euros), un volumen en el que se incluyen Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? y La ‘tournée’ de Dios, publicadas ambas a principios de la década de los treinta. Leídas ochenta años después, todavía sorprende, aparte de su marcada misoginia y su personal interpretación de los mecanismos expresivos del modernismo, el peculiar humor sarcástico y desencantado que destilan, notable, sobre todo, en el relato de esa esperpéntica y caótica visita de Dios a la tierra. Un libro para que relean los abuelos y, eventualmente, descubran los nietos.
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