Érase otra vez en Estados Unidos
La narrativa norteamericana se adapta al mundo global, entre la sátira y una suerte de realismo sucio virtual Un festival bilbaíno analiza el futuro de las letras de aquel país
Entre la rebeldía y la desidia. Entre el genio espontáneo y la escritura tallada en el laboratorio de los talleres literarios. Entre el viejo estereotipo del indomable escritor americano embebido en la propia nación como única excusa argumental y el joven escritor despertado a la conciencia de que el mundo global podría ser nada más que la intrincada suma de sus partes. El viaje emprendido por la narrativa estadounidense en el siglo XXI —ese que ha llamado la atención de revistas como The New Yorker o Granta, empeñadas en señalar estos y otros puntos de la cartografía de una generación de autores menores de 40 años— es uno de los ejes que centrará el festival bilbaíno Gutun Zuria, que este año celebra su quinta edición (hasta el 22 de abril) con EE UU como país invitado. Una buena ocasión para preguntarse: ¿de qué hablamos cuando hablamos de nueva narrativa estadounidense?
El escritor Javier Calvo, traductor de algunos de estos jóvenes cachorros, explica que uno de los sentimientos que unen a estas nuevas generaciones acaso sea el alivio. Librados de la responsabilidad de abordar la empresa de “la gran novela americana” tal como la entendían los grandes colosos de la narrativa estadounidense —de Phillip Roth a John Updike o Saul Bellow—, sus intereses son más livianos. Y más tibios.
Aunque los problemas siguen ahí. “Autores como Tao Lin ahondan en el angst de la generación de los nativos digitales”, explica Ana S. Pareja, editora de Alpha Decay, que publica sus libros en español en un catálogo en el que destacan nombres como los de Stewart Home o Breece D’J Pancake. Tao Lin, llamado el Kafka de la generación Facebook, “se centra en el aislamiento y la incomunicación de la juventud actual”.
Aunque más allá de la angustia, dice José Luis Amores, editor de Pálido Fuego, lo que mueve a los jóvenes escritores es la desidia. “Un aburrimiento que en muchos casos lleva de vuelta al nihilismo en su acepción más práctica: gente que no hace nada, como en Flatscreen, de Adam Wilson, o que hace poco, como en Leaving the Atocha Station, de Ben Lerner, y que desemboca también en la desesperación, como en There is no year, de Blake Butler. Estas novelas quizá retraten mejor la sensación de fracaso que sobrevuela la sociedad norteamericana que la laureada Libertad, de Jonathan Franzen”,
Nacido en Nueva York de padres taiwaneses, Tao Lin es ejemplo no solo de la ciberliteratura del tedio, construida desde y alrededor de Internet. Su multiculturalidad es hoy en día sistemática en las letras en EE UU, además de justificante de su apertura al mundo. “En EE UU siempre ha habido una literatura de los inmigrantes de segunda o tercera generación”, señala Valerie Miles, editora de Duomo y la voz de Granta en España.
Lo que ahora es novedoso es que son los propios inmigrantes, y no sus hijos, quienes están escribiendo en inglés. Ejemplos: Gary Shteyngart, neoyorquino nacido en Leningrado; Nami Mun, originaria de Seúl y criada en el Bronx; Daniel Alarcón, limeño que creció en Alabama. ¿Más? Téa Obreht, Miguel Syjuco, Teju Cole, Aleksandar Hemon o Junot Diaz se enfrentan a la ficción con una mezcla de influencias globales con la reivindicación de sus orígenes.
Carta blanca
El Festival Internacional de las Letras de Bilbao, Gutun Zuria, celebra su quinta edición entre el 16 y el 22 de abril con EE UU como país invitado.
Los escritores William Gibson, Chuck Palahniuk y John Verdon participarán este año en las charlas en torno al concepto “secretos y mentiras”.
Otros participantes destacados son el exdirector del New York Times, Bill Keller, el escritor y periodista Philip Gourevitch o el literato Tahar Ben Jelloun, que hablarán sobre periodismo, política, democracia y transparencia.
Iñaki Gabilondo, Bernardo Atxaga y Angels Barceló se suman a la convocatoria.
Pero no son solo los autores los que han ampliado las miras: “El público de EE UU está sediento de conocer literatura de otros idiomas”, asegura Miles, “y ha habido una explosión de traducciones, en parte gracias a autores como Roberto Bolaño o Stieg Larsson. Antes, las puertas de EE UU estaban un poco cerradas, pero eso está cambiando”.
Del microcosmos, al macrocosmos. De los relatos locales a las historias globales. Aunque como tendencia, esta tiene también sus notables excepciones. "En el terreno de la narrativa más o menos simbolista, asociada con la naturaleza y las relaciones familiares, están las dos obras de David Vann, Sukkwan Island, (Alfabia, 2010), y Caribou Island, (Mondadori, 2011)", señala Calvo. "También tiene un entorno rural Knockemstiff, de Donald Ray Pollock (Libros del Silencio, 2011), más cercana al mundo de un Dennis Cooper o un Harmony Korine", añade.
"Knockemstiff está en la línea del gótico sureño, de carácter retratista, costumbrista, pero más cañero. Es muy negro, plagado de vidas desesperanzadas, pero con ráfagas de humor", puntualiza Marc García, de la editorial Libros del Silencio. Esa querencia por el realismo sucio, en la línea de Bukowski, también se refleja en propuestas como Una mañana radiante (Mondadori, 2009), de James Frey (no tan joven -nació en 1969-, pero sí medianamente novato en la escritura), o Nami Mun. "Lejos de ninguna parte (Libros del Silencio, 2011) está enmarcada en los ambientes marginales, y trata temas como la prostitución, la vida en la calle…", explica García.
Y del drama simbolista (como el del exitoso David Vann) a la risa. “En el terreno de la sátira es donde han aparecido en mi opinión más autores relevantes, desde el hilarante Shalom Auslander hasta Nathan Englander y Gary Shteyngart. Curiosamente, los tres son judíos y se encuadran en la tradición de la sátira judía”, apunta Calvo. "Y los seguidores de la narrativa más experimentalista o posmoderna, con un tono lúdico y a la vez profundo, tienen a Jennifer Egan".
Como los de cualquier otra época, los literatos noveles de hoy siguen siendo hijos del contexto que les moldea. Uno de los factores que definen el momento actual son los talleres de escritura creativa, "que comenzaron a impartirse en los años setenta y ochenta, aunque es ahora cuando se ven sus frutos", señala Miles. "Aunque no creo que estos talleres creen buenos escritores, sino solo buenos lectores, sí que han servido como medio para descubrir quiénes son los escritores de talento, además de aportar un lugar donde la gente puede acudir", opina. "Autores destacados que han pasado por estos cursos son Daniel Alarcón o Nam Le, que son también autores con raíces no estadounidenses", indica Fuentes.
Ante toda esta amalgama, ¿hay algo que todos estos escritores tengan en común? “En todos los casos estamos ante situaciones generales retratadas sin un afán de grandeza”, señala Amores. Acaso tras esa falta de ambiciones se halle la razón a la noticia conocida este lunes de que el premio Pulitzer de ficción ha quedado desierto por primera vez en 35 años (el mismo galardón, por cierto, que en su pasada edición dio por vencedora a la nueva Jennifer Egan frente al viejo Jonathan Franzen).
El jurado debía decantarse entre tres finalistas: Train dreams, de Denis Johnson; Swamplandia!, de Karen Russel; y El rey pálido, novela póstuma de David Foster Wallace. Probablemente en la misma terna esté la explicación de la decisión. Y una última certeza sobre la nueva narrativa estadounidense: la sombra de Foster Wallace (que siempre pareció un perro del hortelano de las letras yanquis) sigue siendo, cuatro años después de su suicidio, demasiado alargada.
Babelia
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