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¿Un gran físico o solo un científico famoso? Stephen Hawking responde

Se editan las memorias, escritas por una ayudante, del divulgador del Big Bang

Stephen Hawking, en 2008, paseando por un parque de Santiago de Compostela.
Stephen Hawking, en 2008, paseando por un parque de Santiago de Compostela.ANDRÉS FRAGA

¿Es el físico Stephen Hawking realmente un genio o un científico que se ha hecho famoso por su condición física? ¿Son sus libros éxito de ventas solo porque vienen envueltos en exitosas campañas publicitarias? ¿Piensa Hawking realmente en Dios o es solo una estrategia para vender? Y la pregunta que da pudor admitir que uno quiere hacer: ¿cómo se las ha arreglado una persona tan gravemente discapacitada para llevar una vida tan rica en lo profesional y lo personal? A todas estas cuestiones —y por supuesto a muchas más— se da respuesta en Stephen Hawking, su vida y obra, de Kitty Ferguson, que Crítica acaba de sacar a la venta.

La autora, que conoce a Hawking (Oxford, 1942) desde hace décadas y narra su vida profesional y personal, lo describe como una de las personas "más saludables" que conoce, con "un tipo de salud profunda que transciende los límite de toda enfermedad". Como el mismo Hawking dice: "Elijo no pensar en mi estado ni lamentarme por la cosas que me impide hacer, que no son tantas". Lo cierto es que este físico teórico, autor de resultados cruciales para entender los agujeros negros y el origen del universo, ha conseguido que muchos piensen en él más por sus libros y su personalidad que por su enfermedad.

Recorrer los setenta años de vida de Hawking sirve para repasar cómo ha cambiado nuestra concepción del universo. Hawking empezó a estudiar cosmología en la Universidad de Cambridge en 1962 para ser discípulo de Fred Hoyle, que defendía que el universo no tenía un principio y siempre fue como es ahora. La cosmología era por entonces tan especulativa debido a la falta de datos que se consideraba casi "una pseudociencia", ha dicho el propio Hawking. Aún así, él, que a los 15 años quedó asombrado al enterarse de que el universo se expande, escogió cosmología porque aborda "las preguntas que todos nos hemos hecho".

"Elijo no pensar en mi estado ni lamentarme por las cosas que no hago"

Hoy la cosmología cuenta con muchos más datos, y ha sido precisamente Hawking uno de los físicos que más ha contribuido a sentar las bases de la teoría opuesta a la defendida por Hoyle, el Big Bang. También es uno de los que más éxito ha tenido a la hora de contarla: su convicción de que las cuestiones fundamentales siguen interesando —y su necesidad de dinero para pagar la educación de su hija— le impulsaron a escribir la primera obra de física teórica que ha logrado ser superventas. Una breve historia del tiempo, publicada en 1988, convirtió a Hawking en ídolo mediático. La teoría del Big Bang se considera hoy probada, pero este modelo no explica qué pasó en el mismísimo origen del cosmos. No hay matemáticas para ese tiempo cero. En 1980 Hawking afirmó en una famosa conferencia que antes de finales del siglo XX la física tendría una teoría del todo que explicara ese momento. Su predicción no se ha cumplido, y Hawking sigue buscando.

Sus padres no parecían considerar a Hawking especialmente inteligente —dudaban de que superara el examen de ingreso a Oxford—, pero debía serlo. De adolescentes, él y sus amigos construyeron un ordenador con piezas recicladas de relojes y objetos eléctricos. En Oxford iba sobrado. No tomaba notas. Apenas estudiaba. En Cambridge, donde no consiguió ser estudiante de Hoyle pero sí de Denis Sciama —otro influyente físico que resultaría decisivo para la carrera de Hawking—, la cosa cambió, pero con 21 años llegó el diagnóstico de su enfermedad. Le dieron dos años de vida. Se deprimió. Pero el pronosticó no fue certero. La enfermedad se ralentizó, y pareció concederlo una prórroga. La visión de Hawking cambió: "No morí. […] Descubrí para mi sorpresa que en ese momento disfrutaba de la vida mucho más que antes". Tres años más tarde se casaba con Jane Wilde y poco después nacería Robert, el primero de sus tres hijos.

"No hay sitio para Dios en mi universo", asegura el británico

Hawking dejó de escribir. Tenía las ecuaciones en la cabeza y sus colegas han contado que su trabajo se hacía cada vez más intuitivo. Quizás menos preciso, pero más audaz y visionario. Hawking se hizo famoso por su descaro en la exposición de sus ideas, y también por sus apuestas. La primera fue en 1976: Hawking apostó contra el hoy también famoso físico Kip Thorne sobre la existencia o no de un agujero negro en el sistema de estrellas binarias Cygnus X-1. Por entonces no se había detectado aún ninguno de estos objetos, y este era uno de los candidatos. Hawking estaba tan convencido como Thorne de que efectivamente había un agujero negro; su apuesta era, en realidad, una póliza de seguros: "He investigado mucho los agujeros negros, y sería todo un trabajo en balde si resultara que no existen. Pero en ese caso tendría el consuelo de ganar mi apuesta".

Otro de sus referentes constantes: Dios. Que Hawking mencione a Dios cada vez que saca un libro nuevo no debe de ser mercadotecnia, o no solo eso. Dios tiene mucho peso en la vida de Hawking, y no solo porque leyó mucho la Biblia de niño. Jane Hawking ha dicho que no se hubiera casado con él de no haber sido por sus profundas convicciones religiosas. De ella. Él en cambio ha dicho que "no hay sitio para Dios en mi universo".

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