"Fue finalmente que la cosa se acabó"
Murió Idea Vilariño y la generación del 45 empieza a quedar en silencio
La muerte de Idea Vilariño, la gran poeta cuyo amor con Juan Carlos Onetti ya es leyenda literaria, ha cortado la respiración de la cultura poética de América Latina y se ha dejado sentir como un silencio en la Feria del Libro de Buenos Aires, donde libreros y editores buscaron de pronto libros inencontrables de esta mujer menuda que dijo adiós a todo esto en Montevideo a los 89 años.
En Montevideo pasó lo mismo: un librero se asombraba el martes por la tarde, cuando un número bastante considerable de clientes acudían presurosos a buscar libros de Idea. "¿Los quieren vender más caros?" Así es a veces el contorno de las despedidas. La poeta que siempre quiso tacharse a sí misma iba a ser más leída, o más editada, después de muerta. Y sólo llevaba muerta unas horas.
Llevaron a Idea, en su último viaje, al viejo y elegante edificio de la Universidad, y allá arriba estaba su féretro, antes del sepelio, ante un grupo cada vez más numeroso de montevideanos que en vida la veían aparecer y desaparecer como una sombra cuya literatura marcó una generación, la de 1945, de la que formaron gente como ella, Emir Rodríguez Monegal y Mario Benedetti. Precisamente el martes se iba a celebrar un homenaje a Benedetti, en Madrid (donde sí se celebró) y en Montevideo, en el Centro Cultural de España. Éste se suspendió. Su promotora, Hortensia Campanella, autora de la última biografía de Mario, que está entre los libros requeridos de la feria (editado acá por Planeta, en España por Alfaguara), decidió que no era en absoluto el momento de ninguna algarabía. El silencio iba a ser ya homenaje a Idea.
Y el silencio lo iba a romper con canciones Daniel Viglietti, amigo de Mario, uno de los mitos vivos de la canción de autor en España y en América Latina. Iba a cantar los versos de Mario, pero no se pudo; le vimos entre los primeros que llegaron a rendir homenaje de despedida a Idea, y lo vimos preocupado hondamente por la salud de Benedetti, que reposaba, grave, debatiéndose entre su fuerza y su melancolía, en la cama del hospital Impasa. Nosotros estuvimos en el hospital. Los médicos son cautos, dan partes médicos cada mediodía, y de sus partes sólo se deduce que el paciente sufre. Ha sufrido mucho, sufrió el exilio, la melancolía, la enfermedad traidora del asma, y ahora sufre en una cama de hospital; muchas otras veces estuvo hospitalizado, en Madrid, en Montevideo; sus 88 años están ahora acosados también por esa cifra. La gente contiene la respiración, como si le intentaran ayudar a que siga respirando, y haciendo que otros canten. Viglietti estaba muy emocionado: él también cantó a Idea, y a Idea la cantaron muchos.
Idea es un mito literario; era, en la generación de 1945, una mujer entre mil hombres; se carteó con Juan Ramón, con Pedro Salinas; fue sistemáticamente una poeta de su propia voz, y eso era lo que le ponderaban sus maestros. Un libro extraordinario, Idea Vilariño. Una vida escrita, editado hace dos años en Montevideo por Cal y Canto y patrocinado, entre otros, por el Centro Cultural de España, reproduce mucha de esa correspondencia, y subraya la relación amorosa, que duró años, que mantuvieron Idea y Onetti, y que acaso se extinguió a la muerte de Idea. Sus versos, violentos, enamorados, las dedicatorias de Juan Carlos, quedan como testimonio de esa pasión que ahora es, para los lectores, uno de los mitos literarios de la literatura en castellano.
Brilla con honda luz
Algunos versos ahora no son sólo emblema de aquel encuentro (que tuvo tantos desencuentros), sino de la propia poesía amorosa. Pero donde ella brilla con su luz más honda, y más opaca, es en ese breve poemario, No, que se editó por última vez como libro solo en 1987 y que ahora es bastante inencontrable; en ese poema chiquito, acaso como la propia voluntad de permanecer de la poetisa, es el que contiene el siguiente epitafio: "No abusar de palabras/ no prestarle/ demasiada atención./ Fue simplemente que/ la cosa se acabó./ ¿Yo me acabé?/ Una fuerza/ una pasión honesta y unas ganas/ unas vulgares ganas/ de seguir./ Fue simplemente eso".
La mujer de esos versos se extinguió; sus versos siguen. Y la cultura literaria en español contuvo la respiración, en la feria, en los estudios de los poetas. "Inútil decir más", dicen los dos últimos versos de No, "Nombrar alcanza". Como si estuviera tachando, Idea construyó versos para desaparecer. Por eso quedan. Eso decían los que le escribían cuando ella les anunciaba que quemaba la pluma. Cuando dejamos Montevideo, la tranquila placidez de la ciudad parecía también uno de los poemas cuando aún compartía la riña y la melancolía con Juan Carlos Onetti.
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