La caída de una megarrevista científica expone el pelotazo de las editoriales en la ciencia
Una de las cabeceras que más estudios publican en el mundo, expulsada del sistema por irregularidades. Su editorial, Elsevier, supera los 1.300 millones de euros de beneficios al año

Con la humanidad atemorizada por la mortífera segunda ola del coronavirus, en otoño de 2020, una revista científica publicó un estudio con la solución: los amuletos de jade de la medicina tradicional china podrían prevenir la covid. La propuesta era delirante, pero el editor jefe del semanario, el químico español Damià Barceló, defendió sus filtros de calidad. Aquella revista, Science of the Total Environment —una de las 15 que más estudios publican en el mundo—, acaba de ser expulsada del grupo de cabeceras respetables por una de las principales empresas evaluadoras, tras descubrirse decenas de artículos irregulares. El escándalo expone el pelotazo de las editoriales científicas, que en los últimos años acumulan miles de millones de euros en beneficios procedentes de dinero público destinado a la ciencia.
Damià Barceló, nacido en Lleida hace 71 años, asumió la jefatura de la revista en 2012. En apenas dos años duplicó el número de estudios publicados. En una década lo multiplicó por 10, rozando los 10.000 trabajos anuales. A medida que aumentaba el número, bajaba la calidad, porque existía un incentivo perverso para aceptar trabajos mediocres: para publicar una investigación en la revista, un científico tiene que pagar 3.600 euros más impuestos. Emilio Delgado, catedrático de Documentación de la Universidad de Granada, lo resume así: “Es claramente una revista de puertas abiertas, atrapalotodo. Es lo que yo llamo una megarrevista, esto es, un meganegocio”. La cabecera pertenece al gigante editorial holandés Elsevier, que domina el mundo de la publicación de la ciencia, con un 17% de la cuota de mercado mundial. Sus 3.000 revistas publicaron 720.000 estudios el año pasado. El empresario sueco Erik Engstrom, presidente ejecutivo de RELX (la multinacional propietaria de Elsevier), ganó más de 15 millones de euros en 2024 entre su salario y otras remuneraciones.
Delgado y su colega Alberto Martín han analizado el extraño comportamiento de la megarrevista a petición de EL PAÍS. De todos los estudios publicados en Science of the Total Environment, el 40% son de autores chinos y el 8% están firmados por españoles, unos porcentajes que duplican lo habitual en su área temática. La tercera institución que más trabajos publica en esta revista, tras dos organizaciones de China, es el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el mayor organismo de ciencia de España, al que perteneció el propio Barceló hasta su jubilación el año pasado. “Con estos patrones podría pensarse en una posibilidad de fraude en la publicación, pero esto es una especulación”, opina Delgado.

El sistema científico funciona de un modo controvertido. El dinero y los ascensos de los investigadores dependen en buena medida del número de estudios que publiquen en revistas validadas por un par de empresas privadas. Una de estas compañías, la multinacional londinense Clarivate, expulsó el 18 de noviembre a Science of the Total Environment de su base de datos. “La revista ha sido eliminada porque ya no cumple nuestros criterios de calidad”, explica una portavoz, que rechaza ofrecer más detalles.
La calidad de las revistas científicas, en teoría, está garantizada porque otros expertos anónimos aceptan gratuitamente revisar los borradores para decidir si se publican o no. En Science of the Total Environment, este sistema estaba presuntamente corrompido. La propia editorial Elsevier ha retractado medio centenar de estudios publicados por el biólogo brasileño Guilherme Malafaia, tras constatar que sus trabajos recibían revisiones ficticias firmadas por científicos reales sin su consentimiento, como ocurrió con un artículo sobre el coronavirus en los peces y con otro sobre la toxicidad de un herbicida en las tortugas. Malafaia y Barceló son coautores en diversos estudios sobre la contaminación por microplásticos, pero esas investigaciones compartidas no han sido retractadas por el momento.
Las cuatro principales editoriales científicas —Elsevier, Springer Nature, Wiley y Taylor & Francis— ingresaron más de 6.000 millones de euros en 2024, con márgenes de beneficio inimaginables en casi cualquier otra industria, superiores al 30%, según un nuevo análisis encabezado por el antropólogo británico Dan Brockington, de la Universidad Autónoma de Barcelona. Este pelotazo colectivo se explica por ese sistema “publica o muere”, que premia incluso a los científicos inverosímilmente prolíficos que firman un estudio cada dos días, pero también por un cambio de modelo de negocio. Antes, los lectores pagaban suscripciones para leer revistas de calidad. Ahora, con la promoción del acceso abierto a la ciencia, son los propios autores los que tienen que pagar para que sus investigaciones se publiquen y los demás puedan leerlas gratis. Ese incentivo perverso —por el que tanto los científicos como las revistas ganan más cuanto más publiquen, sin importar la calidad— ha creado una burbuja de millones de estudios insustanciales.
Es lo que yo llamo una megarrevista, esto es, un meganegocioEmilio Delgado, catedrático de Documentación
Elsevier es la editorial que más estudios publica y la que más gana, con un 38% de margen de beneficio (1.333 millones de euros en 2024), según el análisis de Brockington y sus colegas. Los autores hacen un llamamiento a “desmantelar el sistema” que hace que miles de millones de euros de dinero público se dediquen a publicar estudios vacuos en beneficio exclusivo de empresas privadas. Según sus cálculos, Elsevier, Springer Nature, Wiley y Taylor & Francis han acumulado más de 12.000 millones de euros de ganancias en los últimos seis años. Entre los coautores del análisis figura el ingeniero español Pablo Gómez Barreiro, de los Reales Jardines Botánicos de Kew, en el sur de Inglaterra.
Una portavoz de Elsevier defiende su actuación. “Mantenemos los más altos estándares de rigor y ética en nuestras publicaciones para proteger la calidad y la integridad de la investigación”, afirma. La editorial realizó una primera indagación que culminó en decenas de retractaciones en Science of the Total Environment, oficialmente por la trampa de la falsa revisión de los artículos. “Ahora estamos llevando a cabo una investigación más amplia, centrada en los conflictos de interés, además de revisar los artículos señalados por otros posibles indicios de mala conducta”, añade la portavoz. La editorial pretende “rehabilitar completamente” la revista.
Damià Barceló es un científico hiperprolífico, de esos que llegan a publicar un nuevo estudio cada cinco días o incluso menos. Ha firmado unos 1.800 trabajos en su vida, más de 200 de ellos en Science of the Total Environment, su propia revista. Su nombre aparece en numerosas ocasiones como editor de sus propios estudios, como uno sobre fármacos en aguas residuales de México y otro sobre la contaminación química en los ríos Ebro y Guadalquivir.
La portavoz de Elsevier detalla que Barceló “renunció a su cargo” de editor jefe en marzo de 2025. “Este cambio formó parte de una iniciativa más amplia para fortalecer la gobernanza de la revista y abordar las inquietudes planteadas”, sostiene la portavoz. Para Elsevier, los “problemas sistémicos” que provocaron la expulsión de Science of the Total Environment “no pueden atribuirse a una sola persona”. Este periódico ha solicitado la valoraciel propio Barceló, tanto a través de su WhatsApp personal como en el correo de su actual puesto de profesor honorífico de la Universidad de Almería, sin recibir respuesta.

La hiperproducción de Barceló le ayudó a entrar en la Lista de Científicos Muy Citados, un listado realizado por la multinacional Clarivate que incluye a unos 7.000 investigadores de todo el mundo. Cuantos más científicos muy citados tenga una universidad, más arriba aparecerá en el influyente ranking de Shanghái, que designa a las teóricamente mejores instituciones académicas del mundo. Una investigación de EL PAÍS reveló en 2023 que Arabia Saudí ofrecía sobornos de hasta 70.000 euros al año para que los muy citados mintieran en la base de datos de Clarivate y declarasen falsamente que trabajaban en una universidad árabe, con el fin de auparlas con trampas en el ranking.
Damià Barceló figuraba desde 2016 como profesor de la universidad saudí Rey Saúd en primer lugar, pese a que su dedicación principal era ser director del Instituto Catalán de Investigación del Agua, en Girona. Barceló aseguró entonces a este periódico que no había cobrado 70.000 euros anuales. En 2013, el químico español recibió de manos del rey saudí, Salmán bin Abdulaziz, un premio dotado con 120.000 euros por sus investigaciones sobre los contaminantes en el agua.
Las universidades españolas, como las de otros países, se han convertido en “macrogranjas de gallinas ponedoras de estudios”, en palabras de Emilio Delgado y Alberto Martín, los expertos en bibliometría de la Universidad de Granada. Profesores con el currículum totalmente hinchado han llegado a catedráticos o incluso a rectores. Impulsada por diferentes manifiestos internacionales, la entidad española que decide si un profesor universitario puede ascender o si merece aumentos salariales, la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), ha cambiado sus criterios para dejar de evaluar a los científicos al peso. El presidente del Comité para la Integridad Científica de España, el médico Jordi Camí, ha hecho un llamamiento a ir más lejos. “Hay que limpiar este lodazal”, proclamó en una conferencia en Barcelona el 6 de noviembre. A su juicio, “hay que seguir introduciendo medidas para desincentivar, casi penalizar, el publicar por publicar”.
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