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Pérez Llorca, el alcalde de pueblo que se declara moderado y siempre se entendió con Vox

El nuevo presidente de la Generalitat, de 49 años, ha pasado de número dos de Mazón a sustituirle

Ferran Bono

Juanfran Pérez Llorca, de 49 años, tiene una foto en su despacho de Les Corts Valencianes en la que aparecen él y Carlos Mazón abrazándose efusivamente. Fue tomada en 2023 en el hemiciclo del parlamento, después de que su amigo y compañero de filas fuera investido presidente de la Generalitat. El jueves, no se inmortalizó ninguna imagen similar cuando Pérez Llorca dejó de ser su número dos, su negociador, para ocupar su puesto. Solo se estrecharon protocolariamente las manos.

Ambos escenificaron así el inicio de un nuevo mandato en el que un hombre que se declara moderado y hace gala de ser de pueblo coge las riendas del gobierno autonómico con la intención de pasar página y abrir una etapa de “serenidad”, “sosiego”, “tranquilidad”, alejada del “ruido”, según reiteró en su discurso de investidura. Para ello, no tuvo ningún problema en verbalizar y asumir las exigencias de Vox en política migratoria o medioambiental y focalizar sus ataques contra “las élites” de Bruselas y contra el Pacto Verde que sus correligionarios de Europa firmaron, dando alas al negacionismo del cambio climático.

Para lograr su objetivo, los votos necesarios para ser elegido, Pérez Llorca recurrió al vocabulario básico de la extrema derecha, al que le quiso quitar hierro despojándolo de ideología y revistiéndolo de “sentido común”. Recordó que él también ha pactado con Compromís en la Mesa de Les Corts y con todo el mundo sin mirar el carné en su pueblo, Finestrat, del que es alcalde desde 2015. Pero su desempeño negociador se ha significado sobre todo en su participación como secretario general del PPCV en las conversaciones para formar gobierno con Vox en 2023 y, posteriormente, ya como portavoz del grupo parlamentario popular, para sacar adelante los presupuestos de 2025, también con la formación ultra.

“Es un profesional de la política, un negociador, y pacta con quien tiene que pactar”, coincidían hace dos semanas varios vecinos de este municipio alicantino de 10.000 habitantes pegado a Benidorm, cuando su nombre se confirmó como el relevo de Mazón, reprobado por los familiares de las víctimas de la dana que causó 229 muertos el pasado año. Por cierto, no mentó ni una vez al expresidente durante la investidura. La cúpula nacional del PP, que rehusó enviar a alguno de sus representantes, no es ajena al mandato de pasar página.

En las calles empinadas de Finestrat no es fácil encontrar voces críticas con el alcalde que obtuvo 11 de los 13 concejales del consistorio (los otros dos son del PSPV-PSOE) en las últimas elecciones, incluso entre los que se declaran alejados ideológicamente del PP. Se imponen los comentarios del tipo: “Es uno más”, “uno de los nuestros”, “un vecino de pueblo y del pueblo”, “un festero como el que más” (en alusión a su participación en las fiestas del pueblo), “una persona cercana que puede pactar con Vox pero también va a les trobades” (encuentros reivindicativos del valenciano).

“Mi intención es que los ciudadanos vean en mí el mismo compromiso que vieron mis vecinos”, dijo Pérez Llorca en la investidura, en la que se prodigó más en valenciano que en castellano. Varios allegados no se creen que el político alicantino haya aceptado ser solo un presidente interino hasta las próximas elecciones sin dar la batalla por ser el candidato. Destacan su ambición y su pasión por la política.

Divorciado y con dos hijas, Pérez Llorca vive en una casa de su abuela, ubicada en las faldas a los pies del Puig Campana, una montaña de casi 1.500 metros de altura, desde la que se divisa una espléndida panorámica de la costa. Aficionado a la caza, en su juventud hizo sus pinitos en el teatro. Empezó a estudiar Derecho y al poco se dedicó al mundo de la empresa familiar. Entró en la política municipal a principios de la década de 2000, primero en una agrupación vecinal y luego ya en las filas del PP de Finestrat, donde el 60% de su población es de origen extranjero (rusos, polacos y ucranios han sustituido a los británicos en los últimos años), informa Jorge García.

Hace tres semanas, aparecía en el registro mercantil como apoderado desde 2001 de la empresa Rancallosa, que comparte con dos hermanas, dedicada a la promoción inmobiliaria y poseedora de diversas propiedades. En el debate de investidura, el portavoz socialista, José Muñoz, le preguntó si puede presentarse “como una persona normal cuando tiene un patrimonio inmobiliario de 4,3 millones” y si “solo va a legislar a favor de los que tienen ocho viviendas” y de “piscinas y trasteros ilegales”, en alusión al ahora elegido presidente. Desde su escaño, Pérez Llorca negaba visiblemente con la cabeza y luego pasó por alto dichas alusiones en la réplica. Desde el entorno apuntan que el patrimonio es familiar y que no tiene nada que ocultar. “Tranquilidad”, reitera Pérez Llorca.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.
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