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Un experimento logra transferir la asombrosa vida sin cáncer del ratopín a otra especie

Un superratón con un gen del insólito roedor africano acerca el sueño de exportar mecanismos de longevidad a los seres humanos

Un ratopín, en el Centro de Investigación del Envejecimiento de Rochester, en Estados Unidos.Foto: J. ADAM FENSTER (J. ADAM FENSTER) | Vídeo: EPV
Manuel Ansede

Un ratón vive unos tres años. Un hámster, cuatro. Una rata gris, cinco. Una cobaya, 12. Una capibara, 15. Y una ardilla gris oriental, 24. Todos son roedores y primos lejanos, algunos incluso tienen un tamaño similar, pero las asombrosas diferencias en su esperanza de vida sugieren que los más longevos esconden un secreto para vivir más tiempo con salud. El ratopín rasurado, o rata topo desnuda, pulveriza todos los récords. Es un animal que vive en colonias subterráneas en el Cuerno de África. Tiene el tamaño de un ratón, pero vive unos 30 años y algunos ejemplares superan incluso los 40. El equipo de la bióloga Vera Gorbunova ha anunciado este miércoles que ha logrado por primera vez “exportar” la longevidad de una especie a otra. Los científicos han insertado un gen del ratopín a ratones, creando superratones que viven más tiempo y son más resistentes al cáncer.

Gorbunova, codirectora del Centro de Investigación del Envejecimiento de Rochester (EE UU), cree que sus resultados demuestran que los mecanismos de los animales más longevos se pueden exportar al ser humano. Hace seis años, en una conferencia en Madrid, la bióloga mostró una fotografía del cuadro La fuente de la juventud, pintado en 1546 por el alemán Lucas Cranach el Viejo. En el óleo, ancianos y enfermos salen rejuvenecidos de una piscina con aguas milagrosas. “Mi trabajo es encontrar la fuente de la juventud”, proclamó entonces. Sus nuevos resultados son “una parte” de esa fuente de la juventud, asegura ahora.

El ratopín es un animal desconcertante. Vive hasta 40 años sin sufrir apenas cáncer ni otras enfermedades vinculadas al envejecimiento, como las cardiovasculares, las neurodegenerativas y la artritis. Hace una década, el equipo de Gorbunova descubrió una causa de esa inusitada resistencia a los tumores. Las células de los ratopines producen un ácido hialurónico que es cinco veces mayor que el de los ratones y el de las personas. Ese ácido hialurónico de alto peso molecular —un azúcar— tiene propiedades antiinflamatorias y anticancerígenas.

El grupo de Gorbunova ha insertado en unos 90 ratones el gen de los ratopines que produce ese extraordinario ácido hialurónico. Los roedores resultantes viven en promedio un 4,4% más, con un aumento del 12% en la duración máxima de la vida. En un grupo similar de ratones intactos, la incidencia del cáncer alcanzó el 83% en la vejez, frente al 49% en los modificados genéticamente. “Es la primera vez que se exporta con éxito un mecanismo de este tipo”, recalca Gorbunova.

La bióloga española Pura Muñoz, experta en envejecimiento, aplaude el nuevo trabajo, publicado este miércoles en la revista Nature. “El ratón resultante es fabuloso en muchos aspectos, un auténtico superratón. Vive muchísimo más de lo que le corresponde a su especie, lo que se relaciona con un menor nivel de inflamación y con una mayor protección de la barrera intestinal con la edad. Está mejor dotado para resistir el estrés del paso del tiempo”, celebra.

Pura Muñoz, hasta el año pasado catedrática de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona, trabaja ahora para los laboratorios Altos, una multinacional estadounidense creada en 2022 con un insólito presupuesto de 2.700 millones de euros, cuatro ganadores del Nobel en nómina y la misión de alargar la vida humana con salud. “Este es el primer trabajo que demuestra que el traslado de una característica propia de especies muy longevas a otra especie de vida mucho más corta es capaz de producir un alargamiento de la vida, con signos de envejecimiento más saludable”, explica Muñoz.

La bióloga Vera Gorbunova, fotografiada en mayo de 2022 en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, en Madrid.
La bióloga Vera Gorbunova, fotografiada en mayo de 2022 en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, en Madrid.Santi Burgos

Gorbunova —nacida en San Petersburgo, en la antigua Unión Soviética, en 1971— ya busca estrategias para aumentar con seguridad los niveles de ácido hialurónico de alto peso molecular en las personas. “Se podría hacer transgénesis, administrando los genes [del ratopín] en tejidos adultos humanos utilizando vectores [virus, por ejemplo] o nanopartículas. Lo mejor, por supuesto, sería utilizar pequeñas moléculas para evitar la degradación del ácido hialurónico de alto peso molecular”, detalla.

Sus superratones viven hasta un 12% más, pero esa cifra palidece ante lo observado en la naturaleza. Los ratopines viven un 1.000% más que los ratones. Gorbunova explica que sus animales modificados genéticamente sintetizan mucho más ácido hialurónico, pero también lo degradan a buen ritmo, al contrario que los ratopines, que lo acumulan. La bióloga afirma que su laboratorio ya está probando en animales fármacos experimentales que reducen esta degradación natural.

El biólogo venezolano Jorge Azpurua estudió hace una década las propiedades anticancerígenas del ácido hialurónico del ratopín en el laboratorio de Gorbunova. “Los nuevos resultados son muy interesantes. La duda hace 10 años era si el ácido hialurónico de alto peso molecular era suficiente para disminuir el riesgo de cáncer o si había múltiples mecanismos moleculares implicados. Por lo que veo en este trabajo, es suficiente”, señala Azpurua, ahora volcado en la investigación del cáncer de mama en la Universidad George Washington, en Estados Unidos.

Azpurua hace un llamamiento a no sacar conclusiones precipitadas. “Hay que ser prudentes, porque la biología molecular de los roedores, en general, es bastante distinta a la de los seres humanos. Lo más importante, en mi opinión, sería tratar de entender el mecanismo molecular a través del cual el ácido hialurónico disminuye la incidencia del cáncer”, subraya.

De momento no hay ningún elixir de la eterna juventud. El ácido hialurónico de bajo peso molecular, de hecho, se asocia a la inflamación y a la metástasis del cáncer, según advierten los propios autores del estudio. La bióloga Esther Titos, del Hospital Clínic de Barcelona, mostró hace un año que las personas con obesidad tienen altos niveles de este ácido hialurónico corto que favorecen la inflamación y las enfermedades metabólicas. Para Titos, los nuevos resultados son “espectaculares”, pero pide cautela. “Que nadie salga corriendo a las farmacias a comerse los geles con ácido hialurónico”, bromea.

Este azúcar, inyectado, se emplea desde hace décadas para tratar diversos trastornos, como la osteoartritis y la mala cicatrización de heridas crónicas, con dudas sobre sus auténticos beneficios. También se utiliza en medicina estética, por ejemplo, en procedimientos para camuflar asimetrías de la nariz, con incertidumbres sobre su eficacia y su seguridad. En el mundo de la cosmética, es un ingrediente omnipresente. “Ahora se abren muchísimas puertas a la investigación de los mecanismos, pero no hay que lanzar la idea de que el ácido hialurónico de alto peso molecular alarga la vida. Es un estudio en ratones, hay que ser cautelosos”, opina Titos.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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