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Junqueras desplaza a la prisión de Lledoners el centro político de Cataluña

El presidente de ERC intensifica su actividad política ante la debilidad del Govern de Torra y la línea dura de Puigdemont

Una pancarta por la libertad de Oriol Junqueras, en la Diada.Vídeo: Albert Garcia | ATLAS
Miquel Noguer

A la plaza de Sant Jaume de Barcelona, sede de la Generalitat y del Ayuntamiento, le ha salido un fuerte rival como centro de la vida política catalana. Con un Govern en precario y presidido por Quim Torra, que se autodefine como presidente “provisional”, los políticos presos en la cárcel de Lledoners (Barcelona) por la causa del procés han adquirido los últimos meses un protagonismo inusitado y de entre ellos destaca el presidente de ERC, Oriol Junqueras, que ha multiplicado su actividad para intentar llevar el independentismo a posiciones más pragmáticas, contrarrestando así la línea dura de Carles Puigdemont.

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Junqueras, con el resto de exmiembros del gobierno catalán encarcelados, fueron trasladados a centros penitenciarios catalanes la primera semana de julio. Los hombres escogieron la prisión de Lledoners, un centro moderno y de tamaño mediano considerado “poco conflictivo”. Todos comparten módulo, el número dos. Las reuniones son constantes y Junqueras las aprovecha para intentar mantener el liderazgo de su partido, Esquerra Republicana, al tiempo que trata de virar el discurso más exaltado de hace un año hacia posiciones más pragmáticas que, en muchas ocasiones, son difíciles de entender para unas bases independentistas a las que se había intentado convencer de que la República catalana era ya un hecho.

“Oriol tiene claro que Cataluña no solo no se ha independizado sino que el problema político no se resolverá en un año; que esto va para largo”, explica Sergi Sol, estrecho colaborador de Junqueras y que está ultimando un libro sobre el encarcelamiento del ex vicepresidente de la Generalitat.

Más allá de sus correligionarios han visitado a Junqueras políticos de amplio espectro. Entre ellos destaca el lehendakari Iñigo Urkullu, que acudió a Lledoners el 14 de agosto para entrevistarse con él. El gesto no fue baladí y esta visita despertó cierto malestar en el otro polo del independentismo, el que lidera Carles Puigdemont. “Aprovechando la visita a Junqueras, Urkullu debería haber visitado al resto de presos”, dijo la vicepresidenta del PDeCAT, Míriam Nogueras. Urkullu, que intentó sin éxito frenar la proclamación de la independencia el pasado 27 de octubre, buscó con esta entrevista con Junqueras, cuyo contenido no ha trascendido, dar cierto espaldarazo a quienes ahora defienden posiciones más templadas dentro del secesionismo, por más que Junqueras sea considerado el gran responsable de presionar a Carles Puigdemont para que, en lugar de convocar elecciones proclamase la independencia.

Además de Urkullu han visitado a Junqueras políticos como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, el dirigente de Esquerra Unida Joan Josep Nuet y políticos nacionalistas vascos como Joseba Azkárraga o Jon Iñarritu, de Bildu. El mensaje de Junqueras, sobre todo las últimas semanas es muy concreto y se basa en tres cuestiones. La primera: El independentismo hizo un gran acto de fuerza con la consulta del 1 de octubre del año pasado, pero no basta con el 47% de los votos para independizarse, y menos cuando los contrarios a ello están altamente movilizados e irritados por la situación, lo que ejemplifica con el hecho de que Ciudadanos ganase las elecciones catalanas del año pasado. En segundo lugar, llama a la “no confrontación”, ya que, según su entorno, está altamente preocupado por los conatos de violencia que han emergido en las últimas manifestaciones, de diferente signo, en Cataluña. Su tercera preocupación es la unidad de su partido, Esquerra. Teme que su encarcelamiento, que considera que “va para largo” junto al hecho de que la secretaria general, Marta Rovira, esté en Suiza para evitar la acción de la justicia española, minen las posibilidades del partido.

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"Sigue mandando"

Junqueras, que será candidato de ERC a las europeas, ha querido dejar claro las últimas semanas que, como dice un dirigente republicano, “sigue mandando, y mucho”. Son suyas las decisiones de situar a Ernest Maragall como candidato a la alcaldía de Barcelona o el plante de ERC ante Junts per Catalunya para que Carles Puigdemont no tenga un tratamiento preferencial en el Parlamento catalán respecto a otros diputados suspendidos por el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena. Estos movimientos han aumentado la tensión entre los dos grandes partidos independentistas, enzarzados ya en una disputa electoral para ver quien acabará teniendo el liderazgo del movimiento, hoy escorado hacia Puigdemont y su sector. En cualquier caso, Junqueras pide desmarcarse del expresidente: “no tengáis miedo a decir la verdad, no tenemos ninguna república; lo que hay que hacer es poner las luces largas y trabajar a largo plazo”, suele repetir.

El objetivo de Junqueras ahora es que el nuevo discurso de ERC cuaje entre las bases y que ello le dé el liderazgo del movimiento, que estos últimos meses ha quedado en manos de los sectores más radicales de la ANC y de Junts per Catalunya. En invierno llegará el juicio del procés y, después, en función de la sentencia otras elecciones catalanas. Esos comicios serán el gran medidor de los apoyos independentistas.

Acusaciones de trato de favor

La intensa actividad política de Junqueras dentro de la cárcel no ha pasado desapercibida y ha levantado algunas ampollas, especialmente en los partidos de la oposición. El PP ha denunciado reiteradamente un supuesto “trato de favor” por el régimen de visitas de los políticos encarcelados, algo que la Generalitat niega. El Gobierno catalán, responsable de la política penitenciaria, defiende que los presos de

procés

no tienen privilegio alguno. ¿Cómo se explica pues el flujo de visitas que reciben? ¿Se lo tolerarían a cualquier otro preso? La clave es que la inmensa mayoría de visitas que recibe Junqueras y sus compañeros son consideradas “institucionales”, esto es, de cargos públicos que, por ley tienen derecho a entrar en las cárceles y verse con quien quieran, sean altos cargos o diputados. Los abogados también tienen acceso ilimitado. En el caso de Junqueras son tantos los cargos que piden hora que ha tenido que poner algún freno, relatan fuentes próximas al dirigente. El resultado es que el

exvicepresident

dedica a las reuniones todo el tiempo que le queda libre fuera de las horas que tiene que estar encerrado en la celda o los horarios de las comidas, que son inamovibles.

Un portavoz del departamento de Justicia del Gobierno catalán asegura que todos los presos reciben igual trato y que Junqueras, como el resto, tiene derecho, además de las visitas privadas semanales, a un total de siete llamadas a la semana de ocho minutos cada una. Y todos ellos tienen hasta diez números autorizados por la dirección del centro. Otra cosa es quien responda a las llamadas al otro lado. No es raro que comunicaciones con la familia incluyan breves conversaciones con algunos de sus colaboradores.

Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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