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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La urraca ladrona

Quieren que el mundo sea el negocio de unos pocos, desde la sanidad y la educación, al cementerio, incluyendo la basura, y el aire quizá, quién sabe

Stephen King, inventor de historias de miedo, publica Dr. Sleep, segunda parte de El resplandor, una novela de 1977 que Stanley Kubrick, en su película de 1980, convirtió en fábula sobre el miedo que los niños tienen a un padre alcohólico. En la película el momento que desencadena el terror final llega cuando Wendy, mujer del escritor Jack Torrance, pobre dipsómano, descubre la novela en la que su marido lleva trabajando muchos días y noches: 500 páginas y una sola frase, “All work and no play makes Jack a dull boy” (“Sólo trabajar y nunca jugar han vuelto a Jack un tostón”), repetida maniáticamente página tras página muchas veces. No es una novela. Es un engaño amenazador.

Lo que repiten maniáticamente los gobernantes de la derecha desde hace años es que los servicios públicos son un desastre y que hay que privatizarlos en beneficio de los usuarios. Al usuario lo llaman cliente, porque el objetivo político es transformar a los ciudadanos en clientes forzosos de empresarios gestores de servicios tan imprescindibles como el agua. Quieren que el mundo sea el negocio de unos pocos, desde la sanidad y la educación, al cementerio, incluyendo la basura, y el aire quizá, quién sabe, convenientemente depurado o analizado. José Miguel Muñoz informaba hace unos días en estas páginas de cómo la vía privatizadora es dominante en los municipios andaluces en poder del PP.

El objetivo político es transformar a los ciudadanos en clientes forzosos de empresarios

Los administradores de Renfe, dependientes del Ministerio de Fomento, han decidido privatizar la gestión de parte de los aseos de la estación madrileña de Atocha. Creen que así mejorará el servicio, y lo explican: “Se pretende que el cliente perciba la importancia que tiene el cuidado de un bien público, valorándolo y haciendo un uso responsable”. Siendo palabras que parecen meditadas, medidas y razonables, demuestran una rotundidad autoritaria. La superioridad absoluta de los señores que las lanzan da por sentado que el cliente no percibe la importancia de las cosas, no sabe lo que es cuidar un bien público, no lo valora y, para colmo, lo usa irresponsablemente. La inteligencia superior del gobernante tiene que condescender a explicarse ante individuos infantilizados.

Es el imperioso modo de hablar de los propagandistas y vendedores de mitos. Uno de los mitos en circulación es el del empresario que, preocupándose de sus beneficios, favorece a todos. Pero la realidad de los últimos años abunda en ávidos empresarios propensos a anteponer a las normas vigentes la ley del beneficio máximo en el menor tiempo posible. Nos han inculcado que el mejor de los mundos es éste: un mundo de empresas que optimizan recursos, maximizan beneficios y minimizan costos, como se diría en la jerga obligatoria. Nos han enseñado a repetir una y otra vez las maravillas de la enseñanza privada, de la sanidad privada, del agua privada, aunque allí donde privatizan el agua aumente prodigiosamente la venta de aguas en botella.

Allí donde privatizan el agua aumenta prodigiosamente la venta de aguas en botella
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Lo lógico es que, optimizando recursos y maximizando beneficios y minimizando costos en los servicios públicos, suban los precios, baje la calidad o se abarate el gasto en mano de obra, o las tres cosas a la vez, para que todo sea peor y más caro. Pero seguirán y seguiremos repitiendo como urracas las fábulas privatizadoras. Seguiremos imitando al desgraciado que en El resplandor copiaba y copiaba su frase obsesiva. Para recordarnos el desmantelamiento gradual de todo lo que es compartido, común, dependiente de los impuestos que los ciudadanos pagan, las orquestas de las ciudades españolas salieron a la calle, sintiéndose en peligro de extinción, según contaba Flor Gragera de León en este periódico hace unos días. En Granada tocaron en Plaza Nueva, ante la antigua Audiencia Territorial, sede hoy del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. En todas partes interpretaban los músicos el mismo programa intrépido y festivo: Mozart, Gerónimo Giménez, Luis Cobos, y la obertura de La gazza ladra (La urraca ladrona), de Rossini, que también se oía, una coincidencia, en la película La naranja mecánica, de Kubrick.

(Curiosidad final: Kubrick le pidió a su secretaria para dar realidad a lo que se veía en El resplandor que escribiera a máquina no un folio ni dos con la frase repetida una y otra vez, sino 500 folios, en inglés y, previendo el doblaje, en su traducción al francés, español, alemán e italiano. En español, en versión de Vicente Molina Foix, la frase se convirtió en “No por mucho madrugar amanece más temprano”. La mecanógrafa heroica se llamaba Margaret Warrington).

Justo Navarro es escritor.

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