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tribuna libre
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La lista maldita

Nadie sabe nada sobre el futuro, pero entre los cien de hoy estarán sin duda algunos de los libros que seguirán leyéndose cuando ya no estemos, junto a aquellos que ya tampoco nadie discute hoy, ni es probable que los discutan mañana: Javier Marías y Javier Cercas

De izquierda a derecha, Javier Cercas, Irene Vallejo, Rafael Chirbes y Javier Marías.
De izquierda a derecha, Javier Cercas, Irene Vallejo, Rafael Chirbes y Javier Marías.C. ÁLVAREZ; S. DE ROMÁN; L. CENDAMO (GETTY) / S. SÁNCHEZ
Jordi Gracia

La maldición de las listas tiene su parte buena: permite identificar no solo aquello que pesa en el criterio del presente sino también aquello que ha ido difuminándose en la memoria como obra excelente o singular o incluso excepcional, pero barrida ya por la sucesión de los días y los títulos. No ha pasado algo distinto con la votación de los diez títulos más citados entre los cien críticos, autores, periodistas y afines. Al historiador literario le estimula mucho más el recorrido caprichoso y tentativo por una lista en la que aparecen títulos que sin conquistar los primeros puestos han sido relevantes en los veinte primeros años del siglo XXI.

Es llamativo que Sergio del Molino figure en el penúltimo lugar —el 99º— con La España vacía, que ha cambiado el lenguaje de la política y hasta puede haber impulsado candidaturas que encontraron una acuñación verbal que expresase su desolación civil (aunque también un conmovedor libro suyo esté por encima, La hora violeta). Pero es muy visible el peso del presente inmediato en algunos de los diez más votados, y quizá por eso pueden vivir una distinta valoración dentro de veinte años, con una nueva lista en la que no estaremos ni la mitad de los que hemos votado hoy. Es improbable para este lector que en esa lista de hits de los veinte primeros años del siglo XXI vaya a estar Un amor, de Sara Mesa, o El infinito en un junco, de Irene Vallejo, siendo la primera una buena novela y el segundo un ensayo lleno de amenidad y veracidad autobiográfica. Tampoco es fácil imaginar un futuro en el que perdure entre los diez primeros En la orilla de Rafael Chirbes (pero puede que sí Crematorio), quizá cambie también de lugar El mal de Montano, de Vila-Matas, y en cambio resulta hoy menos probable que caigan de forma ostensible dos autores irrefutables de las letras del siglo XXI, como son Javier Marías y su excepcional Tu rostro mañana (junto a Los enamoramientos y Berta Isla muy arriba) y Javier Cercas con una novela que compite a brazo partido con la historiografía profesional (Anatomía de un instante) y un libro que cambió el rumbo de la ficción con una legión de imitadores, Soldados de Salamina.

Es muy visible el peso del presente en algunos de los más votados, que quizá puedan vivir otra valoración en 20 años

El recorrido por la parte cada vez más oscura y más baja de la lista trae notabilísimas alegrías sobre la elasticidad lectora del gremio. La pluralidad de géneros, de lenguas (Margarit, Jaume Cabré, Manuel Rivas, Saizarbitoria, Irene Solà, Sergi Pàmies) y de edades destila el valor efectivo de una cultura humanística independiente de la rentabilidad comercial de los títulos y de las modas. Los diarios tienen un hito que jamás superará nadie desde que se publicó el de Ana Frank, pero comparecen en la lista de forma decorosa tanto Andrés Trapiello como Iñaki Uriarte (pero también Clavícula, de Marta Sanz, o Paul B. Preciado) aunque apenas nadie se ha acordado —ni siquiera yo mismo— de autobiografías y memorias que han sido uno de los géneros que el siglo XXI ha anclado a los hábitos de lectura del español de librería y de kindle (y solo al final comparece una estupenda biografía, la que dedicó Isabel Burdiel a Isabel II). Los primeros ensayos de fuste aparecen en los lugares 15º y 18º, pero en ningún caso invita ese lugar a la melancolía sino más bien lo contrario: la historia como profesión civil rara vez conquista una hegemonía que incluso podría ser tóxica. Pero esos dos grandes libros de Álvarez Junco y Santos Juliá, Mater dolorosa e Historia de las dos Españas, respectivamente, contribuyeron de forma efectiva a consolidar una visión antisectaria y también limpiamente progresista de un pasado que nunca acaba de pasar del todo.

Hay algunos libros que ya nadie discute hoy ni es probable que los discutan mañana: los de Javier Marías y Javier Cercas

Que El día del Watusi figure en el lugar 20º de la lista es otra virtud feliz de las listas largas y llenas de sorpresas imprevistas (las malditas son solo las short list) que puedan animar a un lector nuevo o a uno antiguo a sumergirse en esa extensa novela de un autor muy, muy prematuramente desaparecido como Francisco Casavella. La ingente cantidad de lectores de Almudena Grandes se sentirá mal representada en los lugares altos de la lista, con la memoria demasiado fresca de su reciente fallecimiento, de la misma manera que las novelas de Antonio Muñoz Molina penan en zonas bajas pagando quizá el precio de su precocidad literaria, más asociado a la literatura del siglo XX que a la del XXI. Quizá por la misma razón Enterrar a los muertos, de Ignacio Martínez de Pisón, figura en el lugar 57º, y verlo ahí da casi dolor por la calidad del libro mientras un excepcional poemario como Metales pesados, de Carlos Marzal, viaja hasta el puesto 85º, o una descarnada y sentimental novela como Ordesa, de Manuel Vilas, se sitúa en esa misma zona.

Nadie sabe nada sobre el futuro, pero entre los cien de hoy estarán sin duda algunos de los libros que seguirán leyéndose cuando ya no estemos, junto a aquellos que ya tampoco nadie discute hoy, ni es probable que los discutan mañana: Javier Marías y Javier Cercas.

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

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