En las revueltas del 68 se acuñó una manera adolescente de entender la política que es aún la nuestra. Es un modelo que maltrata a quienes recuerdan las dificultades y premia a quienes prometen todo a todo el mundo
El axioma básico de los nacionalistas es: “Hay conciudadanos que no son iguales a nosotros”. Sus propuestas no aspiran a ser aceptables en un marco democrático, ni por su contenido ni por sus principios
La argumentación de Ratzinger, cuando resulta inteligible, tiene escaso vuelo. En lo esencial nos dice que, como el relativismo resulta antipático y la razón insuficiente, la religión es nuestro único asidero
El castellano es la lengua común y ampliamente mayoritaria de los catalanes, según la propia Generalitat. Los datos no cuadran con el relato nacionalista. La pregunta es: ¿quién no respeta la identidad?
Pueden discutirse sus objetivos o sus posibilidades de éxito. Incluso el papel de los sindicatos. Pero no puede ignorarse la voz de los ciudadanos: pidieron una respuesta a la crisis que tuviera en cuenta a los más débiles
No hay manera de prescindir de consideraciones morales en las decisiones económicas. Poner a la venta ciertas cosas rompe con elementales principios de igualdad y corrompe el bien al que se le pone precio
Los fundamentalistas del mercado aseguran que este, sin intromisiones institucionales, asegura la prosperidad: mérito y bienestar, justicia y eficiencia. Con la crisis ni uno solo de sus principios ha conseguido mantenerse
El COI debería dedicarse a promover la equidad y la igualdad de los atletas a nivel global más que a esa lucha sin cuartel contra el dopaje. Está condenada al fracaso y conculca libertades básicas de los deportistas
Ni la tradición, ni la libertad de empresa, ni la protección de una especie, ni el arte y la diversión de los aficionados sirven para justificar una actividad que produce dolor y sufrimiento a un mamífero superior