Afrodescendientes y recursos: las peleas de la primera semana de la cumbre de biodiversidad
Se espera que la COP16 de Cali concluya el 1 de noviembre. A pesar de la ausencia del presidente de Brasil, hay cierto optimismo sobre su alcance
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La Conferencia de Diversidad Biológica, la COP16, que se celebra en Cali, Colombia, culmina la primera de dos semanas de negociación. Convertida en la cumbre sobre biodiversidad más grande hasta la fecha, delegados de más de 190 países llegaron a discutir con grandes expectativas, pues se trata de su primer encuentro después de que en 2022 firmaran el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, un histórico acuerdo con cuatro objetivos y 23 metas que se deben cumplir a 2030 para frenar el declive de la naturaleza.
Los países llegaron con la tarea medio hecha: solo 35 de 196 países han presentado su plan de acción nacional indicando cómo cumplir esas metas. Además, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, el más visible entre los siete mandatarios que habían confirmado su asistencia a la cumbre esta semana, canceló su participación tras sufrir una caída. Mientras, las negociaciones sobre el texto de decisiones de la COP16 continúan. Como suele suceder, se ha avanzado sobre todo en temas débiles y dejado para los próximos días los más espinosos.
Quizá por ser una conferencia realizada en Colombia, uno de los puntos que más generó ruido durante la semana pasada fue la propuesta que hizo este país, junto a Brasil, de reconocer a los afrodescendientes y sus conocimientos tradicionales en el Convenio de Diversidad Biológica (CDB), que nació en 1992 y dio pie a estas conferencias. Hasta el momento, el texto habla explícitamente del rol que tienen los “pueblos indígenas y comunidades locales” en el manejo y conservación de la biodiversidad. Lo que buscan ambos países, explicó Francia Márquez, vicepresidenta de Colombia, durante una rueda de prensa, es que también se mencione a los afrodescendientes en los textos del convenio para que “nuestro conocimiento se pueda poner como instrumento en el marco”.
Pero la propuesta recibió una fuerte oposición del grupo de negociación de África. Durante la plenaria, el delegado de República Democrática del Congo (RDC), voz de este bloque, se resistió “contundentemente” a que esto fuera un punto de agenda en las discusiones sobre el artículo 8 (j), uno bastante mencionado en la COP16, y que precisamente habla de comunidades locales e indígenas.
La negativa de África a esta inclusión demuestra que, detrás de las conversaciones internacionales, hay pugnas por definir qué significa qué y matices sobre cómo se entienden los conceptos alrededor del mundo. Para el grupo africano, los países, si así lo consideran, pueden incluir a los afrodescendientes como comunidades locales, por lo que ya estarían reconocidos por la convención. Además, creen que esta mención explícita lo que hace es legitimar el pasado de colonización, ya que los afrodescendientes son el resultado de los esclavos arrancados de África.
Tras una “larga noche”, como dijo Luis Gilberto Murillo, canciller de Colombia, la mención sí quedó en un borrador y para evitar que esta conversación – bastante profunda – bloquee el resto de las negociaciones alrededor del 8(j), la presidenta de la COP16, Susana Muhamad, creó un grupo de negociación aparte. Según relata el boletín que sigue las negociaciones, Earth Negotiation Bulletin, los delegados de este grupo se reunirán el jueves en la mañana en una sesión adicional.
Paralelamente, sobre el artículo de 8(j) se han dado algunos avances. Cándido Pastor, director Sénior del Programa Amazonía y Pueblos Indígenas y Comunidades Locales de Conservación Internacional (CI), dice que uno de los puntos en los que empieza a haber consenso es en que hay que crear vías para que los recursos financieros lleguen directamente a las comunidades indígenas y locales. “Siempre hay algunas tensiones, pero yo soy optimista de que esto se va a reconocer y salir adelante en la COP16″
Se espera más dinero
No es ninguna sorpresa que la discusión sobre financiamiento aún no tenga ningún acuerdo relevante. Cuando hay plata de por medio, las batallas siempre son largas. Y en la COP16 son varios los frentes sobre los que discuten los países. En el Marco Kunming-Montreal se estableció que se necesitan al menos 200.000 millones de dólares anuales para 2030 si se quiere frenar la pérdida de biodiversidad, y que los países desarrollados deben movilizar 20.000 millones de dólares anuales en 2025 y 30.000 millones anuales en 2030 para que las naciones más débiles económicamente puedan cumplir sus objetivos.
Una solución intermedia a la que se llegó sobre cómo se iban a mover los recursos – cuenta Ana Di Pangracio, directora ejecutiva adjunta de Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) de Argentina - fue crear un fondo fiduciario exclusivo para la biodiversidad acobijado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente, más conocido como GEF. “Desde la COP15, la pasada, los países del sur estaban pidiendo un fondo completamente independiente”, comenta, mientras varios del norte estaban de acuerdo con que sus recursos fueran al GEF. Así, el fondo de biodiversidad se creó tratando de encontrar un punto medio.
Pero los países han llegado a la COP16 sin superar esta batalla. Algunos han mencionado la posibilidad de crear un nuevo fondo que esté bajo la CDB y no bajo el GEF, otros piden hacer enmiendas a cómo funciona el del GEF y otros están contentos con lo que hay. No es una pelea menor. En la toma de decisiones sobre el GEF, por ejemplo, participan países como Estados Unidos, que es uno de los dos que no han querido unirse al convenio de biodiversidad, junto al Vaticano. Lo que quieren algunos países, sobre todo los conocidos como “en desarrollo”, es que se cree un fondo exclusivo y similar al que ya tiene la convención de cambio climático.
Al respecto, observadoras del proceso, como Linda Krueger, directora de Biodiversidad y Política de Infraestructuras de The Nature Conservancy, creen que, ante lo urgencia de la pérdida de biodiversidad, se debe trabajar con el fondo que ya existe. Por lo menos, a 2030. “Entendemos las preocupaciones de ciertos países, pero es un tiempo muy corto para pensar en la logística de un nuevo fondo”, asegura. “En lo que deberíamos estar pensando es en el fondo que necesitamos después de 2030″.
Más que a dónde va a parar la plata y cómo se reparte, hay un problema más agudo: actualmente el fondo de biodiversidad solo ha recibido 243 millones de dólares de siete países. Pero nuevas promesas podrían venir. Patricia Zurita, directora de Estrategia de CI, recuerda que el lunes es el día de las finanzas durante la COP16. “Esperamos que se anuncien más compromisos”, dice la experta, manteniendo el optimismo en las negociaciones. “La conversación sobre financiación está avanzando lentamente, pero avanzando. No se ha estancado”, agrega. La próxima semana, en la que las negociaciones las liderarán seis presidentes, 110 ministros y 13 viceministros, medirán realmente cuál es el éxito de esta COP.
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