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Empieza el turno de la defensa en el juicio contra Ghislaine Maxwell por corrupción de menores y tráfico sexual

Al menos 35 testigos intentarán desmontar el relato de las cuatro víctimas que acusan a la heredera británica de captarlas como masajistas para el pederasta Jeffrey Epstein

María Antonia Sánchez-Vallejo
defensa de Ghislaine Maxwell llegan este jueves al tribunal en Nueva York
Miembros de la defensa de Ghislaine Maxwel, este jueves a su llegada al tribunal en Nueva York.David Dee Delgado (AFP)

El juicio por corrupción de menores y tráfico sexual que se sigue desde el 29 de noviembre en el tribunal del distrito sur de Manhattan contra Ghislaine Maxwell, mano derecha del pederasta Jeffrey Epstein, abre este jueves el turno de la defensa, que ha llamado a declarar a 35 testigos para intentar desmontar las acusaciones de cuatro supuestas víctimas de abusos cuyas declaraciones monopolizaron las dos primeras semanas del proceso. La heredera del empresario de la comunicación británico Robert Maxwell no subirá al estrado porque se siente “demasiado frágil”, anunció este jueves un portavoz de su familia en el Reino Unido. Maxwell, que posee las nacionalidades estadounidense, británica y francesa, se enfrenta a una posible pena de 80 años de cárcel por los seis delitos que se le imputan.

Los hechos de los que se acusa a Maxwell -sola ante la justicia tras el suicidio en prisión preventiva de Epstein en 2019- corresponden al periodo comprendido entre 1994 y 2002, cuando la heredera supuestamente reclutó, amaestró y empujó a prestarse a sevicias sexuales a un número indeterminado de menores, la mayoría de ellas en situación de vulnerabilidad económica o psicológica, y a las que la pareja engatusó con dinero o prometiéndoles ayuda en los estudios o sus sueños artísticos. La declaración de las cuatro víctimas, Kate, Jane, Carolyn y Annie Farmer -la única que se identificó con nombre y apellido-, corrobora el patrón de actuación de Maxwell, de 59 años, como una mujer cercana y amigable que se ganaba la confianza de las víctimas, algunas de ellas de 14 años, con charlas de tipo sexual, confidencias y regalos, como entradas para el cine o lencería. Cuando las había atraído a su terreno, Maxwell, expareja sentimental de Epstein y gobernanta de sus mansiones, las empujaba a dar masajes eróticos al financiero, prólogo de los abusos.

Maxwell, que se ha declarado “no culpable” -en el sistema procesal de EE UU no existe la categoría “inocente”- de todos los cargos, se muestra especialmente activa y colaboradora con su equipo de abogados durante las sesiones del juicio, intercambiando impresiones y mensajes escritos, una imagen que no casa bien con la supuesta fragilidad que arguye su familia. Sus abogados también han considerado la inoportunidad de que declare, porque ello supondría que el testimonio pueda ser usado en su contra por la fiscalía, lo que vulneraría su derecho constitucional a no incriminarse.

La principal baza de la defensa es una psicóloga especialista en “recuerdos truncados”, Elizabeth Loftus, cuya selección ha suscitado las críticas de la acusación por la supuesta imprecisión de sus métodos. Loftus, experta en casos mediáticos como, por ejemplo, el del productor Harvey Weinstein -que resultó condenado-, intentará demostrar que el periodo transcurrido desde los hechos puede haber distorsionado los recuerdos de las jóvenes, hoy mujeres que frisan los 40. La defensa también ha descalificado a las cuatro testigos presentándolas como “actrices consumadas”, influenciadas por la repercusión mediática del caso y ávidas de los millones de dólares del fondo de compensación para víctimas establecido tras la detención de Epstein en 2019.

La presentación por la fiscalía, la semana pasada, de una veintena de fotografías sin datar de Epstein y Maxwell en actitud muy cercana fue blanco de las críticas de la defensa, una de cuyas líneas de actuación consiste, precisamente, en desligar en lo posible la existencia de su defendida de la del pederasta. La defensa insiste en que Maxwell se sienta en el banquillo porque Epstein no lo hizo, y la describe como el chivo expiatorio de un proceso viciado. “La relación entre Maxwell y Epstein es central en esta causa”, ha recordado, sin embargo, Alison Moe, ayudante de la fiscal, dado que la defensa ha tratado de distanciar sus vidas y acciones como si fueran “compartimentos estancos”.

Las cuatro víctimas relataron ante la fiscal del distrito, Alison Nathan, años de abusos, en algunos de los cuales participaba la acusada, masajeando el pecho de las chicas o empujándolas hacia Epstein. El financiero fue incluido en 2008 en un registro de agresores sexuales en Florida, en el marco de un acuerdo judicial que se zanjó también con una condena de 13 meses de cárcel aplicada con laxitud.

Del caso Epstein-Maxwell hay una derivada importante: la citación al príncipe Andrés de Inglaterra a declarar en 2022 por la demanda por “agresión sexual” presentada en agosto en Nueva York por Virginia Giuffre, que entre 2000 y 2002, cuando sucedieron presuntamente los hechos, era menor de edad. Con su apellido de soltera, Roberts, Virginia fue la intermediaria para que Carolyn, una de las cuatro testigos de cargo contra Maxwell, acabara convirtiéndose en la masajista de Epstein en Florida a cambio de 300 dólares por sesión.

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