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Historia de una buena noticia convertida en fiasco

El Gobierno tenía desde el sábado un informe de Infancia que planteaba permitir los paseos de una hora de los niños pero se instaló en una confusión que acabó convirtiendo algo positivo en un problema político

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez interviene en presencia del vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales, Pablo Iglesias.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez interviene en presencia del vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales, Pablo Iglesias.Sebastián Mariscal (EFE)
Carlos E. Cué

A media tarde del martes, el desconcierto en el Gobierno era absoluto. ¿Cómo se había convertido una medida positiva como dejar salir a los niños en un nuevo fiasco con una polémica enorme? Los ministros no entendían lo que había pasado. En el Consejo de Ministros, concentrado en un decreto ómnibus con decenas de medidas económicas que pretendían ser la estrella del día, el asunto había ocupado muy poco tiempo. Fue Pablo Iglesias, el vicepresidente segundo, bajo cuyo mando está la dirección general de infancia, el que sacó el asunto al final de la reunión. Pidió algunas aclaraciones, porque el decreto de alarma, en el que venía que los niños solo podrían salir para las tareas ya autorizadas para los padres -ir al quiosco, a la farmacia, al supermercado, al banco o incluso a trabajar- había tenido varias versiones y había llegado a los ministros muy tarde, en la madrugada del lunes.

Es algo que sucede últimamente con mucha frecuencia, en un Gobierno con técnicos y políticos agotados después de seis semanas sin descanso y una enorme producción legislativa para hacer frente a la pandemia. Los textos llegan de madrugada o a primera hora, poco antes de que empiece el Consejo de Ministros, y no da tiempo ni a mirarlos bien. Fue María Jesús Montero la que le aclaró que esa era la fórmula recomendada por los técnicos y la que iba en el decreto, que sin embargo tenía una vía de escape: el ministro de Sanidad, Salvador Illa, podía adoptar las resoluciones que quiera en la desescalada en este y otros asuntos. La vicepresidenta tercera, Nadia Calviño, se mostró sorprendida porque se permitiera ir al supermercado, donde es muy difícil mantener la distancia con los niños, y no a tomar el aire en zonas más tranquilas. Sánchez zanjó el debate, que fue muy breve. Iglesias no discutió.

El decreto no se tocó, pero estaba previsto tratar el asunto esa tarde, en una reunión de los técnicos de la vicepresidencia segunda y los de Sanidad, para poder hacer una orden a finales de semana. Nadie supo ver en el Consejo de Ministros el escándalo que se les venía encima. No fue ni mucho menos el asunto central de la reunión, según varios ministros. Tampoco hubo una discusión real. Ni siquiera un poco de tensión. Varios se quedaron con la idea de que se resolvería con criterios técnicos entre los equipos de Illa e Iglesias y no le dieron más importancia.

Hay que ir un poco más atrás para entender el recorrido de una medida que era una de las estrellas de esta semana y se ha convertido en un problema de imagen para el Ejecutivo por una nueva rectificación en pocas horas. Algunos altos cargos lo comparan con lo que sucedió cuando se incluyó en el primer decreto de alarma a las peluquerías como un comercio esencial. La reacción social fue tan fuerte que el Ejecutivo rectificó también en pocas horas. Pero esta vez ha sido más grave porque tocaba una cuestión central.

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El asunto de los niños venía coleando desde hace al menos dos semanas. Lo estudió el comité de expertos para el desescalamiento, que coordina Teresa Ribera. Pero no había decisiones tomadas. El sábado, la dirección general de Infancia trasladó a La Moncloa y Sanidad un informe detallado en el que había una propuesta clara: permitir a los niños dar paseos con uno de sus padres o la persona con la que convivan -es clave que no vaya alguien distinto a pasearlos, otro familiar por ejemplo, porque eso generaría riesgo de contagio- alrededor de sus casas, manteniendo la distancia, sin ir a parques, sin jugar con otros niños, por un máximo de una hora. Se permitía en ese informe hasta tres hermanos juntos, pero siempre que fueran con un solo padre. No decía nada de dejarles ir a los supermercados llenos de gente con sus padres. Al contrario, hablaba de espacios abiertos.

Ese informe, que se había redactado con la asesoría de técnicos de Sanidad, se comentó el sábado de forma informal en la reunión técnica habitual, con el presidente al frente, cuando se habló de las salidas de los niños, aunque no se hizo un análisis detallado. Parecía haber un consenso importante alrededor de la medida, pero no estaba cerrada. Lo que no estaba previsto es que lo anunciara Sánchez el sábado, porque había aún una semana de tiempo para rematarlo. Pero el presidente decidió dar la buena noticia por la noche, y habló de 12 años, la edad que venía en el informe de Infancia, aunque luego Sanidad recomendó ampliarlo a 14. Todo parecía ir bien.

A partir de aquí, las cosas empiezan a tornarse más confusas en el habitual secretismo de La Moncloa, que siempre toma sus decisiones de una forma opaca en la que nadie sabe bien quién es el padre de las ideas ni mucho menos de los errores. En La Moncloa se decidió que el asunto de los niños tenía que ir en el decreto de alarma. Pero la redacción no se trabajó con Infancia. De hecho el informe no se tuvo en cuenta, porque el decreto dice casi lo contrario.

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, durante la rueda de prensa de este martes. En vídeo, su rectificación sobre el alivio del confinamiento para los menores de 14 años.Foto: EFE | Atlas

El decreto de alarma tiene cinco coproponentes: los cuatro ministerios de las autoridades delegadas -Sanidad, Interior, Transportes, Defensa- y el ministerio de Presidencia. Y la idea que manejaron ellos, y por eso hicieron así el decreto, es que en un primer momento los niños pudieran salir con los padres a hacer recados y más adelante se pudiera abrir la mano para paseos. Mucho más restrictivo pues que el informe de Infancia.

En la comisión de subsecretarios del lunes, presidida de forma telemática por Carmen Calvo, se dijo que el decreto de alarma llevaría lo de los niños, pero fue una breve mención, no se analizó a fondo el redactado, al contrario de lo que sucede otras veces. Nadie abrió una discusión técnica sobre este asunto, enfrascados como estaban en el decreto ómnibus con medidas económicas complejas. Tampoco tenían el texto, que iba a ir directamente al Consejo de Ministros. Lo llevaba “en mano” el presidente, en la jerga administrativa. La versión final se envió a los ministerios pasadas las doce de la noche del lunes al martes, con muy poco margen. Aún así, el consejo empezó tarde, pasadas las 10.30, y nadie dio la voz de alarma antes de que comenzara.

¿Por qué se metió en el decreto el asunto de los niños en vez de dejarlo para que lo desarrollaran bien Sanidad e Infancia en una orden ministerial? Las fuentes consultadas señalan que fue por la enorme presión social que había, que forzaba a meter el asunto en el Consejo de Ministros, aunque se hizo de tal manera que generó aún más problemas. Lo cierto es que nadie a esas horas vio que este era un asunto conflictivo.

Los que estaban más al tanto de la cuestión de los niños pensaron que lo importante no era el decreto, sino la orden que se iba a trabajar entre Illa e Iglesias. Pero lo que desató la tormenta fue el decreto. Algunos miembros del Gobierno señalan que lo importante del texto era que facultaba a Illa a tomar la decisión que quisiera con los niños y otras cuestiones que vendrán a partir de ahora. Pero llegó la rueda de prensa, y el foco se puso en que las salidas se limitarían a ir con sus padres al supermercado, a la farmacia o al banco, y no en ese margen que tenía Illa. María Jesús Montero, la portavoz, detalló lo que venía en el decreto, que era eso. Y lo explicó como si esa fuera la única posibilidad cerrada. Incluso defendió que los supermercados son lugares “muy controlados”.

El escándalo que se armó descolocó a todos los ministros. Algunos de ellos creen que Sanidad se asustó en el último momento y quiso limitar las salidas de los niños. Otros señalan que ni siquiera fue eso, que hubo un error de coordinación y lo que pasó fue que se retrasó la medida de los paseos porque no estaba ultimada cuando había que haberla cerrado antes para evitar la confusión. El añadido de la enorme sensibilidad social con este asunto y la tensión por las cinco semanas de encierro hizo el resto.

Durante toda la tarde, varios ministros trasladaron el mensaje a La Moncloa de que había que rectificar. Iglesias defendía el informe de Infancia que tenía desde el viernes con los paseos. Illa también lo vio claro a media tarde. Y el presidente dio finalmente la orden después de cinco horas de polémica. El primero en adelantarlo fue Pablo Echenique, portavoz parlamentario de Unidas Podemos, que ya sabía por Iglesias que la marcha atrás estaba decidida.

Finalmente hubo que improvisar una rueda de prensa para que Illa tratara de frenar la polémica, y admitiera que habrá paseos, adelantando así la decisión. “Este es un Gobierno que escucha”, dijo admitiendo el error, aunque negó contra toda evidencia que fuera una rectificación. La fórmula aún está sin definir, aunque la base será con toda probabilidad el informe de Infancia que estaba terminado desde el viernes, y al que los redactores del decreto no hicieron caso, que permite las salidas de hasta tres niños con la persona con la que convivan a paseos cerca del domicilio de un máximo de una hora.

Varios ministros consultados miran atrás y siguen sin entender cómo el Ejecutivo se ha pegado un tiro en el pie tan evidente con la primera buena noticia sobre el confinamiento en un mes y medio. La forma de funcionar de La Moncloa, con un secretismo absoluto, se ve por muchos como uno de los grandes responsables de este y otros errores. Pero lo cierto es que en esta cuestión la culpa está muy repartida, porque en el Consejo de Ministros había 23 personas, y nadie vio la que se les venía encima con un decreto como el que estaban aprobando. Los más optimistas confían en que este fiasco sirva al menos para cambiar la forma de tomar las decisiones en las próximas semanas, porque esta era solo la primera de una larguísima lista de medidas de desescalamiento, y habrá algunas mucho más delicadas.

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