El esperado fin del encierro infantil
España ha sido el país con el confinamiento más estricto para los menores. A partir del 27 de abril podrán salir
Desde que comenzó el decreto del estado de alarma el 14 de marzo, 8,3 millones de menores de edad en España permanecen encerrados en sus casas. La mayoría sin pisar para nada la calle, mientras sus padres, abuelos o vecinos pueden hacer la compra, pasear al perro o bajar la basura. Este sábado Pedro Sánchez anunció que los pequeños de la casa podrán por fin “disfrutar un rato del aire libre” a partir del próximo 27 de abril. Quedan por ver los detalles y algunos interrogantes, como qué ocurre con los menores mayores de 12 años, edad a la que el presidente aludió como límite para la nueva medida.
Sánchez presentará este domingo a las Comunidades Autónomas un informe elaborado por expertos pediátricos. Estos eran partidarios de que los niños vayan acompañados de un adulto responsable, mantengan una distancia de un metro y medio con otras personas, no utilicen columpios o mobiliario urbano y usen mascarilla. Respecto al tiempo, barajaban paseos de 30 minutos.
El anuncio llega tras una avalancha de críticas al estricto confinamiento de los más pequeños. Según un informe de la Plataforma por los Derechos de la Infancia las condiciones para los niños en España son las más duras del mundo, seguidas por Italia (donde, como en Francia o Alemania, pueden salir con restricciones). La última semana varias instituciones y expertos han reclamado que los niños puedan salir. Madrid, Cataluña o el País Vasco han pedido que se reduzcan las restricciones y el Defensor del Pueblo ha instado al Gobierno a que la alarma afecte por igual a niños y adultos tras recibir decenas de quejas de familias preocupadas por la salud de sus hijos. También el comité de expertos de la Asociación Española de Pediatría que asesora al Gobierno pidió medidas urgentes para la infancia.
Lo que han podido o no hacer los niños, o sus padres con ellos, durante el confinamiento ha estado además rodeado de ambigüedad. Los menores ni siquiera figuraban en la primera versión del decreto de alarma. El texto se modificó tres días después, pero la redacción sigue sin ser clara. Alude a que las personas deben circular solas “salvo que se acompañe a personas con discapacidad, mayores, o menores”. La ambigüedad del texto ha hecho que autoridades y familias no tengan claros los límites. A Silvia, madre de un niño de dos años, le increpó una vecina por bajar a la farmacia a buscar paracetamol con el pequeño en brazos. El padre estaba en casa con fiebre, posible covid-19.
También este sábado, antes de la comparecencia de Sánchez, Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, aseguró en rueda de prensa que “los niños y niñas pueden salir según permite el último decreto, por ejemplo, un padre con uno de sus hijos puede bajar a comprar el pan en caso de necesidad”. Preguntado por qué significaba exactamente esa necesidad, el ministerio de Sanidad explicó a EL PAÍS que el niño podría salir “solo en casos de fuerza mayor, por ejemplo, si el adulto necesita ir a hacer la compra y no hay otro adulto en la vivienda”.
“Los niños no han estado en la política en ningún momento”, opina la socióloga Carolina Pulido, concejal de Más Madrid y madre de una niña de tres años. “El decreto se hizo desde un punto de vista productivo y sanitario. Ni los niños ni los ancianos estuvieron en la ecuación. Se ha presupuesto que las familias éramos más irresponsables que quienes van a comprar tabaco, cuando hemos demostrado que no es así”. El psiquiatra y experto en apego Diego Figuera considera por su parte que “la clase médica y política cree que no nos podemos fiar de la familia española y no se confía en que vigilen que los niños y respeten las medidas de seguridad”.
Al prejuicio de irresponsabilidad se ha sumado el miedo de considerar a los niños como especialmente contagiosos. Mónica llevaba a sus hijos al súper en coche cuando en un paso de peatones una mujer le increpó: “¡Son vectores de contagio!”. La infancia como “vector de transmisión” es la expresión que ha utilizado el Gobierno para justificar la dureza del confinamiento infantil. Pulido cree que desde las instituciones se ha estigmatizado a los niños y ha calado en los ciudadanos. “Nos han dicho que eran muy contagiosos, pero no nos han explicado por qué el confinamiento era más estricto para la infancia que para los adultos”, dice la socióloga.
Preguntado por este diario sobre la evidencia científica que sustenta que los niños son más contagiosos que el resto de personas y por ello su confinamiento tenía que ser más estricto, el ministerio de Sanidad no ofrece una respuesta clara. “Los expertos así lo recomiendan”, aseguran. Pero los epidemiólogos explican que la relación del coronavirus con la infancia está llena de incógnitas. “Es una enfermedad desconocida y estamos aprendiendo paso a paso”, explica Silvia Carlos, epidemióloga de la Universidad de Navarra.
“No tenemos ni idea de la carga infecciosa del coronavirus en niños, no sabemos cuántos están infectados o cuántos han pasado la infección”, señala el epidemiólogo y pediatra Quique Bassat. En estos casos la ciencia se basa en otras enfermedades transmitidas por virus. “Sabemos que en la gripe, los niños ejercen de transmisores (cuatro veces más que los adultos) a otros pacientes de riesgo”, dice Silvia Carlos.
Existen pocos estudios sobre el tema. En Islandia se han analizado pacientes con síntomas compatibles y los niños presentaban la mitad de veces la enfermedad (un 6%) frente a los adultos (un 13%). Para conocer la carga infecciosa del coronavirus en niños (y adultos) habrá que esperar a que concluya el estudio serológico del Instituto de Salud Carlos III que tiene previsto analizar a 63.000 españoles.
“En el relato de los chicos también hay cosas positivas”
Cuando la socióloga de la infancia Lourdes Gaitán observó la avalancha de mensajes en defensa de los niños confinados, pensó que detrás de ese discurso había una “pretendida sobreprotección”. Así que les preguntó a los niños: realizó una encuesta a decenas de menores invitándoles a contarle qué les estaba pareciendo el aislamiento. “Me sorprendió que la mayoría están viviendo el proceso de confinamiento de forma más positiva de lo que pensamos los adultos. Estaban contentos por estar con sus padres en casa, y valoraban la libre disposición de su tiempo, que habitualmente está controlado por adultos que les rigen sus horarios y rutinas: en el cole, las extraescolares”, explica la experta. Muchos mostraban su preocupación por lo que está ocurriendo fuera y lo que más echaban de menos no era el mundo exterior, sino “su mundo exterior, sus amigos. Lamentablemente eso con un paseo por el barrio no se soluciona”, concluye la socióloga.
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