La UE lanza su plan verde para liderar la lucha contra la emergencia climática
Bruselas presenta este miércoles una batería de medidas con el objetivo de alcanzar la neutralidad climática en 2050
Hace 17 años, Jacques Chirac intervino en la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo con estas palabras: “Nuestra casa se quema y estamos mirando para otro lado”. El discurso del entonces presidente francés tuvo algo de visionario. Este miércoles, de vuelta en 2019, tiempo de movilizaciones climáticas y alertas científicas, la Comisión Europea quiso enviar un mensaje heredero de ese espíritu: la UE ya no está distraída mirando por la ventana mientras el planeta arde.
El Ejecutivo comunitario aprobó este miércoles el denominado Pacto Verde Europeo. La fórmula es, por ahora, solo una hoja de ruta, pero de cumplirse transformaría en torno a diez ejes el modo en que Administraciones, empresas y ciudadanos interactúan con el medio ambiente. En su epicentro está reducir a cero las emisiones netas de dióxido de carbono en 2050 como muy tarde. Y las palabras de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, en la presentación de la propuesta ante el Parlamento Europeo, dan una idea de la relevancia que concede al desafío: “Este es el momento 'hombre en la luna' para Europa”.
El plan quiere dejar atrás un patrón de crecimiento económico considerado insostenible y caduco. Para ello, junto a la drástica reducción de emisiones contaminantes, contempla medidas para favorecer las energías renovables, el coche eléctrico y el reciclaje, la mejora de la calidad del aire y del agua, la lucha contra la deforestación, la renovación de edificios poco eficientes o la disminución del uso de fertilizantes y pesticidas químicos.
La estrategia es una suerte de rompecabezas que se irá completando a lo largo del primer año y medio de mandato. En marzo, la Comisión Europea propondrá la ley climática. En verano, para que la lejanía del objetivo de 2050 no rebaje el compromiso de los Estados, el organismo comunitario propondrá alcanzar el 50%, e incluso el 55% de descenso de emisiones en 2030 respecto a 1990, un umbral más ambicioso que el 40% actual. A lo largo de 2020 desfilarán otras iniciativas: un plan para la energía eólica marina, un programa de renovación de inmuebles, una estrategia industrial, y una nueva legislación sobre baterías y economía circular.
Antes, en enero, Bruselas concretará la fórmula final para incrementar los fondos públicos para llevar a cabo la transición, inicialmente de 35.000 millones de euros, y transformarlos en un bazuca de al menos 100.000 millones a través del presupuesto comunitario, aportaciones de los Estados y préstamos del Banco Europeo de Inversiones. Las ingentes cantidades que Bruselas espera movilizar son la red de seguridad sin la cual el plan estaría condenado al fracaso. Y son a la vez motivo de escepticismo: se prevé que los países afectados por la transformación reciban ayuda financiera para afrontar la reconversión de una forma menos traumática, pero sus críticos dudan de las cifras, y tildan la iniciativa de “catálogo de buenas intenciones”.
La iniciativa deberá superar arduas negociaciones, sobre todo en el Consejo, donde hoy le espera su primera prueba. La inyección económica busca vencer la resistencia del eje de Visegrado, integrado por Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, a dar su visto bueno, pero también de Alemania, temerosa del enorme coste de la transición hacia una economía sostenible. “Quiero ser muy clara, o la transición es justa para todos o no funcionará”, advirtió Von der Leyen ante los recelos de las regiones y sectores más vulnerables.
Del carbón al algoritmo
La presidenta recordó las movilizaciones juveniles. Y dejó entrever que el cambio ha llegado de abajo arriba. “Los ciudadanos cambian de estilo de vida para proteger el medio ambiente. Con este plan les decimos que Europa les acompaña”, apuntó. Aunque Europa acabara con las emisiones, todavía quedarían por resolver el 91% del resto del mundo. La UE quiere asegurarse de que su ambición no le perjudica: introducirá cláusulas en los acuerdos comerciales para asegurarse de que sus socios cumplen con el clima, y pondrá en marcha un mecanismo en frontera para el carbono.
En Bruselas, todo indica que un cambio de época está en marcha. “Hace 70 años invertíamos en carbón y acero, ahora en renovables y algoritmos”, resumió Von der Leyen.
La Eurocámara apoya a Von der Leyen
Ursula Von der Leyen, ha intervenido en la Eurocámara para defender la necesidad del plan verde. La presidente la Comisión ha dicho que tal y como los europeos invertían en carbón y acero tras la Segunda Guerra Mundial, ahora llega el momento de hacerlo en energías renovables para reconciliar la economía con el planeta. Su propuesta ha recibido el respaldo de populares, socialistas y liberales, las tres mayores fuerzas del Parlamento Europeo. Tras la intervención de la política alemana, los populares, la misma familia a la que pertenece, han defendido que Europa necesita contar con industrias limpias, producir más carburantes alternativos y aumentar el uso del tren, aunque han advertido frente a un aumento de la fiscalidad. Por su parte, la líder de los socialistas europeos, Iratxe García, ha estimado que el pacto verde va más allá de ser una mera propuesta. "Es un nuevo modelo de crecimiento", ha afirmado. García ha alertado contra la posibilidad de que sean las clases desfavorecidas las que asuman la carga. Además, los liberales de Renew han celebrado que la UE incluya cláusulas climáticas en los acuerdos comerciales para presionar a otros países a emprender reformas similares.
Enfrente, los Verdes ven insuficiente la ambición del pacto, que califican de "catálogo de buenas intenciones", y han pedido que los que se enriqucieron con las energías fósiles sean los que paguen ahora la mayor parte de la transición a través de impuestos. La Izquierda Unitaria Europea (de la que forma parte Podemos) cree que el plan no ataca la raiz del problema, consustancial al sistema económico capitalista. Y el Grupo de los Conservadores y Reformistas (en el que se integra Vox y el PiS, el partido que gobierna Polonia), ha alertado contra el coste social de la metamorfosis. "Esa ola verde cuando llega al Báltico y baja por el Danubio se queda en un charco, porque en Europa Central y del Este no tenemos claro que los objetivos de la Comisión sean viables", estiman.
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