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Café con ‘Arsénico’

Jorge Alegre Cebollada representa el átomo en el centenario de la tabla periódica

Jorge Alegre Cebollada, quimico seleccionado por la IUPAC, en su laboratorio del CNIC el viernes pasado.
Jorge Alegre Cebollada, quimico seleccionado por la IUPAC, en su laboratorio del CNIC el viernes pasado.jaime villanueva

Nada más llegar al Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) se oye la broma de un trabajador a Jorge Alegre Cebollada: “¿No pasará nada si me acerco a ti?”. La causa del chiste es que la IUPAC, la Unión Química Internacional, le ha elegido para representar el arsénico en el centenario de la tabla periódica de los elementos, en el que va asignando a destacados científicos de menos de 40 años (él tiene 37) cada una de las 118 casillas del sistema. De momento ya ha atribuido 24 (10 a mujeres), y, aparte de Alegre, hay otros dos españoles: Vicente Climent (bario) y José Manuel González Domínguez (carbono).

Así que la idea de empezar la entrevista con “que le nombren a uno arsénico, ¿es un regalo envenenado?” queda descartada por manida. Alegre, nacido en Zaragoza, lo lleva con humor. “Es un honor, pero no tengo que ir haciendo propaganda del arsénico por ahí”, dice con sorna.

El investigador del CNIC elige la terraza al aire libre del centro para tomar un café –café con Arsénico– durante la entrevista. “Las ratas de laboratorio que tenemos trabajos creativos necesitamos el aire libre para inspirarnos”, dice, y, ya fuera de bromas, defiende que el arsénico “es fundamental para la vida”. Lo vio “en Wikipedia” —sí, hasta los más listos usan la famosa enciclopedia digital— cuando le comunicaron el galardón.

El premio “es importante porque yo creo que la IUPAC lo que quiere es demostrar que la química es mucho más que un científico en un laboratorio con probetas y explosiones. Está relacionada con la física, la biología, la ingeniería... De hecho, uno de los últimos nombres conocidos de la lista es de una persona que trabaja en la industria”, explica.

Cuando presentó su candidatura, pidió ser el azufre. No es mortal, pero es apestoso —los compuestos sulfurosos son responsables del olor a huevo podrido, por ejemplo—, pero el chino Xuefeng Jiang se ha quedado con el sitio. “Es que es el elemento con el que trabajo”, explica. Porque Alegre estudia el papel de un aminoácido (los eslabones que forman las proteínas) en las fibras musculares del corazón —de ahí que esté en el CNIC—. Se trata de la cisteína, y tiene como peculiaridad que contiene azufre en su composición. Él analiza cómo se estira y contrae la titina, “la proteína más larga que existe”. “Aunque en español el nombre suene un poco de broma, viene de Titán en inglés”, explica. Y su objetivo es ver cómo se puede modificar bioquímicamente a partir de cambios en la cisteína.

De momento no sabe si va a tener aplicaciones prácticas. “La verdad que lo que más me motiva es la generación de conocimiento”, dice, pero admite que trabajar con las fibras musculares del corazón podría tener aplicaciones en el ejercicio o ante un infarto. Lleva esa curiosidad por saber cosas a la entrevista, y acaba preguntando él acerca de los cambios en el periódico —él lee las noticias en la web, pero admite que está suscrito a las principales revistas científicas en papel, porque lo impreso “proporciona otra experiencia”—, la visión que tiene la sociedad de los científicos —“últimamente parece que ha bajado algo”—, la necesaria especialización de los periodistas —“¿tienen que saber de sanidad para informar sobre ella, o basta con que sepan comunicar?”— y hasta el conflicto de intereses de Josep Baselga, por el que ha dimitido como director del Memorial Sloan Kettering Cancer Center, una referencia en la oncología mundial —“en las siguientes publicaciones no se le olvidará decir de qué laboratorios cobra, aunque hay que explicar a la sociedad que todos los buenos científicos tienen tratos con la industria”—.

Padre de dos niñas y con un trabajo absorbente, la idea de dedicar tiempo a una afición parece de ciencia, pero ficción en este caso. “Menos el yoga”, matiza enseguida. “Empecé con él hace tiempo, antes de dedicarme a la titina”, añade. Pero hasta esa práctica la lleva a su terreno. “Cuando salgo de una sesión y me noto más flexible, pienso qué ha pasado con las titinas de mi cuerpo. Quizá algún día llegue a conectar cisteína y meditación”.

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