“Las bandas son las cárceles de los jóvenes”
Tras 14 años de prisión, ahora es mediador entre clanes de Chicago
Eddie Bocanegra (Chicago, 1976) tenía 13 años la primera vez que vio cómo asesinaban a un hombre. Un chico de unos 17 años perseguía a otro. Cuando estuvo cerca desempuñó su arma y le disparó en la cabeza. “Aprendí que los sesos salen de la cabeza como una especie de esponja”, recuerda. El cadáver quedó tirado en el suelo. Algunos vecinos levantaron la persiana para ver qué había ocurrido. Varios coches redujeron la velocidad para mirar al muerto. Nadie se acercó. Eddie se fue a jugar al baloncesto. Había quedado. Era el sur de Chicago en 1989. Unos siete años más tarde, Bocanegra se encontró en la cárcel con el autor de aquel disparo. Ambos cumplían condena por asesinato.
Este noviembre hará cinco años que Eddie Bocanegra dejó la prisión en la que vivió 14. Tras una reyerta entre bandas, dos de sus compañeros de los Latin King fueron abatidos. Bocanegra buscó al autor. Quería herirlo. Pero lo mató. Acusaron a otro joven del homicidio y él, “sintiéndose culpable”, recalca, se entregó. Cuando ingresó en prisión, sus padres, mexicanos, y sus hermanos emigraron a Texas. Mientras, en la cárcel, “donde el 70% eran negros, el 20% latinos y todos los guardas blancos”, comenzó a estudiar, a rezar y a leer. “La primera asignatura universitaria que estudié fue sociología. Aquello fue una revelación. Conceptos como racismo o barreras sociales ponían nombre a las situaciones que yo había vivido. Me di cuenta de que no estaba solo”, recuerda, comiendo en un asador del centro de Madrid. Durante su tiempo entre rejas también leyó los versos del poeta español Federico García Lorca.
Cuando recuperó la libertad, comenzó su particular camino hacia la redención. Se involucró en organizaciones que trabajan para prevenir la violencia en los barrios del sur de Chicago. Acude y habla con los jóvenes, con las familias, con las escuelas. Ahora ha creado su propio grupo. Les hace ver que de la violencia se sale, que pueden aprender a solucionar los conflictos de otro modo. Patean las calles y programan talleres. En uno de ellos hay veteranos de guerra que se reúnen con pandilleros. “Las bandas otorgan a los chicos una identidad. Allí tienen voz, son alguien. Hay que hacerles ver que las bandas son sus cárceles. Y ellos escuchan más a quien les dice: ‘sé lo que sientes; yo he sido así”.
Antes del asesinato que cambió su vida, Bocanegra soñaba con servir en el Ejército. “Si yo moría, mis padres debían poder enterrar con orgullo a su hijo. Cuando un hijo muere por las bandas, no se sabe por qué se le está enterrando”.
Asador de Aranda. Madrid
Verdura asada: 8,60 euros
Un cuarto de asado: 20
Un cuarto de cochinillo: 20
Bizcocho: 5,90
Tarta de queso: 5,90
Vino tinto: 12,60
Un café: 2,10
Agua mineral: 2,60
Pan: 4
Total: 81,70 euros
Pero acabó en la cárcel. Y fueron sus hermanos quienes se envolvieron en el Ejército y la Marina. Sirvieron en Irak y Afganistán y padecieron estrés postraumático. “Mi hermano me visitó en prisión y me hizo ver que yo también padecía ese síntoma. Tenía insomnio, temblaba, estaba irritado”.
Bocanegra ha protagonizado el documental The interrupters y ha hablado sobre violencia en las Naciones Unidas. En España se ha reunido con jóvenes de Villaverde y San Cristóbal, en el sur de Madrid, invitado por la asociación Semilla. Ve relatos similares. “Hay racismo, rechazo a la diferencia. Aquí no portan pistolas. Pero un arma es solo un medio más para materializar la violencia”.
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