“Yo pararía el ‘Diccionario’ en papel”
El exmilitar y profesor lamenta el “bodrio” de algunas de las entradas
A principios de año, Fernando Puell, profesor de Historia Militar en el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado de la UNED y coronel retirado, recibió una petición de la Real Academia de la Historia (RAH): completar la biografía del general Miaja, escrita por Rafael Casas de la Vega, militar franquista, que concluía en 1935, un año antes de que Miaja, como defensor de Madrid frente a los sublevados, esté a punto de “entrar en la Historia”. Otro despropósito del Diccionario biográfico español que, en esta ocasión, no llegará a imprenta porque los desaguisados de los 25 tomos publicados han reforzado la supervisión sobre los 25 aún inéditos.
Pero la reseña no solo fallaba por incompleta. “Desde el punto de vista estilístico, era lamentable, seguía al pie de la letra la hoja de servicios, que acababa en 1935, y no decía ni qué hizo en el exilio ni cuándo murió. Les dije que necesitaba ser rehecha. Luego me pidieron firmarla en comandita con Casas de la Vega, al que conocí y me parecía encantador, y no me importó”.
La RAH trata de enmendar en silencio lo que aún no ha publicado. Pero ¿qué hacer con los volúmenes que ya están en la calle, que ya figuran en lugares tan eminentes como la Biblioteca Nacional (BNE) y que engrosarán los fondos de bibliotecas de universidades extranjeras? “Cuando un estudiante de Yale quiera buscar a un personaje español se va a encontrar ese bodrio”, censura Fernando Puell. “No entiendo que se hiciera una versión en papel. ¿Qué objeto tiene hoy? La adenda me parece absurda. La única solución es digitalizarlo y corregir los errores y no distribuir la impresa. Si fuese posible, yo pararía la versión en papel y la retiraba de la BNE”.
A lo largo de este año, la Real Academia de la Historia anunció varias medidas contradictorias para corregir algunos estropicios: difundió que habría algunas biografías complementarias, lo que supondría ofertar una definición de Franco crítica y otra hagiográfica (la de Luis Suárez, académico y miembro de la Fundación Francisco Franco). Un disparate, para la Asociación de Historia Contemporánea.
Tras el varapalo, la institución se desdijo y limitó los cambios a meros retoques. Pero varias iniciativas parlamentarias han forzado al ministro de Educación, Cultura y Deportes, José Ignacio Wert, a reclamar a la institución que informe sobre la revisión. La corrección era un requisito imprescindible para que la RAH recibiese de nuevo ayudas públicas para el Diccionario, que fueron congeladas en 2010 por decisión de la mayoría de los grupos parlamentarios (con la oposición del PP). Con el cambio de Gobierno se reactivó la subvención sin que los diputados tuviesen noticia de la corrección de errores.
Los reproches de Puell tienen un valor singular. Además del texto de Miaja, escribió para el Diccionario —que por lo demás considera una obra “imprescindible” y “muy complicada”— unas 40 biografías de militares, entre ellos el general Gutiérrez Mellado y el general Varela, amigo de su padre. “Me enviaron una lista para escoger, pedí a los personajes que conocía bien o me resultaban simpáticos, pero podría haber cogido a Almanzor sin tener ni idea. Los verdaderamente importantes estaban dados, cogidos por los académicos. No entiendo con qué criterio se asignaron las biografías”, cuenta a pocos metros de la escultura más antigua de Madrid dedicada a Daoíz y Velarde, la de la plaza del Dos de Mayo.
Puell realizó un minucioso examen de las entradas sobre militares del siglo XX y de sus autores, que le llevó a descubrir múltiples deficiencias. Entre los biógrafos más fallidos —y que más voces firma— figura José Martín Brocos Fernández, profesor de Filosofía Moral en la Universidad San Pablo-CEU, que escribió algunas reseñas “tendenciosas”, “agresivas” y con confusiones “de bulto”.
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