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Vuelve Juicy Couture y su chándal de terciopelo: obsesión de Paris Hilton en los 2000 y con Georgina Rodríguez como nueva fan viral

Los años 2000 se definieron, entre otras cosas, por un ‘look’ muy determinado a la vez que hortera: esta prenda simbolizó el estilismo de las ‘celebrities’ de Los Ángeles

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Paris Hilton, que llegó a tener más de 100 chándales de Juicy Couture, con una de esas prendas en Tokio en 2008.Jun Sato (WireImage/Getty)

Cuando mucha gente pensaba ya que la tendencia Y2K, omnipresente y de dudoso gusto, pasaba a mejor vida, el regreso a la actualidad de una firma icónica de los años 2000 nos asegura lo contrario. Juicy Couture, marca clave en aquel principio de siglo de pantalones de tiro bajo, gafas de sol tipo máscara, botas UGG, flip flops Havaianas, camisetas de Ed Hardy y Christian Audigier y mucho rosa y ‘brilli brilli’, vuelve a la actualidad con su mítico chándal de terciopelo como estrella. Una prenda de regusto kitsch —u hortera, que se diría en su versión más cañí— y que famosas del momento como Carmen Electra, Pamela Anderson o Jessica Alba, ejemplos primigenios de la celebrity tal y como la conocemos hoy, convirtieron en su prenda fetiche.

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Britney Spears, de Juicy Couture en Hollywood en 2003.Frazer Harrison (Getty Images)

Paris Hilton, icono Y2K y golpe de suerte definitivo para Juicy Couture

Si existe alguien que elevó este look ‘chandalero’ de terciopelo, estética empalagosa y con palabras en el trasero escritas con strass, a categoría top fue Paris Hilton. Entonces famosísima gracias a su reality, también pionero, The Simple Life en el que compartía sus absurdas y a la vez adictivas andanzas con su íntima de entonces, Nicole Richie, la bisnieta del magnate hotelero Conrad Hilton fue lo mejor que le pudo pasar a Juicy Couture. Como la propia Paris ha confesado en varias ocasiones, se obsesionó tanto con estas prendas que las llevaba de todos los colores pero, sobre todo, en su tono favorito (y de toda una generación): el rosa chicle. La celebrity ha admitido haber llegado a atesorar más de 100 piezas Juicy Couture. Y hace un tiempo reconocía su fijación en la revista Vogue: “En cuanto me puse por primera vez un chándal Juicy, me obsesioné”. Conoció la marca a través de su amiga Lara Shriftman, quien trabajaba por entonces como relaciones públicas de la firma, y llegó a tener una armario específico para sus chándales. “¡Allí entro todos los días y me pongo mi Juicy!”, confesaba sin pudor.

Hoy, esta firma fundada originalmente en 1997 por las amigas Pamela Skaist-Levy y Gela Nash-Taylor —esta última, pareja de John Taylor, del grupo musical Duran Duran—, vuelve a estar de actualidad gracias a una nueva admiradora de alcance global. Hablamos de la española Georgina Rodríguez, pareja del futbolista portugués Cristiano Ronaldo y equivalente patrio a Kim Kardashian y compañía. A saber: pelo largo y moreno, make up exagerado, manicuras imposibles, un amor casi obsceno por el lujo y el exhibicionismo y, también, un cuerpo esculpido al milímetro con gimnasio y cirugía estética. Además, Georgina también ha protagonizado su propio reality, Soy Georgina, como Paris Hilton y las Kardashian en su momento.

La pareja del astro portugués, empresaria y modelo, además de ser una de las influencers más cotizadas del momento, compartía hace unos días varias imágenes en su perfil de Instagram (con 61 millones de followers, atención) en las que se la ve en esas imágenes suyas ya características en un jet privado y que tanto enloquecen a sus fans. Entre ellas, una instantánea tumbada sobre la cama deshecha —si, en un avión, ella “es Gerogina”—, con una copa de champán y luciendo el icónico chándal rosa de Juicy Couture formado por sudadera, pantalón y un top strapless. También lucía un minishort con la palabra playboy en el trasero, en el mismo color y, muy probablemente, de la misma marca, en el polémico y superviral vídeo en el que se cortaba parte de su trenza y la arrojaba al mar. Un outfit “chandalero deluxe” que nos confirma que Juicy Couture, la firma más empalagosa y exitosa de los 2000, está de vuelta. Si Georgina lo lleva, está claro: mal se tendría que dar para que no se ponga de moda con más de 60 millones de seguidores.

El chándal de terciopelo: el icono de la cultura pop y el nuevo concepto de ‘celebrity’

En 1997 Pamela Skaist-Levy, con formación en moda y diseño, y Gela Nash-Taylor, que había trabajado como actriz en algunas series de televisión, crearon la firma Juicy Couture. En un principio eran las camisetas las camisetas las prendas principales de la firma. Fue en 2001 cuando tuvieron la genial idea de crear un chándal en terciopelo. El tejido, que en realidad se llama velour, era suave y lujoso, dos cualidades que unidas a los detalles de strass y a las estratégicas siluetas sexys, convertían una prenda deportiva en un look ultrafemenino, fashion y de efecto luxury que generó una verdadera locura colectiva gracias a que decenas de celebrities se rindieron ante él. El nombre de juicy (jugoso) lo escogieron por una cuestión bastante obvia: sus prendas eran suaves y deliciosas como nubes de algodón, daban ganas de comérselas, decían. (Empalagosas, cursis y hasta horteras, dirían otros).

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Pamela Skaist-Levy y Gela Nash-Taylor, en las esquinas, junto a los actores Penn Badgley y Blake Lively, entonces estrellas de 'Gossip Girl', durante la inauguración de la tienda de Juicy Couture en la Quinta Avenida de Nueva York en 2008.Andrew H. Walker

Sus siluetas estaban creadas con una intención clara: que resultaran muy sexis. Por eso, la sudadera era de largo a la cintura y con bolsillos a la altura de las costillas que marcaban el pecho y aplanaban el vientre. pantalones, de cintura muy baja, centraban la atención en el trasero gracias a las palabras creadas con strass y que se podían personalizar. Pronto se convirtió en el look más icónico de la estética típica angelina (de Los Ángeles, California), apto incluso con sandalias de tacón —o eso creía Mariah Carey, que lo lucía como una diva en tacones—, y casi siempre combinado con botas UGG o chanclas Havaianas. Y con el mítico bolso Motorcycle de Balenciaga colgando del codo en el brazo doblado (y cuya copia fake en el Chinatown de Nueva York se convirtió gracias a ello en un fabuloso éxito).

Las fundadoras, que habían comenzado a finales de los ochenta con una firma de jeans para embarazadas, alquilaban suites del hotel Chateau Marmont de Los Ángeles que se llevaban de VIP’s como Jennifer Lopez, Madonna o Cameron Diaz para que cogieran ropa gratis. Las dos fundadoras, visionarias y celebrities ellas mismas —a punto estuvieron de tener su propio reality—, fueron pioneras en la estrategia de aliarse con nombres famosos que no cobraban pero sí aceptaban looks gratis. Se iba conformando así el concepto de la celebrity tal y como lo conocemos hoy, al mismo tiempo que en la calle las chicas querían imitar a sus ídolos a toda costa. Comenzaron a nacer los blogs y revistas de famosos, donde se informaba de la ropa y accesorios que llevaban las famosas, sus marcas y dónde poder comprarlas. El concepto Get the look (Consigue el look) o Shop Your TV (Compra tu TV), algo tan popular hoy día, nacía en aquellos años en Estados Unidos. Y muy especialmente con Juicy Couture. En 2006 se lanzó, además, el primer perfume de la marca que fue también un éxito rotundo.

De su éxito millonario y aterrizaje en televisión a la ventas sucesivas y un futuro incierto

Las prendas llegaron a venderse en templos del shopping de lujo como Bergdorf Goodman, Saks Fifth Avenue, Nordstrom y Bloomingdale’s, donde las piezas de Juicy Couture se agotaban una y otra vez. Series como Mujeres Desesperadas, donde Gabrielle Solis, el personaje de Eva Longoria, vestía este famoso chándal, Chicas malas, protagonizada por Lindsay Lohan o Embrujadas, con la recientemente fallecida Shannen Doherty, también ayudaron a posicionar la marca como una de las más imprescindibles del momento. La J metálica que hacía de cierre de sus cremalleras llegaba así a los programas de televisión más vistos, y la lista de famosas que eran pilladas en las calles y aeropuertos con estas prendas se hizo interminable con nombres como Kelly Rowland, Vanessa Hudgens, Nicki Minaj, Dakota Fanning, Mariah Carey, Catherine Zeta-Jones, Britney Spears o Jennifer Lopez entre otras muchas. Además de Paris Hilton y su hermana Nicky.

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Mariah Carey, en chándal y tacones.Jun Sato (WireImage)

Según informaba la web Fashion Network en enero de 2016, la empresa, que llegó a contar con 300 puntos de venta en 94 países, fue vendida seis años más tarde de su creación por 53,1 millones de dólares. Su nueva propietaria era la compañía Fifth and Pacific Companies, antigua Liz Claiborne. A partir de 2008, con la recesión de la economía mundial, las ventas cayeron hasta un 11% interanual. La moda viraba hacia el minimalismo y la sencillez, todo lo contrario a la fantasía cursi, rosa y empalagosa de Juicy Couture. En 2010 sus fundadoras, que aún mantenían puestos de relevancia en la empresa, la abandonaron definitivamente. Posteriormente, la compañía fue vendida de nuevo a la empresa especializada en licencias Authentic Brands Group. Hoy la marca es distribuida en Europa a través de la empresa británica de comercio electrónico Localised.

Una nueva era juicy acaba de comenzar

Desde entonces, Juicy Couture ha intentado volver a escena en varias ocasiones. Una de ellas fue en 2016 con una colaboración con Vetements. Una imagen de Kylie Jenner luciendo de nuevo el icónico chándal, en este caso resultado de dicha colaboración premium, disparó todas las alarmas. Pero la cosa no pasó de ahí. En 2017, cuando la compañía fichó al estilista de Hollywood Jamie Mizrahi como director creativo, aprovechó la Semana de la Moda de Nueva York para celebrar una fiesta con Paris Hilton como protagonista. Un revival en toda regla pero que tampoco llegó a mayores. Un año más tarde, en 2018, se presentó una colección por primera vez sobre la pasarela con la nueva etiqueta Juicy Couture Black Label.

Pero parece que es ahora, con Georgina Rodríguez, y también con Reebok, con quien Juicy Couture ha lanzado una colaboración que no se vende aún en Europa, cuando la mítica firma ‘dosmilera’ parece regresar de verdad. Fue uno de los iconos estéticos de la cultura pop norteamericana y emblema de toda una generación, y si su vuelta se hiciera realidad haría muy feliz a muchas nostálgicas de los dosmil. De eso no hay duda. ¿Sus precios? Unos 120 euros de media por pieza, ya sea la sudadera o el pantalón, aunque hay otros muchos diseños y accesorios. Y no nos queda más que rendirnos a sus encantos y entonar uno de sus lemas de entonces y de ahora: Viva la Juicy!

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Desfile de la firma en Los Ángeles.Donato Sardella (WireImage for Juicy Couture)

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