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Vuelven los camaleones

Duran Duran y Culture Club regresan en plena crisis económica. Y no vuelven solos…

Adam Ant

La historia se repite. En plena crisis y con el paro y la deuda por las nubes, vuelve el exceso, lo barroco. En la música y en la moda. Duran Duran y Culture Club –dos grupos míticos de los 80– regresan. Tal vez el mundo los necesite. Estas bandas fueron parte de la corriente de los new romantics (nuevos románticos). También Adam & the Ants, Ultravox y Spandau Ballet. Un movimiento que convirtió lo gris en glamuroso. «Estábamos en recesión y Covent Garden [Londres] era un basurero mal iluminado. Pero entrabas en el Blitz y ¡tachán!, todos estaban bebiendo y tomando popper. El ambiente era muy Studio 54», describe Rusty Egan, uno de los miembros de la banda Visage, en el documental Worried about the Boy. El Blitz fue el corazón de la movida romántica. Nació a finales de los 60 y se llenó de camisas con chorreras, sombreros fedora y botas de Peter Pan. «Eran como la corte de María Antonieta pero con peinados pop», describe Rafa Cervera, autor de Alaska y otras historias de la movida. El club acumula más de 30 años y su filosofía sigue viva. «Estamos en recesión y tengo la impresión de que el espíritu Do It Yourself (hazlo tú mismo) del Blitz ha vuelto. El marketing disparatado y la prosperidad de los 90 mataron la creatividad. O tenías lo que debías tener o no eras nadie. Hemos vuelto al principio y estoy encantado», afirmaba hace poco Siobhan Fahey, miembro de la banda Bananarama, en el periódico británico The Guardian.

Tienen descendencia en la pasarela y fuera. Varias marcas imaginan una primavera aparatosa y osada. En Dsquared2 mandan las superposiciones. En Kenzo y Moschino, los detalles folclóricos. Es el triunfo de la imaginación. Eso en mujer. En moda masculina, la nostalgia es todavía más obvia. Después de todo, la corriente fue casi exclusivamente cosa de hombres. Dior rescata las camisas desmangadas y los sombreros de ala ancha. Balmain, los chalecos, el calzado Robin Hood y las chaquetas blancas. Y John Galliano –que siempre tuvo algo de nuevo romántico– propone casacas y pantalones rojos.

«La primera crisis del petróleo [1973] coincidió con el glam; la segunda, con los nuevos románticos. En ambos casos hablamos de movimientos extravagantes y alocados», opina Marc Ros, miembro de Sidonie. La banda barcelonesa recupera el estilo de los 80 en El Fluido García, su último disco. «Tengo un montón de libros de los 80. Los bancos se los regalaban a mi padre y yo se los quitaba. Me encanta ese periodo… Se me ocurrió hacer un collage para la portada y el libreto del álbum», cuenta. Otro guiño a la década: el videoclip de A mil años luz está hecho con una montadora antigua y con VHS. Ni rastro de programas informáticos. Todo es analógico. Como hace 30 años.

Purpurina, sintetizadores y toneladas de maquillaje; esa era la receta contra el tedio de los Blitz kids (los chicos del Blitz). En su ropero trabajó Boy George. Lo echaron por tener la mano demasiado larga. El autor de Karma Chameleon y Do You Really Want to Hurt Me captura el aura de la época. Hedonismo, fantasía y androginia. Boy George ha anunciado el regreso de Culture Club. Se prevén disco y gira para este año. Otra noticia –esta más triste– obliga a recordar la era: Mick Karn, bajista de Japan, murió el pasado enero de cáncer. Tenía 52 años.

No solo vuelven los mayores. Varios grupos desempolvan los códigos de ese periodo. Los británicos TOY, Hurts, S.C.U.M. y Patrick Wolf hunden sus raíces en el electropop. Y su estética recuerda a la de sus abuelos. «Los new romantics inauguraron una era. Sentaron las bases de la década. Los 80 llevan volviendo hace más de 10 años, es lógico que al final viajemos a sus orígenes. Ya ha regresado todo y todas esas tendencias están revueltas. Y lo revuelto es muy new romantic», plantea Cervera. Incluso EE UU, donde nunca llegó a calar la corriente, se fija en sus formas. Solo hay que ver las pintas del cuarteto de Utah, Neon Trees. Otra heredera insospechada es Lady Gaga. «Busca lo efectista y recargado. Su me lo pongo todo encima encaja muy bien», apunta Cervera.

En España no pasaron desapercibidos entonces y no lo harán ahora. «Su estilo era demasiado petardo, demasiado europeo para calar en EE UU. Pero en Valencia sí convenció. El nuevo romántico tiene mucho que ver con el look fallero: la manta morellana, los pantalones… es igual de recargado», compara Cervera. Como Londres, la capital valenciana contaba con un club (La Barraca) y un grupo (Glamour). «A seis años de la muerte de Franco, solo queríamos divertirnos. En La Barraca sonaban David Bowie, Adam and the Ants…», recuerda Cervera. Y añade: «Diseñadores como Francis Montesinos y Juan Andrés Mompó tenían el mismo punto fantasioso».

El fenómeno prendió mecha y llegó a Madrid. Tino Casal, de cuya muerte se acaban de cumplir 20 años, democratizó el estilismo. Mecano lo rentabilizó. «Daban una pereza tremenda… Hasta que llegó Perdido en mi habitación [primer EP, 1981]», rememora Cervera. Los hermanos Cano lucen en la portada pantalones bombachos, camisas, chalecos y botas. La revista Tendencias homenajea en su último número a Perdido en mi habitación. Los madrileños Rusos Blancos han posado en la misma postura y con el mismo look que los Cano en aquella portada.

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