25 años de Juicy Couture: el chándal hortera de terciopelo que arrasó en los 2000 vuelve a estar de moda
El que fuera uniforme de celebrities como Paris Hilton, Britney Spears o Kim Kardashian a principios de siglo es ahora objeto de colaboraciones y nuevas revisiones. Lejos de desaparecer, gana adeptas en tiempos de comodidad y confinamiento.
A Pamela Skaist-Levy y Gela Nash-Taylor, fundadoras de la marca Juicy Couture, les entrará la risa cada vez que alguien recupera aquella frase enunciada por Karl Lagerfeld que asimilaba el chándal con un signo de derrota. Para ellas supuso todo lo contrario. Aunque a día de hoy ya no están al frente de la marca, a principios de los 2000 lograron popularidad global después de lanzar el célebre chándal de terciopelo diseñado para Madonna y que después acabarían luciendo Paris Hilton, Britney Spears, Eva Longoria o Jennifer López. El mismo que se convirtió en símbolo indisociable de la cultura de la celebridad haciendo cameos estelares en cintas como Chicas malas o esa joya contemporánea de la televisión llamada The Simple Life, y que hoy vuelve a gozar de una salud tan envidiable como inesperada. Aunque la prenda acabó siendo denostada como símbolo previo a la crisis de 2008, hubo un tiempo en el que llevar un chándal de la marca era, según la edición estadounidense de Vogue, como «lucir un Birkin de Hermés, pero más barato. Era imposible abrir un tabloide y no toparse con uno de esos conjuntos de terciopelo en colores pastel». Hoy ocurre algo similar en el lugar donde mejor se lee la crónica de nuestro tiempo: Instagram.
La marca, que actualmente pertence al grupo Authentic Brands Group, que también es propietario de Hervé Leger o Forever 21, celebra sus 25 años lanzando en los próximos días colaboraciones con firmas como Apparis, que está detrás del primer chándal Juicy de piel sintética, y que prometen convertirse en una nada desdeñable opción de regalo navideño pandémico. Paris Hilton así lo argumentaba recientemente asegurando que el teletrabajo ha propiciado el éxito de prendas más relajadas, sin renunciar por ello a cierta dosis de elegancia. «Hay algo refinado en un chándal de Juicy Couture», dice ella. Lo cierto es que a pesar de los detractores de la prenda, los últimos tiempos ha vivido un discreto, pero imparable, resurgir: de la reinterpretación de Vetements sobre la pasarela a la colección de chándales que Kim Kardashian acaba de lanzar para su marca Skims y en cuyas imágenes promocionales posó junto a la reina de la sudadera de colores, Paris Hilton, por supuesto.
También ha servido como punto de partida a nuevas etiquetas como la estadounidense Suzie Kondi, que desde 2018 lleva revisitando la nostalgia dosmilera a golpe de terciopelo. Fabricados en Los Ángeles (algunos de ellos en la misma fábrica en la que produce Juicy Couture, llamada Keep it here), estos conjuntos que van desde los tonos pastel hasta las declinaciones más vibrantes son la versión actualizada de aquellos dos piezas primigenios. Pasan de la cremallera, la capucha y la silueta campana para defender un top algo menos deportivo a juego con un pantalón de cintura alta que se ajusta al tobillo. Una idea que, según su creadora, lo mismo funciona con zapatillas de deporte que con taconazo.
La misma idea subyace detrás de la primera colección de moda de la fotógrafa Petra Collins, que hace unos días lucía Dua Lipa en su cuenta de Instagram. Sus conjuntos deportivos de colores chillones no disimulan la inspiración: incluso llevan el logo bien visible en el trasero, igual que ‘Juicy’ puede leerse en acabado brillante en los chándales de la marca.
Sin llegar a una similitud tan evidente, los diseños de Pangaia, firma americana sostenible de prendas deportivas básicas, también han contribuido a su éxito de ventas durante el confinamiento. Cambiando el terciopelo por algodón reciclado, su minimalismo, comodidad y, sobre todo, su filosofía respetuosa con el medio ambiente la convirtieron en una de las marcas favoritas de las celebridades confinadas. Con el hashtag #pangaiacollective, Pharrell Williams, Kourtney Kardashian o Irina Shayk, entre otros, se dejaron ver en redes sociales vistiendo el trasunto actual del modelo que sembró el amor –y el odio– por el chándal más allá del gimnasio.
A pesar de que el dúo creativo inició un furor por las sudaderas y pantalones deportivos que sigue vivo hoy, recientemente denunciaban en una entrevista con WWD que no recibieron el reconocimiento que merecían como diseñadoras y que la industria las miró por encima del hombro a pesar de haber creado un producto que todos querían. «Si miras los desfiles de hoy en día, todo el mundo tiene un chándal: Balenciaga, Gucci… todos lo están haciendo. Creemos que somos responsables de haber convertido la sudadera en un producto de lujo», reivindicaron en la publicación. Aunque la ubicuidad de la prenda acabó por disociarla de la versión aspiracional del chándal que habían ideado sus creadoras («un día estaba cruzando la calle en Beverly Hills y miré a mi alrededor y todo el mundo vestía un chándal de Juicy. Me asusté», recuerda Skaist-Levy), su resurgir más de dos décadas después al calor de la obsesión por la comodidad y las largas jornadas en casa prometen devolverle parte del brillo que tuvo un día. ¿Chándal como símbolo de derrota? Aquella vez el káiser no estuvo acertado.
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