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TRASTORNOS ALIMENTICIOS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La dura tarea de recuperarse de un trastorno de la conducta alimentaria en una sociedad enferma de delgadez

Es necesario promover una cultura de comprensión, apoyo y aceptación, en lugar de aplaudir estándares de belleza imposibles

Chloe, de 24 años, sufre anorexia. Su evolución es seguida en el Centro SOS Anor de París (Francia).
Chloe, de 24 años, sufre anorexia. Su evolución es seguida en el Centro SOS Anor de París (Francia).BSIP (Universal Images Group / Getty)
Azahara Nieto

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Recuperarse de un trastorno de la conducta alimentaria es realmente difícil, porque se trata de desoír y no obedecer a una voz que convive contigo, es difícil y agotador. Los trastornos de la conducta alimentaria son enfermedades mentales que consumen toda la energía del que los atraviesa. Solo hay comida, ejercicio, calorías, compensación y culpa. Si a esto le sumamos que vivimos en una sociedad enferma de delgadez que premia y aplaude cada conducta dañina con la comida y el cuerpo, la tarea se hace casi imposible.

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) tienen una función, por muy aberrante que esto parezca. ¿Cómo algo tan lesivo puede ser útil? A través del vínculo con la comida, se sobrevive, es una manera de abordar situaciones difíciles o traumas, pero la comida en sí no es el problema, solo es el medio.

La comida tiene una trampa, y es que da una falsa esperanza de que es fácil de controlar. La realidad es que siempre se va de las manos.

Se empieza de una manera sutil, eliminando ciertos alimentos de propiedades nutricionales no tan interesantes, haciendo más deporte o dejando de comer comida rápida cuando sales con los amigos. Esto genera admiración en el entorno, la sociedad aplaude esta fuerza de voluntad y empodera a la persona que lo hace. Ella va alcanzando una cierta superioridad moral y fuerza sobre el resto de los mortales que cae en las garras de los placeres de la comida.

Poco a poco se gira la rueda de la restricción unos centímetros más, pasa hambre, pero aguanta. Los amigos, la familia, premia que ha perdido peso, ahora está más guapa y, sobre todo, qué fuerza de voluntad, admirable: ”Es capaz de ni comerse una patata frita”. Esto refuerza los comportamientos restrictivos y socava más la trampa de los trastornos de la conducta alimentaria. Ahora hay una identidad en esa persona a la que no debe fallar, si decide comer patatas fritas o cualquier alimento al que ha renunciado previamente, se percibe como una señal de debilidad.

La psicoterapeuta Mayra Hornbacher los definió “como un salvavidas”, según su propia experiencia con la bulimia y la anorexia.

Una persona que está atravesando por un trastorno de la conducta alimentaria vive continuamente con una voz, a modo de Pepito Grillo malvado, que le dice que siempre puede comer menos, que debería hacer más ejercicio y que si cena hoy, lo mejor que puede hacer mañana es ayunar. Recuperarse de un TCA es un desafío continuo a una voz que se ha convertido en una identidad dentro de la persona que lo sufre.

Las personas que pasan por un TCA prácticamente pierden su esencia, porque el TCA ocupa demasiado lugar. Lleva tanta energía implícita, que no queda espacio para nada más.

Mientras tanto, la sociedad valida y aplaude la delgadez, se llegue como se llegue, no importa si has perdido peso por una depresión, una ruptura o un TCA. ¿Y lo bien qué te ves ahora?

Estamos acostumbrados a valorar el cuerpo de los demás por su apariencia y comentarlo como si habláramos de la inflación o de las elecciones europeas, si tener en cuenta el daño que podemos causar.

Cuando una persona está atravesando un TCA no necesita que le digan que coma, que en África hay niños que pasan hambre y ella decide no comer. Si ha dejado de comer, es como consecuencia del dolor que sufre, no como algo aleatorio y fruto de un capricho.

No necesita que le digan que está muy triste, que antes tenía energía y siempre estaba alegre, y ahora es un pozo de tristeza. La mayor parte de los trastornos de la conducta alimentaria cursan con depresión, o con otros trastornos mentales, como comorbilidades. Por tanto, es entendible que la alegría haya desaparecido de su vida.

Una persona que apuesta por ella y decide sanar de su TCA, no quiere oír lo que ha comido hoy, porque lo que ella escucha es que va a engordar y que es débil por comer. Tenemos que saber que está continuamente desafiando a esa voz interna que le pide que coma cada vez menos.

Tampoco necesita tener policías que observe cada bocado que da o el que no da, está claro que necesita vigilancia, pero así lo único que va a pasar es que va a esconderse y cabrearse. Necesita una red de sostén y saber que siempre hay una mano que está ahí para ayudarla.

Los trastornos de la conducta alimentaria suponen una cárcel para el que lo sufre, y una sociedad enferma de delgadez ejerce de carcelera.

Los trastornos de la conducta alimentaria son tremendamente complejos y como sociedad tenemos una responsabilidad para proteger y prevenir que no sigan aumentando de manera tan disparatada entre la población más vulnerable, que son los niños y adolescentes. Es crucial que promovamos una cultura de comprensión, apoyo y aceptación, en lugar de juzgar y aplaudir los estándares de belleza imposibles.

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Sobre la firma

Azahara Nieto
Nutricionista clínica, fundadora de la consulta on line 'Se come como se vive'. Graduada en nutrición (UCM), máster en trastornos de la conducta alimentaria (UEM) y especializada en alimentación vegetariana y vegana (INCS).
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