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Cuándo introducir alimentos en la infancia para evitar alergias: mejor más pronto que tarde

Un estudio constata que dar cacahuetes regularmente en los primeros años reduce el riesgo. Los expertos explican cómo y en qué casos exponer de forma temprana a huevos, lácteos o frutos secos

Una niña se somete a una prueba cutánea de alergias en el Hospital Universitario de Móstoles.
Una niña se somete a una prueba cutánea de alergias en el Hospital Universitario de Móstoles.JUAN BARBOSA
Jessica Mouzo

Un diminuto cacahuete puede desatar una tormenta inmunológica que deje a una persona al borde de la muerte. El sistema inmune se equivoca, toma por nocivo un elemento no dañino —un fruto seco, una gota de leche de vaca o un trozo de huevo, por ejemplo—, y al ingerirlo, desencadena una respuesta desproporcionada que va desde una mera urticaria a una anafilaxia (una reacción generalizada y potencialmente mortal). Así funcionan las alergias alimentarias, un fenómeno en alza en todo el mundo que trae de cabeza a la comunidad científica. Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor del 10% de la población global sufre alergias a alimentos: se estima que afecta a uno de cada 10 adultos y a uno de cada 12 niños. Cualquier comestible puede generar esa revuelta anormal del sistema inmune, pero el huevo, la leche de vaca, los frutos secos, los pescados y las frutas son los alimentos más conflictivos.

Para cercar esta explosión de casos, los alergólogos han vuelto la vista a las primeras veces, al primer contacto con esos alimentos potencialmente alergénicos en la infancia. Tradicionalmente, la recomendación global de los científicos era retrasar la introducción de algunos productos, los más alergénicos, en la primera infancia con la idea de esperar a que el sistema inmune del niño estuviese más maduro para discernir correctamente qué cosas eran nocivas y cuáles no. Sin embargo, desde hace una década, los expertos han virado el timón hacia el lado contrario y propugnan, cada vez con más énfasis, que cuanto antes se introduzcan algunos de los alimentos más alergénicos, mejor. Por ejemplo, los cacahuetes, en una textura adaptada a la edad de los niños (en forma de crema de cacahuete, por ejemplo) para evitar la asfixia o problemas de deglución.

“Las recomendaciones anteriores para retrasar la introducción de alimentos alergénicos se basaban en la suposición biológica de que evitar la exposición del sistema inmunológico del bebé a las proteínas de los alimentos evitaría el desarrollo de respuestas alérgicas. Sin embargo, estas recomendaciones no se basaron en evidencia clínica o científica y tampoco tuvieron en cuenta el principio de que el desarrollo de tolerancia a un alimento es un proceso inmunológico activo que requiere una exposición temprana al alimento a través del tracto gastrointestinal”, defiende Gideon Lack, profesor de Alergología Pediátrica en el King’s College de Londres. Precisamente, este investigador es coautor de un estudio publicado el pasado martes en la revista New England Journal of Medicine Evidence donde constatan que dar cacahuetes de forma regular durante los cinco primeros años de vida reduce un 71% el riesgo de alergias a estos alimentos en la adolescencia.

En la comunidad científica hay cada vez más consenso en favor de la introducción temprana de alimentos para evitar alergias, pero todavía se mantiene un debate encendido en varios puntos y la evidencia es limitada en algunos comestibles. La Asociación Española de Pediatría (AEP) recomienda mantener la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de edad y, a partir de ahí, “añadir de forma paulatina el resto de los alimentos”. A propósito de aquellos potencialmente alergénicos, la AEP puntualiza: “No existe evidencia de que retrasar su introducción más allá de los seis meses prevenga del desarrollo de la alergia. Por el contrario, hay estudios que sugieren que la introducción precoz de estos alimentos en pequeñas cantidades puede disminuir la aparición posterior de alergia”. Rosaura Leis, gastroenteróloga pediátrica y coordinadora del Comité de Nutrición y Lactancia Materna, defiende una entrada progresiva de comestibles a partir de los seis meses de edad, pero con la lactancia materna como eje prioritario hasta el año de vida.

Los alergólogos pediátricos, por su parte, son más flexibles en los tiempos de inicio de introducción de nuevos alimentos y abogan por empezar incluso antes de los seis meses de edad: “Cuanto antes, mejor. Mejor desensibilizar que prohibir”, sintetiza la pediatra y alergóloga María Mesa del Castillo, vicepresidenta de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica, que también pertenece a la AEP.

La última investigación de Lack es el culmen de varios estudios que analizaron en el tiempo el impacto de la exposición temprana al cacahuete. “Es una continuación del estudio Leap que demostró que el consumo regular de cacahuete durante los primeros cinco años de vida redujo el desarrollo de alergia [a este alimento] en casi un 90%. Sin embargo, no sabíamos qué pasaría con estos niños si dejaran de comer este alimento con regularidad y si permanecerían protegidos contra la alergia al maní en la adolescencia”, explica el científico por correo electrónico. Para responder a ello, aconsejaron a los participantes del estudio que comieran o no cacahuete a placer durante los siete años siguientes y observaron si, con 13 años, aquellos a los que habían introducido el cacahuete de forma temprana seguían protegidos. “Descubrimos que la tolerancia adquirida en la primera infancia era una tolerancia inmunológica a largo plazo y que estos niños permanecen seguros y protegidos independientemente de si comían cacahuete o no”, resume.

Una ventana de oportunidad

Este hallazgo es un espaldarazo a la tesis actual de los pediatras alergólogos, que defienden que en los primeros meses de vida hay una ventana de oportunidad donde el sistema inmune es más moldeable. Concretamente, entre los cuatro y los seis meses de edad. “Hay un período de ventana inmunológica que puede desviarse hacia la alergia o hacia la tolerancia de alimentos. Este estudio apoya el cambio de paradigma de introducción precoz de los alimentos, no solo para inducir tolerancia en la infancia, sino también para toda la vida”, valora Montserrat Álvaro, pediatra y alergóloga del Hospital infantil Sant Joan de Déu, que no ha participado en la investigación.

La especialista matiza, eso sí, que habrá que ver si estos resultados con el cacahuete, que es una leguminosa, son extrapolables al conjunto de los frutos secos. Los expertos sostienen que hay evidencia solvente de los beneficios de adelantar la introducción del cacahuete y el huevo, pero hay una laguna de conocimiento en otros comestibles. “Como sabemos que retrasar la introducción de cacahuete y huevo es perjudicial y no existe una buena razón biológica por la cual el sistema inmunológico respondería a diferentes alimentos de diferentes maneras, existen buenas razones clínicas y éticas para recomendar la introducción más temprana de todos los alimentos alergénicos”, valora Lack.

El alimento que más polémica genera, si acaso, es la leche de vaca, admite el profesor británico: “Esto se debe en parte a que no tenemos suficiente evidencia sobre la introducción temprana de la leche de vaca y también a que existen diferentes tipos de alergia a la leche de vaca con diferentes mecanismos subyacentes y no está claro si la estrategia de la introducción temprana se aplicaría a todos estos diferentes tipos de alergia a la leche de vaca”. Tomás Chivato, que es vicepresidente de Ciencia de la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica (EAACI) y no ha participado en el estudio de Lack, asume que la introducción temprana de alimentos es “un enfoque nuevo”, pero prometedor. “El debate está en prevenir o tratar. Estos estudios van a dar luz y van a seguir de guía, porque no hay consenso”, sopesa.

Detalle de los utensilios empleados para hacer pruebas de alergia en el Hospital Universitario de Móstoles.
Detalle de los utensilios empleados para hacer pruebas de alergia en el Hospital Universitario de Móstoles.JUAN BARBOSA

El debate, con todo, sigue abierto porque hay muchas variables y matices a tener en cuenta para dar recomendaciones precisas e incontestables. Para empezar, el cúando empezar a introducir alimentos también estará determinado por el niño y si es capaz de comer sólidos, coordinando la masticación y la deglución para evitar el riesgo de asfixia. También se pueden emplear diversas texturas (enteros, machacados, triturados, en cremas...) para adaptar el alimento a sus capacidades.

Pero, también, aparte del cuándo se empieza, en el potencial desarrollo de las alergias es clave el cómo se ingieren los alimentos: el preparado y la cocción. Chivato pone un ejemplo: “El tomate natural provoca alergias, pero el tomate frito o el kétchup, no. El cómo comemos el alimento influye”. A propósito de esto, Álvaro ha terminado un estudio sobre prevención de alergias al huevo con el alimento horneado, por ejemplo, en un bizcocho: “Poner el huevo en una matriz de hidrato de carbono y someterlo a cocción hace que la proteína sea menos alergénica, pero que induzca tolerancia”, explica. De hecho, los expertos en alergología pediátrica recomiendan adelantar el huevo cocido u horneado, nunca el crudo.

Otra variable fundamental es analizar el riesgo basal del menor. Esto es, si los niños sufren dermatitis atópica grave o si tienen antecedentes familiares de padres y hermanos con atopia (alergias, dermatitis o asma). En estos casos, la probabilidad de que desarrollen alergias es mayor. “En cuanto a la prevención de las alergias, en general se puede decir que cuanto antes, mejor, especialmente en los bebés con eccema (dermatitis atópica), que tienen un riesgo mucho mayor de desarrollar alergias alimentarias y las desarrollan mucho antes en el primer año de vida.”, reflexiona Lack.

Choque con la lactancia materna exclusiva

La propuesta de avanzar la introducción de determinados alimentos, sin embargo, choca frontalmente con una de las vacas sagradas de la nutrición infantil: la lactancia materna, con amplísimos beneficios para la madre y el bebé y recomendada por la OMS de forma exclusiva hasta los seis meses. Mesa del Castillo, que ejerce en el Hospital Universitario de Móstoles, cuenta, por ejemplo, que ante un bebé con alto riesgo, recomienda la introducción temprana de todo, incluso antes de los seis meses, como un suplemento a la lactancia materna: “Desde el día dos, leche de vaca; a los cuatro meses, huevo cocido, no crudo; y de cuatro a seis, frutos secos machacados en los cereales”. Leis, en cambio, advierte: “Aunque recientemente se ha publicado que la incorporación de pequeñas cantidades de leche de vaca (cinco mililitros) en los primeros meses podría favorecer la tolerancia, no hay suficiente evidencia y, además, los indiscutibles beneficios de la lactancia materna para la salud del niño a corto, medio y largo plazo, hacen que la recomendación científica sea promocionar la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de vida”.

Lack llama a “reconsiderar” las directrices de la OMS: “Si bien la lactancia materna prolongada es muy beneficiosa para muchos aspectos de la salud y el desarrollo infantil al menos hasta el año de edad, el requisito de amamantar exclusivamente hasta los seis meses priva a los bebés de adquirir una tolerancia oral temprana y provocará más alergias alimentarias”, afirma. El científico sostiene que la introducción temprana del cacahuete —alrededor del 2% de los niños en América del Norte, el Reino Unido, Europa occidental y Australia son alérgicos a este alimento— evitará más de 100.000 nuevos casos de alergia a este comestible cada año en todo el mundo.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.
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