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La UE avisa de que el Gobierno de Sánchez agota su periodo de gracia

El Eurogrupo evaluará este lunes la situación económica del país en medio de la incertidumbre política

El ciclo político en España parece haber entrado en bucle con unas negociaciones para formar Gobierno que amenazan con terminar, como en 2015, en unas nuevas elecciones generales. La inquietud en Bruselas ante la inestabilidad política de la cuarta economía de la zona euro es todavía contenida. Pero el nerviosismo aumenta por momentos. Fuentes comunitarias indican que el período de gracia que ha disfrutado Pedro Sánchez tras su victoria electoral del 28 de abril toca a su fin. La Comisión Europea, el Eurogrupo y el Banco Central Europeo observan con creciente inquietud el enquistamiento de una situación política de incierta salida.

Pedro Sánchez, el pasado martes en Bruselas.
Pedro Sánchez, el pasado martes en Bruselas.GTRES

Bruselas espera con paciencia un desenlace político en España que marque el inicio de una nueva legislatura y la cuenta atrás hacia unos Presupuestos Generales del Estado actualizados para la coyuntura del momento. Fuentes europeas indican que el Gobierno en funciones de Pedro Sánchez mantiene la confianza de las instituciones comunitarias gracias al carácter inequívocamente europeísta de su ejecutivo y a la buena marcha de la economía española.

Pero las mismas fuentes advierten de que se está agotando el período de gracia con Sánchez, caracterizado, entre otras cosas, por la benevolencia de la Comisión Europea y el Eurogrupo con un programa de Estabilidad que apunta, según Bruselas, a un claro riesgo de desviación de los objetivos de déficit tanto este año como el próximo.

Las fuentes consultadas colocan la fecha del 23 de julio como el inminente punto de inflexión para una revaluación del liderazgo del presidente socialista. La sesión de investidura de ese día en el Congreso de los Diputados será un indicador adelantado para Bruselas sobre si España inicia una etapa de estabilidad política o se perpetúa en la incertidumbre y el marasmo intermitente en que vive desde las elecciones fallidas de 2015.

El Eurogrupo (ministros de Economía de la zona euro) analizará este lunes la situación económica de España, al hilo del informe de seguimiento del rescate de la banca española elaborado por la Comisión Europea y el Banco Central Europeo tras una visita a Madrid a primeros de mayo. Y aunque el documento rebosa indicadores positivos, la interrogante sobre el proceso de investidura sobrevolará la reunión.

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"Es muy importante tener un Gobierno con estabilidad que tome medidas y que pueda hacer reformas", apuntó la semana pasada en Madrid el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, durante una entrevista en Radio Nacional. El vicepresidente, antiguo ministro de Economía del Gobierno de Mariano Rajoy, se cuidó mucho pronunciarse sobre los asuntos políticos internos de su país. Pero añadió que desea "para España y para todos los países de la zona euro que haya un Gobierno estable, con estabilidad y capacidad de tomar decisiones cuanto antes, por supuesto".

El toque del BCE verbaliza la preocupación soterrada entre varios miembros de la zona euro, que cruzan los dedos para que España se estabilice políticamente cuanto antes dada la delicada situación que atraviesa ya otro gran país como Italia.

Entre los miembros del Eurogrupo se vislumbró la tranquilidad cuando las urnas del 28 de abril arrojaron la posibilidad de una coalición del PSOE y Ciudadanos con mayoría absoluta. El entusiasmo por esa opción se estrelló con el veto de Albert Rivera a cualquier acuerdo con Sánchez. Y, desde entonces, Bruselas se ha limitado a esperar la formación de una mayoría viable que parecía al alcance de la mano pero que, a dos semanas de la investidura, no está garantizada.

Fuentes comunitarias incluso observan con tranquilidad la posibilidad de una alianza con Podemos, con tal de formar un Gobierno estable, siempre y cuando se mantuviera la orientación económica seguida por Sánchez desde su llegada al poder hace un año. Una solución que tras la experiencia de Syriza en Grecia inquieta mucho menos que hace cuatro años cuando la ultraizquierda se veía como una amenaza para la integridad de la zona euro.

Ahora la prioridad de Bruselas son gobiernos estables de una coloración tan múltiple y variada como requiera la situación de cada país. "Cuando miro a los países del Mediterráneo, veo que Portugal o Grecia, con Gobiernos de izquierdas, y a veces incluso con aliados de extrema izquierda, no son Estados con una peor trayectoria fiscal que otros", señalaba a EL PAÍS el comisario europeo de Economía, Pierre Moscovici, solo 72 horas antes de las últimas elecciones generales en España.

La ausencia de acuerdo para la investidura expondría a España a las cuartas elecciones en cuatro años y a llegar a 2020 con unos presupuestos 2017 que ya se aprobaron con más de medio año de retraso. Una suma de factores que no colocan al país en la mejor situación en un momento en que la Unión afronta la renovación de la cúpula comunitaria (con la presidencia de la Comisión todavía pendiente del visto bueno del Parlamento Europeo), la salida definitiva del Reino Unido el 1 de noviembre o el aplazamiento del Brexit, y la recta final de la negociación del marco presupuestario del club para 2021-2027. En todos esos procesos, el Gobierno español está llamado a desempeñar un papel importante difícilmente compatible con una interinidad permanente.

“España es una pieza clave en estos momentos porque es uno de los pocos países sin tendencias euroescépticas y el único país de los grandes gobernado por los socialistas”, señala un alto cargo de la Comisión Europea. El Gobierno socialista de Sánchez parece el complemento ideal para el eje formado por el gobierno conservador de Angela Merkel en Alemania y el de tinte liberal de Emmanuel Macron en Francia.

La estabilidad de un Gobierno con plenas funciones permitiría a España, según el alto cargo de la Comisión, explotar todo su potencial en un momento en que Bruselas va a experimentar toda una renovación política y administrativa, que va mucho más allá de los cinco altos cargos debatidos y, en principio, resueltos, en la cumbre europea de la semana pasada.

Sánchez ya asumió un gran protagonismo en las negociaciones de esa cumbre y logró que Josep Borrell fuera elegido como futuro Alto Representante de Política Exterior, uno de los puestos a repartir. Pero la batalla por la segunda escala de poder -que abarca desde secretarías generales a puestos en los gabinetes de los 28 comisarios europeos- apenas ha comenzado y la debilidad de un Gobierno en funciones de incierto recorrido podría complicar la puja por las cuotas de poder en juego.

El destacado papel de Sánchez en la pasada cumbre y en las reuniones previas le ha colocado además en el punto de mira de las formaciones políticas rivales, que han visto a un Gobierno español dispuesto a codearse con los dos gigantes del club -Alemania y Francia- y ejercer de fiel de la balanza.

La sobreexposición del líder socialista español también tiene sus costes. Buena parte de los socialistas europeos no comparten el acuerdo de los altos cargos logrado en la cumbre de Bruselas tras una negociación en la que Sánchez llevó la batuta de su familia política. La revuelta fue tan evidente que los socialistas rechazaron proponer al búlgaro Sergei Stanishev, como preveía el acuerdo suscrito por los líderes, y optaron por el italiano David Sassoli.

A la división de los socialistas se unieron los reproches del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que el pasado jueves no dudó en sugerir que Sánchez no había cumplido su parte de compromiso de garantizar la presidencia del Parlamento para un socialista de Europa del Este. La crítica de Tusk, miembro del Partido Popular Europeo, apuntaba a la presunta falta de control de Sánchez sobre sus propias huestes. Una forma poco disimulada del PPE de descargar en los socialistas la responsabilidad de un reparto de cargos que ha roto por completo el equilibrio geográfico y ha dejado a los países de Europa central y del Este sin ningún puesto de máxima responsabilidad.

Guante de seda para no agravar la situación

Las instituciones europeas y los principales Gobiernos de la zona euro, con Alemania y Francia a la cabeza, tratan con guante de seda al Gobierno en funciones de Pedro Sánchez. La victoria electoral del 28 de abril de un partido europeísta como el PSOE se interpretó en Bruselas y en las grandes capitales europeas como una señal positiva en un contexto en el que los euroescépticos y populistas han llegado al poder en un país tan grande como Italia y forman parte de Gobiernos de coalición en más de media docena de los socios comunitarios. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y en particular el comisario de Economía, Pierre Moscovici, han extremado el tacto y han evitado cualquier reproche al Gobierno de Sánchez por la ausencia de Presupuestos Generales (siguen prorrogados los de Rajoy de 2017) o por la imposibilidad de ofrecer reformas de calado más allá de lo previsto. La prioridad de Bruselas es mantener a España anclada en el eje del europeísmo, falto de aliados y debilitado por la deriva de países como Italia, Polonia o Hungría y por la posible salida del Reino Unido.

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