Las dos semanas frenéticas de Pablo Casado
El nuevo líder del Partido Popular no logra integrar a Santamaría y mantiene su discurso de campaña, a la derecha de Rajoy
"Se acabó el periodo de gracia con Pedro Sánchez. Ya no estamos en funciones. El PP ha vuelto”. Es el mensaje que ha repetido Pablo Casado en las reuniones con diferentes estructuras de la dirección de la formación desde su elección como presidente del partido el pasado 21 de julio. Quiere zanjar la guerra interna para dedicar todos sus efectivos a la batalla contra el Gobierno socialista, pero su estrategia para tener al partido movilizado —ante próximas citas electorales— y unido —ante posibles complicaciones en la investigación de su máster— ha tropezado con varios obstáculos. Así han sido los primeros días del nuevo líder de la oposición.
Volver al bipartidismo. Sánchez no ha recibido públicamente al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, en La Moncloa, pero invitó a Casado en cuanto fue elegido. “Yo aspiro a volver a un modelo bipartidista”, dijo hace unos días el nuevo presidente del PP, que ignora a Ciudadanos y centra en el PSOE sus ataques. El enfrentamiento entre Casado y Sánchez trata de desdibujar a sus respectivos rivales. Los populares han propuesto reformar la ley para que en los Ayuntamientos gobierne la lista más votada frente a “los pactos de perdedores”. Los populares tienen orden de decir que están “listos” para las elecciones generales y que el Ejecutivo tiene “problemas de legitimidad” al haber llegado al poder con una moción de censura. Pero el último CIS favorece las perspectivas de voto de Sánchez y el PP aún no ha terminado de coser sus heridas.
Al enemigo, ni agua. En apenas una semana, el PP ha solicitado la comparecencia en el Congreso de los ministros del Interior, Fomento, Trabajo y Administración Territorial para que respondan por la crisis migratoria, un posible acercamiento de presos etarras, la huelga de taxis y el diálogo con Cataluña. También ha rechazado el aumento del techo de gasto y anunciado que el Senado, donde tienen mayoría absoluta, será la trinchera para frenar “las contrarreformas” de Sánchez.
Taller de costura. Salvo el congreso de Valencia de 2008, donde amagaron con moverle la silla a Mariano Rajoy, el PP nunca se había enfrenado a la exhibición de sus batallas internas. Cuando el nivel de enfrentamiento público con su rival en primarias alcanzó cotas socialistas (más acostumbrados a los descarnados procesos de elección de líder), Casado trató de tranquilizar al partido: “Soy experto en coser”, dijo. “El presidente hará un esfuerzo integrador sin precedentes”, añadió su vicesecretario de Organización, Javier Maroto. No lo entendieron así en el equipo de Soraya Sáenz de Santamaría, que le acusa de “no saber ganar” y ofrecerles una representación “indigna” en los órganos de dirección.
Ni la exvicepresidenta, ni nadie de su núcleo duro, como José Luis Ayllón o Fátima Báñez, tienen puesto. El exministro Íñigo de la Serna, uno de los principales apoyos de Santamaría, anunció que abandonaba la política después de que Casado le ofreciera una secretaría de área en el PP, un cargo menor que desde la candidatura de la exvicepresidenta consideran “una humillación”.
El presidente del PP debía muchos favores, especialmente a Dolores de Cospedal, que aglutinó a sus apoyos detrás de Casado. La portavoz en el Congreso es su jefa de campaña, Dolors Montserrat, y tres de las seis vicesecretarías del partido las ocupan personas de su máxima confianza, como Vicente Tirado, que sustituye a Javier Arenas, uno de los principales valedores de la exvicepresidenta en Andalucía. Casado advirtió que no toleraría “corrientes internas” y Maroto declaró que “la única silla vacía” que quedaba por ocupar era la de Santamaría, y mejor ocuparla cuanto antes. Una conversación con la exvicepresidenta en el hemiciclo sirvió para bajar el tono. Ella ha decidido tomarse las vacaciones para pensar, pero en sus primeros días como presidente del PP, Casado ha constatado —viaje pacificador a Andalucía incluido— que la integración no va a ser coser y cantar.
“Radical viene de raíz”. Un veterano dirigente popular próximo a Santamaría auguraba que tras las primarias, Casado rebajaría varios grados la inclinación ideológica a la derecha, ya que las bases del partido suelen estar en posiciones más escoradas y la estrategia para ganar unas primarias no es la misma que para ganar unas elecciones, donde “el centro es fundamental”. Pero Casado mantiene el discurso. “Dicen que somos radicales. Pero radicalidad viene de raíz, de tener las cosas claras, personalidad, no moverse como las ramas sino ser fiel a tus principios”, declaró ante la junta directiva del PP de Madrid.
El presidente popular aseguró que la “populista” y “demagoga” política del Gobierno provocaba un “efecto llamada” de “millones de inmigrantes” con la promesa del “papeles para todos” [que no pronunció ningún miembro del Gobierno]. Acusó al Gobierno de no defender a los agentes de los ataques de los irregulares y viajó a Ceuta y Algeciras para “abrazarles”. Allí también se dejó fotografiar saludando a los inmigrantes. Ya prepara una convención para rearmar ideológicamente al partido después del verano.
Señalados por la UDEF y díscolos rehabilitados. Apenas unas horas después de haber sido elegido presidente del PP, Pablo Casado recibió a José María Aznar. Hacía dos años y siete meses que el expresidente no pisaba la sede del partido, y no fue invitado al congreso popular por el “desdén” con el que había tratado a su formación, según el propio comité organizador. El día anterior había recibido a Mariano Rajoy, pero la imagen de Aznar en Génova era el mensaje: había sido redimido y volvía a influir en el partido. No fue el único rehabilitado. Esperanza Aguirre acudió a la junta del PP de Madrid para escuchar al nuevo líder, que la citó tres veces en 29 minutos.
En la nueva ejecutiva de Casado ya hay problemas. Grabaciones de la UDEF muestran al alcalde de León, Antonio Silván, informando al empresario José Luis Ulibarri sobre una contratación. Los socialistas leoneses tratan de impulsar una moción de censura.
Mano dura en Cataluña. Durante su reunión con Sánchez le trasladó que el PP solicitaría una reforma del Código Penal para recuperar los delitos de sedición impropia y convocatoria ilegal de referéndum. No obstante, en La Moncloa, tras verse cara a cara con el presidente, fue mucho más suave que su portavoz en el Congreso, Dolors Montserrat, que esta semana acusó a Sánchez de haberse “arrodillado” ante el independentismo. También su número dos, Teodoro García, aseguró que el Gobierno está “maniatado” por “compromisos” ocultos, aunque no aclaró a qué se refería. Sánchez comunicó el pasado viernes que no abrirá nuevas vías judiciales al independentismo.
Casado quiere convertir Cataluña en una de sus principales armas de oposición porque la defensa de la unidad de España es uno de los pegamentos ideológicos del PP. “Si persisten en su actitud ambigua ante el independentismo solicitaremos la aplicación del artículo 155”. El presidente del PP añadió que le gustaría llevarlo más lejos que cuando lo aplicó el Gobierno de Rajoy, interviniendo TV3 la próxima vez.
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