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La última ruta de los sirios: Mauritania y Mali

La exigencia de visado de Argelia desde 2015 aboca a muchos refugiados a volar a África subsahariana y atravesar el desierto para llegar a Melilla

José Naranjo
Un refugiado sirio afeita a un compañero en las puertas del CETI de Melilla.
Un refugiado sirio afeita a un compañero en las puertas del CETI de Melilla.Antonio Ruiz

Es un goteo pero es constante. ACNUR, el alto comisionado de Naciones Unidas para los refugiados, asegura que unos 340 sirios se han instalado en Nuakchot, la capital de Mauritania, desde que comenzó la guerra en aquel país, mientras que pequeños grupos familiares se han instalado en el sur del país. Sin embargo, otras asociaciones que les apoyan hablan de hasta 3.000, porque muchos no se inscriben como refugiados ya que pretenden seguir su viaje hacia Europa. Y es que Mauritania es uno de los pocos países árabes del Magreb que mantiene las puertas abiertas para quienes huyen de este conflicto, frente a vecinos como Marruecos, Argelia o Túnez que han decidido endurecer las condiciones para conceder visado a los nacionales de este país.

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Los sirios en Nuakchot son visibles en algunos semáforos de los principales cruces de la capital. Allí, pequeños grupos de mujeres y niños piden dinero a los automovilistas atrapados en atascos eternos. Mientras, los hombres tratan de buscar un empleo en la construcción o la hostelería para ganar un dinero que les permita seguir hacia Europa. Unos pocos se quedan, abriendo pequeños negocios como tiendas o restaurantes, pero para la mayor parte de ellos, Mauritania es una estación de paso y los países del sur de Europa su gran objetivo. Llegan directamente en avión desde Líbano y una vez en Nuakchot tratan de viajar hasta Malí, de allí a Argelia y luego hasta Marruecos para intentar penetrar en España en patera o a través de las vallas de Ceuta y Melilla.

Bamako, la capital de Malí, es otro punto de reagrupamiento. Desde allí suben en autobuses hasta Gao, en el norte del país, donde contactan con los pasadores que les ayudan a seguir su ruta a través del desierto. Perdidos en medio del conflicto que desangra a esta región en la que distintos grupos armados, yihadistas y rebeldes, controlan desde hace años el tráfico de drogas, armas y personas, las familias sirias permanecen medio ocultas en casas de ciudades fronterizas como In Khalil a la espera de su oportunidad. Burlar la vigilancia argelina no es fácil y cuesta dinero. Y los sirios que lo tienen están dispuestos a pagarlo.

Un policia nacional controla el paso de viandantes en la frontera de Beni-Enzar.
Un policia nacional controla el paso de viandantes en la frontera de Beni-Enzar.A. R.

Es una ruta conocida, la misma que usan los inmigrantes de África occidental para tratar de llegar a Europa ya sea a través de Argelia o de Libia. Sin embargo, en los últimos años los sirios se han sumado a este flujo constante hacia el norte. No son muchos, varios miles, pero su presencia no pasa inadvertida.

Las primeras noticias de esta insólita ruta comenzaron a llegar en noviembre de 2015 cuando lanzaron la alarma ACNUR y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que advirtió de que los refugiados sirios podrían morir de hambre y sed en el Sáhara. “Les estamos informando de la situación a lo largo de la región y asegurándonos de que saben los peligros que hay”, informó el representante de ACNUR en Mauritania, Sebastien Laroze.

Un mes después, en diciembre, el Gobierno mauritano abrió su primer campamento en Nuakchot para acoger a los refugiados, debido a que muchos aterrizaban en el país sin recursos y tenían problemas de alojamiento. Eran 50 tiendas de campaña con las instalaciones básicas, un esfuerzo para un país muy pobre y que ya acoge miles de refugiados que huyen de Mali. “Mauritania no es el destino ideal para los sirios, de hecho a menudo es su último recurso”, resumió Anke Strauss, de OIM.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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